Se prepara y consuma la traición

AutorAbel Camacho Guerrero
Páginas141-153

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Llegamos en nuestro relato a los albores de uno de los movimientos sociales que más conmovieron y trascendieron en la vida del país: la Revolución Constitucionalista; pero ¿cuáles fueron las causas a que se le dio esta nueva conflagración y qué de sus resultados?

El gran movimiento político militar de 1913 vino a continuar la evolución del pueblo truncada al concluir la Guerra de Tres Años.

Dos hechos resaltan como producto de este impulso revolucionario: la Constitución de 1917, que conmovió y remodeló las instituciones nacionales, fundamentalmente con sus artículos 3, 27, 123 y 130, y la presencia en la vida pública del país de toda una legión de bravos luchadores, que se revelaron e incrustaron sus nombres en la historia, al amparo de la revolución. De la primera de estas dos cosas nos ocuparemos al hablar del Congreso Constituyente. En la segunda la ilustraremos con la sencilla anécdota que narramos en seguida:

Al comenzar la década de los cuarentas vivíamos en la ciudad de La Paz, B.C. El general Francisco J. Múgica era Gobernador y Comandante Militar en el Territorio Sur californiano. El general don Lázaro Cárdenas después que entregó el Poder Ejecutivo al general Ávila Camacho, fue designado por éste Comandante Militar del Pacífico. Yo era Secretario del primero de estos dos jefes militares. Eran los días en que la Segunda Guerra Mundial alcanzaba dimensiones colosales. Determinado día viajábamos de Mazatlán a Guadalajara en ferrocarril. El general Cárdenas, en medio de una conversación con tema cualquiera, dijo su amigo el general Gobernador, que varias veces se había preguntado qué hubiera sido de ellos sin la revolución, a lo que rápidamente contestó el segundo: "Usted tejedor de rebozos y yo profesor de escuela rural". Sonrió el general Cárdenas. No se comentaron ni la pregunta ni la respuesta, y la conversación varió de nuevo, siguiendo otra vez un tema cualquiera.

Esta anécdota se ha quedado profundamente grabada en mi memoria ampliando la esfera de interrogación a la vida de tantos y tantos hombres que llegaron a desempeñar un papel de gran preponderancia en la vida mexicana a causa de la Revolución Constitucionalista, y al pensar concretamente en muchos de ellos, pienso

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también, concediendo la mayor importancia a este pensamiento, qué hubiera sido del país sin esta revolución.

Expuesto lo anterior, que nos sirve de túnel para volver al campo que ampara el título de este capítulo, recordemos que el interinato del presidente Francisco León de la Barra no fue para el gobierno del señor Madero sino fermento de reaccionarios.

Don Francisco Madero, dijimos, tomó posesión de la Primera Investidura del país el 6 de noviembre de 1911. El Gabinete Presidencial que nombró y que fue motivo de alta preocupación para los observadores, sea el caso acucioso de Francisco J. Múgica se integró con tres clases de elementos:

Partidarios de la Revolución. Abraham González, Gobernación; de preparación intelectual nula y sincero revolucionario; Manuel Bonilla, Comunicaciones; y Miguel Díaz Lombardo, Instrucción Pública. Los tres incoloros como factores probables de la transformación social de México.

Ajenos a los intereses de la Revolución. Manuel Vázquez Tagle, Justicia; y el General José González Salas, Guerra y Marina. El último general porfiriano, leal, honrado, hombre de honor cual más, desvinculado en lo absoluto de los principios, propósitos y metas de la revolución.

Enemigos de la Revolución. Manuel Calero, Relaciones; Rafael L. Hernández,

Fomento; y Ernesto Madero, Hacienda.

Las tres categorías de tan disímbolos Secretarios de Estado correspondían a las tres corrientes de la vida nacional, y es que el señor Madero quiso, anheló y soñó con armonizar las fuerzas revolucionarias y conservadoras, y por esto, en vez de tomar partido por la que según él debería ser la base firme de su régimen, y sostenerla, como era de esperarse, para domeñar a la opositora, las reunió sin lograr ejercer efectivo control sobre ellas, con lo que dio oportunidad a elementos reaccionarios representantes del ayer a aparentemente derrocado para que destruyeran su gobierno y a él lo condujeran al martirio.

El gobierno maderista tenía, entre los problemas que más lo acicateaban la rebelión zapatista. Madero designó a don Gabriel Robles Domínguez para que estableciera contacto con Emiliano Zapata y se esforzara por llegar a un acuerdo de paz con él.

Zapata presentó las siguientes bases para comprometer su pacificación:

  1. Retiró del general Ambrosio Figueroa del gobierno del Estado de Morelos.

  2. Promulgación de una ley que mejorara las condiciones de vida del hombre de campo.

  3. Que se retiraran las fuerzas federales del Estado y se sustituyeran con tropas el gobierno, procedentes de Hidalgo y Veracruz; que mientras se efectuaba ese cambio militar, permanecieran armados quinientos soldados zapatistas, para asegurar la tranquilidad, dependiendo estos elementos de la secretaría de Gobernación.

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  4. Que se indultara a todos los elementos armados; se extendieran salvoconductos a los jefes zapatistas y quedara un grupo de cincuenta hombres de sus elementos, como garantía de seguridad en Villa de Ayala.

  5. Que él, Emiliano Zapata, se comprometía a no intervenir en los asuntos del gobierno del estado de Morelos.

  6. Que el gobernador de la entidad federativa fuera nombrado por los principales jefes revolucionarios de Morelos, de acuerdo con el presidente Madero.

    Madero no aprobó los puntos que integraban la proposición zapatista y como consecuencia de la actitud presidencial, Emiliano Zapata dio a publicidad, con fecha de 28 de noviembre de 1911, su famoso Plan de Ayala, que fue la voz de guerra.

    Al ritmo de los acontecimientos anteriores arreciaba la campaña reaccionaria contra Madero y sus hombres.

    Emilio Vázquez Gómez y Jesús Flores Magón saltaron a la palestra con el apoyo del resucitado Centro Anti reeleccionista.

    El licenciado Emilio Vázquez Gómez fijó como fecha para iniciar su movimiento armado contra el señor Madero, el día que éste debería hacerse cargo del poder Ejecutivo, y como en realidad quedó solo porque el pueblo no lo secundó, difundió una comunicación fechada el 15 de diciembre de 1911, bajo el nombre de un nuevo Plan de Tacubaya, formulado y redactado en realidad en Texas, Estados Unidos, que modificaba el Plan de San Luis Potosí y proponía llevar a la Presidencia de la República al mismo Emilio Vázquez Gómez.

    Asediado el gobierno revolucionario de don Francisco Madero, se produjeron dos insurrecciones.

    Primera Insurrección. El general Bernardo Reyes, expatriado en Estados Unidos, cruzó la línea fronteriza el día 13 de diciembre de 1911, en marcha de guerra contra el gobierno.

    El general Reyes no tuvo respuesta popular a su favor. Sin pena no gloria se rindió ante un cabo rural en Linares, N.L. El presidente Madero, fiel a sus convicciones humanitarias, en vez de fusilarlo, hizo que se le internara en la prisión de Tlatelolco, en la Ciudad de México y se le sometiera a proceso.

    Segunda Insurrección. Pascual Orozco se sublevó también contra el gobierno maderista. El día 27 de febrero de 1912 tomó la plaza de Ciudad Juárez y lanzó in manifiesto que firmaron con él Lázaro Alanís, Marcelo Caraveo, Emilio Campa, José Inés Salazar, José Córdoba y David La Puente. El manifiesto en cuestión fue fechado el 25 de marzo de 1912 en la ciudad de Chihuahua. En el mismo se reconocía la jefatura de Emilio Vázquez Gómez y entre otras cosas, para que fijemos la posición del movimiento orozquista, se decía: "La revolución maderista fue nociva a la patria porque desde que se inició, fue incubada en germen de traición, porque llevaba como principales elementos de combate el dinero yanqui y la falange de filibusteros mercenarios que sin ley, sin honor y sin conciencia, fueron a asesinar a nuestros hermanos".

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    Innecesario es comentar divo manifiesto animado con demagogia pobre. El licenciado Emilio Vázquez Gómez se trasladó a Ciudad Juárez para asumir allá la Primera Jefatura del País. Mientras llegaba Vázquez Gómez a ciudad Juárez, el general porfiriano Luis Terrazas, hizo donación de cien mil pesos a Pascual Orozco. Los cien mil pesos iluminaron el cerebro de don Pascual y éste se apresuró a rendir ferviente elogio al ejército federal y declarar que el destierro de Porfirio Díaz era una vergüenza.

    Pascual Orozco reunió hasta seis mil hombres arados. Presentó batalla en Cañón de Rellano el general González Salas, militar pundonoroso, se suicidó por haber sido...

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