La prevención social del delito en diez retos

AutorEunice Rendón
Páginas159-178

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Eunice Rendón*

SUMARIO: 1. Violencia y eficacia colectiva; 2. Acciones clave en el camino de la prevención en México; 3. Retos para la prevención en diez.

EL OBJETIVO central de toda política de seguridad pública debe ser evitar y reducir los daños de la violencia y de la delincuencia en la población. Para lograrlo de manera sostenida, es necesario contar no sólo con estrategias reactivas y de control sino también con estrategias que atiendan sus causas. Disuadir con esquemas punitivos es tan importante como prevenir los factores sociales que provocan estos fenómenos. Para atender las causas de la delincuencia es necesario identificar los factores asociados con el riesgo de ocurrencia, frecuencia, persistencia o duración del delito en un entorno dado. Dichos factores, además, tienden a estar interrelacionados y se deben considerar de forma acumulativa; es decir, entre más factores de riesgo estén presentes a lo largo de la vida de las personas, sobre todo en edades tempranas, mayor será la probabilidad que se involucren en actos delictivos.

Los factores de riesgo se clasifican de acuerdo con los distintos ámbitos en los que los individuos se desenvuelven. Algunos de los ejemplos puntuales son: en el ámbito individual, el embarazo temprano y el con-

* Eunice Rendón es doctora en Políticas Públicas por el Instituto de Estudios Políticos de París; es consultora y experta en prevención de la violencia, seguridad y comunidades en situación de vulnerabilidad. Es investigadora SNI I Conacyt. Ha trabajado en organismos internacionales y en prevención de la violencia en diversas instituciones de gobierno como la Secretaría de Salud y la Secretaría de Gobernación. Dirigió el Instituto de los Mexicanos en el Exterior de la SRE.

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sumo de drogas; en el ámbito familiar, por ejemplo, se han identificado el maltrato infantil y los antecedentes delictivos de los padres; en el ámbito escolar, el bajo rendimiento académico y la deserción; en la relación entre pares, la presencia de pandillas en la comunidad o amigos con antecedentes delictivos y, finalmente, en el ámbito comunitario o social, los bajos niveles de ingreso, la desocupación o la presencia de armas, entre otros.1El marco teórico de la prevención social del delito está fundamentado en tres perspectivas: la del desarrollo: relacionada con aquellos factores y situaciones con los que crece y se desarrolla una persona en los ámbitos tanto individual, como familiar y comunitario, la relación que se genera entre pares y en los ambientes escolares y laborales en los que las personas se desenvuelven. La segunda perspectiva es la comunitaria: vinculada con la capacidad de una comunidad para organizarse e impactar en diversos aspectos, incluyendo la seguridad en su interior. La tercera es la situacional: considera y trabaja sobre el entorno físico, y busca generar las condiciones y los elementos adecuados para que no exista, o para que en su caso se disminuya la oportunidad del crimen a través del espacio público, la iluminación y los cambios estratégicos en el entorno comunitario.2Asimismo, la prevención cuenta con tres niveles de atención. La primaria o universal, dirigida a toda la población y considerando macroelementos que permitan evitar el crimen y la violencia antes de que sucedan. En un escenario ideal, se trata de que la prevención incluso dote a los más pequeños de herramientas cognitivo-conductuales, y se fortalezcan sus habilidades para la vida de forma tal que les permita superar las adversidades que (seguramente) enfrentarán a lo largo de su vida y que, sin las habilidades adecuadas, pueden empujarlos a cometer o vivir actos de violencia y delito. La prevención secundaria o selectiva, basada en estrategias o intervenciones dirigidas para aquellos grupos en mayor riesgo o con mayor propensión a caer en conductas delictivas o violentas por los factores de riesgo y contexto al que han estado expuestos. Finalmente, la prevención terciaria o focalizada,

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diseñada para aquellos que ya cometieron un delito. Este tipo de prevención apuesta por la reinserción para evitar la reincidencia de los individuos que ya han delinquido o participado en dinámicas violentas.3Este capítulo tiene como objetivo brindar un panorama de lo que las estrategias relacionadas con la prevención social de la violencia y el delito buscan y pueden lograr. Asimismo se presentan, en la primera parte del capítulo, los conceptos y la teoría principal del tema, a la luz de consejos y aseveraciones derivadas de experiencias en campo y evidencia. En la segunda parte, se presentan algunos elementos clave que toda intervención en materia de prevención social debe procurar con la finalidad de aumentar las posibilidades de éxito en la tarea de disminuir la violencia y el delito. Finalmente se exponen, de manera resumida, diez retos o lecciones aprendidas a partir de la historia de la prevención y experiencias en nuestro país.

Violencia y eficacia colectiva

La violencia ha dejado graves efectos y sufrimiento en el mundo y se define según la Organización Mundial de la Salud (OMS), como: “el uso intencional de la fuerza física o el poder, real o por amenaza, contra la persona misma, contra otra persona, o contra un grupo o comunidad, que puede resultar en muerte, lesión, daño psicológico o problemas de desarrollo”. Es así que sus efectos han ido más allá de la mortalidad, es decir, generan morbilidades importantes, tales como discapacidad y enfermedades mentales, depresión y trastornos postraumáticos causados por el estrés, entre otros. Asimismo, las consecuencias de la violencia impactan en los recursos con los que cuenta cada país para enfrentar las necesidades en diversas políticas y sobre diversos sectores de la sociedad.4Para comprender y hablar de políticas y acciones de prevención social de la violencia y el delito, es fundamental entender el concepto central de la seguridad ciudadana, esto es la eficacia colectiva.

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Ésta es definida por Robert J. Sampson como el vínculo entre la confianza y cohesión que existe entre vecinos y la voluntad de organizarse y actuar a favor del bien común.5Para Higgins y Hunt, la eficacia colectiva “es el pegamento que une a un vecindario. Es aquello que sirve para explicar por qué algunas comunidades combaten el crimen y el desorden y otras no. Pueden ser pequeñas acciones como hacerle preguntas a extraños, llamar a la policía cuando un vecino necesita ayuda, ayudarle a un viejo a retirar la nieve de la entrada de sus coches o asistir a reuniones de vecinos o consejos ciudadanos. Los gobiernos y las policías locales pueden trabajar con organizaciones y miembros de la comunidad en acciones de mayor calado para atender problemas y mejorar los niveles de eficacia colectiva como limpiar basura, recuperar espacios, reparar casas dañadas o atraer nuevos negocios a la comunidad”.6Para tener éxito en las diversas políticas y acciones relacionadas con el tema se debe lograr eficacia colectiva. Las estrategias implementadas deben lograr que las personas se involucren activamente, se conozcan y sobre todo se organicen en torno a las dinámicas comunitarias, incluidos los temas de seguridad. Se deben sentar las bases y herramientas que contribuyan a provocar y alimentar la cohesión entre vecinos, a trabajar y fomentar la identidad y el sentido de pertenencia, al tiempo de construir agendas y temas de común interés y resolución pacífica. Asimismo, es fundamental entender que, para lograr cambiar las dinámicas y el comportamiento delictivo que puede existir en un lugar determinado, se requiere un trabajo que considere a la gente como el activo principal. Se deben entender las problemáticas, necesidades y oportunidades de las comunidades y los lugares en los que se llevan a cabo este tipo de políticas para, de esta forma, diseñar trajes a la medida, focalizados, que realmente impacten y cambien la situación en los mismos.

Algunas de las cifras positivas en los últimos años con respecto a este tema, especialmente entre 2013 y 2015, es un incremento significativo de la capacidad de las comunidades para organizarse y resolver los

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problemas de inseguridad de la mano con la autoridad. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización (Envipe, 2014), el porcentaje de gente que dijo haberse organizado para solucionar los problemas de robo en su comunidad, pasó de 22.7% en 2013 a 29.6% en 2015.

Acciones clave en el camino de la prevención en México

En México, las primeras estrategias integrales en materia de prevención social de la violencia y la delincuencia empezaron hace algunos años. En este sentido, se pusieron en marcha entre 2010 y 2013, algunas estrategias relacionadas con el tema en lugares como Aguascalientes, Nogales, Acapulco, Tijuana siendo el más emblemático el caso de Ciudad Juárez, lugar en el que disminuyó significativamente la incidencia delictiva y el contexto de violencia que se vivía en el 2010. Es en este contexto que se crea la Ley para la Prevención Social de la Violencia y se obliga por primera vez, a través del Subsidio para la Seguridad, a trabajar primero con el 10% y luego en el 2012 a invertirle el 20% del recurso total a temas de prevención social. Más tarde en 2013, con el cambio de administración, se pone en marcha el Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y el Delito con 2 500 millones de pesos, es decir, recursos frescos y dedicados por primera vez a esta política novedosa y necesaria. Durante cuatro años dicha política logró implementarse en las 32 entidades en alrededor de cien municipios. Con esto se lograron algunos avances relevantes, principalmente en materia de cultura de la prevención, es decir, se trabajó y consiguió concientizar y hacer trabajar a las autoridades estatales y municipales en esquemas de...

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