El primer proyecto constitucional para el México independiente

AutorJuan Pablo Pampillo Baliño
Páginas32-35

Page 32

Fray Melchor de Talamantes Salvador y Baeza nació en la ciudad de Lima, Virreinato de Perú, el 10 de enero de 1765. Hizo sus primeros estudios con fray Manuel de Alcocer e ingresó posteriormente a la Orden de la Merced, para después estudiar y graduarse como doctor en teología en la Universidad de San Marcos, donde fue opositor a las cátedras de filosofía, teología y Sagrada Escritura.

Su inteligencia y sus estudios lo llevaron a ocupar desde muy joven posiciones de gran importancia, habiendo sido apenas a los 28 años asistente del virrey Francisco de Gil y Lemus.

A pesar de no contar con mayores datos sobre la vida de Talamantes en Lima, sabemos que conoció al doctor Hipólito Unanue, precursor de la independencia de Perú, y es posible conjeturar con fundamento que tuvo acceso a diversas lecturas que completaron su formación intelectual con las últimas ideas del liberalismo y de la Ilustración.

Es posible que, anticipándose a una investigación del Tribunal del Santo Oficio —que eventualmente había de apuntar en su dirección varios años después—, Talamantes desembarcó en Acapulco en noviembre de 1799, hospedándose en el convento principal de la Merced en la Ciudad de México. De su estancia en la capital de la Nueva España sabemos que debió serle bastante cómoda, pues no guardaba sino relativamente la clausura, dedicando largas horas al estudio y asistiendo a diferentes tertulias. Además, poco tiempo después de haberse establecido, empezó a participar en diversos actos públicos de relieve, relacionándose con algunos de los personajes más prominentes de la Ciudad de los Palacios.

La consideración social e intelectual que alcanzó le valió que el virrey José de Iturrigaray lo nombrase en enero de 1807 principal comisionado para reunir y ordenar diversos documentos relativos a las Provincias Internas, con el propósito de fijar los límites entre Texas y la Luisiana. La titánica empresa que desarrolló a título honorífico le permitió consultar diversas bibliotecas públicas y visitar varias particulares, compilando preciosas informaciones que habrían de ser la base del trabajo que después se le habría de encargar al padre Pichardo.

Sin embargo, en 1808, el desasosiego que trajo consigo la noticia de la abdicación de los reyes de España y de la invasión napoleónica a la metrópoli, capturó de inmediato la atención de fray Melchor. Del 14 de julio, cuando llegaron las primeras noticias, al 16 de septiembre, en que fue depuesto el virrey Iturrigaray y aprehendido Talamantes, los sucesos que se desarrollaban en la península —motín de Aranjuez, ocupación francesa, abdicaciones de Bayona, levantamientos y formación de diversas juntas— conmocionaron a las colonias, pero particularmente ocuparon a Melchor de Talamantes, quien se dedicó a externar sus puntos de vista —de palabra y circulando sus escritos— en las tertulias de los marqueses de Ulua-pa y de Guardiola, en el Portal de Mercaderes, en la Relojería de Blasio y en entrevistas con el fiscal de lo civil de la Real Audiencia, Ambrosio Sagarzurrie-ta, así como con algunos síndicos del ayuntamiento, como Juan Francisco de Azcárate y Francisco Primo de Verdad y Ramos.

En aquellos difíciles meses, la opinión fue unánime en su condena a la invasión napoleónica y a la usurpación de la monarquía. Sin embargo, dicha opinión se dividió en dos grupos respecto a la actitud que debía asumir el virreinato. Por un lado, la facción representativa de los intereses peninsulares —arraigada en el seno de la Real Audiencia— consideraba que el gobierno de la Nueva España debía proseguir sin ninguna alteración, reconociendo la autoridad de las juntas peninsulares. Por el otro lado, el partido...

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