Primer Principio. El pueblo es libre y soberano. El poder público se instituye para beneficio del pueblo

AutorEnrique Uribe Arzate
Páginas26-30
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La Constitución del pueblo y para el pueblo: reminiscencias y desafíos
El armado de este Decálogo toma en cuenta la totalidad de artículos de la
Constitución y, por ende, todos los conceptos y las declaraciones que ahí se
han escrito.
Este ejercicio nos ha permitido identicar las grandes decisiones, adoptadas por el
pueblo mexicano a lo largo de su historia.
Por eso, al margen de los artículos concretos que señalan alguna de estas decisio-
nes fundamentales, nos ha parecido más interesante identicar los contenidos para que
el lector comprenda de manera integral qué es la Constitución, en el entendido de
que no todo lo que dice la Carta Magna —particularmente lo que se le ha ido agre-
gando en los últimos sexenios de manera coyuntural— es genuinamente constitucio-
nal, es decir, fundamental para el pueblo de México.
PRIMER PRINCIPIO
El pueblo es libre y soberano. El poder público se instituye para benecio del
pueblo
Todos los habitantes somos libres; aquí no hay esclavos y todos somos iguales; en virtud
de esta igualdad, la Constitución establece que todos los habitantes gozaremos de los de-
rechos humanos y de su protección; en consecuencia, está prohibida la discriminación.
La soberanía, ayer y ahora, es el principio rector de la vida pública. Por eso, el go-
bierno debe procurar la aquiescencia entre lo que se decide desde la “cosa pública”
y los anhelos de los habitantes. La Constitución centenaria debe servir para que la
voluntad del pueblo, sea invariablemente respetada.
Para su comprensión cabal, diremos que la soberanía es la máxima expresión de vo-
luntad colectiva. La soberanía es capacidad, posibilidad y potencia. El pueblo es sobe-
rano en la medida que puede marcar el sentido de su trayecto, como mejor le acomode.
A lo largo de nuestra historia, esta capacidad para decidir, nos llevó de un lado a
otro, casi siempre en términos radicales; así, por ejemplo, del centralismo íbamos al
federalismo y luego de vuelta; de un régimen republicano pasábamos a uno monár-
quico y luego de vuelta. Como sabemos, todo el siglo XIX se fue cuajando a través
de estos ensayos en busca de la patria; en el siglo XX, la revolución que demandó el
sufragio efectivo y condenó la no reelección, comenzó la forja de instituciones y de
un régimen cuasi dictatorial que no se ha ido.
Hoy, una mirada retrospectiva debe ser menos ácida cuando juzgamos a los mexi-
canos de ayer. Las referencias con que la historia tilda de traidores a ciertos actos de
ese entonces, deberían ser objeto de un análisis más puntual y contextual, pues la
mirada de los mexicanos del siglo XXI, difícilmente puede ser absolutamente obje-
tiva, cuando la literatura, la historia ocial y las inercias, entronizan a ciertos actores
y condenan a otros.

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