La primera Ley Federal sobre Monumentos Arqueológicos, 1897

AutorBolfy Cottom
Páginas105-179
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INTRODUCCIÓN
En la teoría jurídica se señala que hay diversas fuentes del derecho, en-
tre ellas las reales y las formales. Las primeras son las que se convierten
en las causas que hacen surgir las normas jurídicas. Podemos referirnos
a causas de orden político o económico, pero también a circunstancias
que por su alto grado de complejidad conllevan a que el Estado se vea
obligado a atenderlas.
Como señalé en el capítulo anterior, el interés del Estado mexi-
cano por la preservación de los monumentos de interés nacional
no se puede explicar por una sola causa, es decir, en realidad es
multifactorial, y uno de esos factores es el que tiene que ver con la
situación de la exploración, investigación y propiedad de los bienes
arqueológicos.
Estos son los ingredientes que constituirán los problemas que pre-
ceden y justifican que el poder legislativo haya elaborado un marco
jurídico que a la larga iría consolidando la acción del Estado en esa
materia. Es decir, un marco jurídico protector de los monumentos ar-
queológicos, será el producto de una serie de vicisitudes que a fin de
cuentas coincidieron con una idea nacionalista, cuyo resultado consti-
tuye el eje vertebral de la legislación tal como la conocemos ahora. Me
refiero en seguida a algunos de estos acontecimientos.
Capítulo II
La primera Ley Federal
sobre Monumentos Arqueológicos, 1897
Bolfy Cottom106
LOS HECHOS QUE PRECEDIERON A LA PROMULGACIÓN DE LA LEY
Noticias periodísticas sobre monumentos
El 14 de diciembre de 1870, en el periódico El Siglo XIX, se daba la
noticia de que en San José Hueyapan, cerca de Tuxtla, en el estado de
Veracruz, se habían descubierto piezas de escultura y otros restos de la
antigua civilización indígena.144
Decía la nota periodística que el administrador Artigas, después
de mandar excavar y extraer aquel objeto, que no era ni de fierro ni de
cobre, descubrieron que se trataba de una “cabeza que tenía marcadas
facciones que caracterizan a la raza etíope, y en el cráneo un yelmo
capaceto” o casco que parecía ser que los mexicanos no habían usado.
Señalaba la misma nota que en 1862, por información de José María
Melgar, que éste había mandado sacar una copia en madera, esculpida
por Luis Palma, y que hasta esa fecha se ignoraba si se habían hecho
estudios sobre aquella pieza arqueológica, por lo que se suplicaba a los
sabios emitieran su opinión.
Se comentaba además que el general Francisco Zérega había escrito
a Juan B. Navarrete, por conducto del señor J.M. Pastor, solicitando la
entrada al Museo de México de otro ídolo de cuerpo entero encontra-
do en la hacienda de Corral Nuevo, propiedad de Navarrete. Así, por
conducto del mismo J.M. Pastor, se había comunicado que se cedía a
tal institución el ídolo solicitado.
El 12 de enero de 1871, El Siglo XIX informaba haber recibido un
cuaderno que llevaba por título Ensayo comparativo entre las pirámi-
des egipcias y mexicanas, cuyo autor era el ingeniero Antonio García
Cubas. Dicho estudio comparaba la grandeza de las pirámides mexi-
canas y las egipcias, con el objeto de enaltecer y posicionar en escala
internacional la llamada cultura mexicana.
144
Aquella noticia periodística se ampliaba al referir los siguientes antecedentes: en 1856
unos operarios del campo perteneciente a la hacienda de San José de Hueyapan, jurisdicción de
Santiago Tuxtla, dieron parte al entonces administrador, don Manuel María Artigas, que en el
punto llamado Tres Zapotes se había encontrado una caldera enterrada, perteneciente sin duda
a la hacienda.
La primera Ley Federal sobre Monumentos Arqueológicos, 1897 107
La hipótesis anterior respecto del fin buscado por la obra de Antonio
García Cubas, se refuerza con el punto de vista de Gustavo Baz,145 quien
el jueves 10 de agosto de 1873 publicó, en el suplemento El Domingo,
un artículo titulado “Arqueología Colonial”. En éste Baz hacía una apo-
logía de las ruinas o monumentos arqueológicos. Así afirmaba que:
La civilización, y sobre todo la de los pueblos que han caído en la tumba
del olvido, se revela no sólo en sus tradiciones, en sus costumbres y en sus
leyendas, sino también en sus utensilios y en sus ruinas. Más fácil es a
veces leer en un paredón o una pirámide en un desierto el carácter de una
nación, o el paso de una raza, que las apreciaciones de escritores vulgares
o de narradores que se dan a sí mismos el título de historiadores.146
En abril de 1877, el periódico El Correo de los Estados publicaba la
noticia de que el gobernador del estado de Yucatán, Agustín del Río,
había dispuesto que la pieza arqueológica conocida como el Rey Chac
Mool, extraída por el arqueólogo Augustus L`Plongeon, en los terrenos
contiguos de las célebres ruinas de Chichén-Itzá, fuera conducida a la
ciudad capital de la república. Tal disposición del gobernador se fun-
daba, según afirmaba la nota periodística, en los deseos de que esa joya
arqueológica aumentara los tesoros de nuestro Museo Nacional y que
fuera estudiada por los científicos y pensadores. Incluso la nota, resal-
145
Gustavo Baz Prada (1894-1987) fue un médico, político y revolucionario mexicano que
ocupó los cargos de gobernador del Estado de México, senador y secretario de Salubridad y Asis-
tencia, entre otros. En 1908 ingresó a la Escuela Normal de Guadalajara, Jalisco. Fue en 1912, en el
Instituto Científico y Literario de Toluca, cuando concluyó los estudios preparatorios. Un año más
tarde, con una beca que le concedió el Colegio Médico Militar y con el grado de sargento inició
la carrera de medicina. En 1914 se incorporó a la en Revolución mexicana las tropas de Vicente
Navarro en la Sierra de la Cueva, en el cerro del Ajusco. En 1915, poco antes de cumplir 21 años
y al triunfo del Plan de Ayala, lo habilitaron general brigadier y ciudadano, para ser designado
gobernador revolucionario del Estado de México, cargo en el que permaneció aproximadamente
un año. Con el triunfo de las fuerzas constitucio nalistas, comandadas en est a región por Pablo
González, abandonó el poder y en 1916 renunció a su grado de general brigadier zapatista para
continuar con sus estudios de medicina. En 1920, siendo pasan te de me dicina, Gustavo Baz
realizó la primera sutura vascular en el laboratorio de fisiología de la Escuela de Medicina, como
práctica para una tesis profesional y obtuvo su título como médico cirujano y partero. El 11 de
octubre de 1935 fue nombrado director de la Escuela Nacional de Medicina y, al mismo tiempo,
de la Escuela Médico Militar. Ese mismo año figuró como presidente de la Academia Nacional de
Medicina. En 1938, fue electo rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. http://
es.wikipedia.org/wiki/Gustavo_Baz (consulta, septiembre de 2007).
146
Tanto esta referencia como la anterior, puede n consultarse en la obra de Ida Rodríguez
Prampolini, 1997.

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