Primero las espinas

AutorAndrés Henestrosa
Páginas797-799
las primeras frases eran en el idioma, lo demás, mera imitación, pero las pala-
bras tenían la entonación, el ritmo y hasta podrían alcanzar significado si se las
distribuyera en distinto grupo de sílabas. ¿Qué había ocurrido? Tal vez Diego
aprendió en Tehuantepec algunas voces zapotecas, frases aisladas, fórmulas
de saludo y cortesía. Quizá antes de venir a nuestra casa pidió a alguno que lo
instruyera. Pero, para mí, Diego inventó todo aquello sobre la marcha.
Decía versos que atribuía a poetas conocidos y desconocidos, que eran, a
ratos, meras invenciones; y hasta cuando eran originales contenían retoques,
alteraciones voluntarias. Y es aquí donde ahora quería llegar.
Transcribe Lolo de la Torriente unos versos de Salvador Díaz Mirón, di-
chos por Rivera de memoria, y que no fueron confrontados por ella, ni por mí:
El proletario lev anta el muro / practica el túnel, mu eve el taller,/ y en lo más hondo de
la batall a,/ blandiendo el arma por Patria o rey,/ enseña a l prócer con noble org ullo/
como se cumple con el deber…/ Mas, ¡ay!, qué logra con su heroismo,/ cuál es su premio,
cuál su laurel,/ el desdichado recoge ortigas/ y apura el cáliz hasta la hez,/ y cuando
pasa sin ver el cielo,/ la tierra tiembla bajo sus pie s./ Rota la brida, tenaz la fusta/ lib re
el espacio,/ ¿qué ha rá el córcel?
Los versos son de Díaz Mirón, o ya son de Díaz Mirón. Pero, ¿cuándo los
memorizó Diego, dónde los leyó? ¿Padecen algún retoque?
No es el caso averiguar si son o no originales. Se trata, nada más, de recor-
dar que Diego R ivera, cuando era necesario, tenía capacidad para inventarlo
todo, o recordarlo, o atribuirlo, siempre acertando.
29 de octubre de 1961
Primero las espinas
No es extraño que las simpatías empiecen por diferencias. Yo recuerdo que
Francisco Grandmontaigne, el inventor de la palabra “cavernícola”, aplicada
a los conservadores españoles; escritor vasco, tío de José Luis Ituarte, autor
de la versión teatral de Los de abajo, contó en una autosemblanza que siempre
que se encontraba ante una persona desconocida, echaba adelante sus diferencias,
se abrochaba la americana y esperaba a pie firme la embestida; según reac-
cionaba el interlocutor él se comportaba en el futuro. Un buen signo era que
el contrincante se comportara igual, es decir, con impertinencia y desdén. Si
AÑO 1961
ALACE NA DE MINUCI AS 797

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