Prefacio

AutorSheldon S. Wolin
Páginas19-20
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PREFACIO
En este libro he intentado describir y analizar algunos de los continuos y cam-
biantes problemas de la filosofía política. En muchos círculos intelectuales de
la actualidad, existe una marcada hostilidad, e incluso desprecio, hacia la filo-
sofía política en su forma tradicional. Espero que esta obra, si no hace reflexio-
nar a aquellos que están ansiosos de desechar lo que resta de la tradición de la
filosofía política, logre al menos poner en claro qué debemos descartar.
Si bien el enfoque adoptado en esta obra es histórico, no ha sido mi inten-
ción ofrecer una historia amplia y detallada del pensamiento político. En tér-
minos generales, la selección de un enfoque histórico fue determinada por la
creencia de que ese enfoque representa el mejor método para comprender las
preocupaciones de la filosofía política y su índole como empresa intelectual.
También estoy convencido de que una perspectiva histórica es más eficaz que
cualquier otra para exponer la naturaleza de nuestras dificultades actuales; si
no es la fuente de la sabiduría política, al menos es una condición previa a ella.
El lector pronto descubrirá que se han omitido numerosos temas y autores que
normalmente se incluyen en las historias generales y que, en otros aspectos, me
he apartado en forma considerable de las interpretaciones corrientes. Cuando
hay omisiones importantes, como sucede con gran parte del pensamiento polí-
tico medieval, no deben ser consideradas pruebas de un juicio adverso de mi
parte, sino sólo como el accesorio inevitable de una labor que es básicamente
interpretativa.
Mis deudas intelectuales son numerosas y me complazco en reconocerlas.
A los profesores John D. Lewis y Frederick B. Artz de Oberlin College les debo
más de lo que alguna vez pueda retribuirles. Desde mis días de estudiante y
hasta el momento actual, ellos han combinado las funciones de maestros, eru-
ditos y amigos y me han alentado a emprender una tarea de este tipo. También
quisiera expresar mi gratitud a los profesores Thomas Jenkin de la Universidad
de California en Los Ángeles y Louis Hartz de la Universidad de Harvard por
leer todo el manuscrito y hacerme sugerencias para mejorarlo; a mi colega el
profesor Norman Jacobson, con quien he analizado algunos de los problemas
del libro y que ha sido una fuente inagotable de estímulo intelectual; al señor
Robert J. Pranger, quien no sólo me ahorró la tediosa tarea de rastrear numero-
sas referencias sino que también criticó la formulación temprana de algunas de
las ideas expuestas en el último capítulo, y, sobre todo, a otro de mis colegas, el
profesor John Schaar, cuyo gusto selectivo e inteligencia contribuyeron grande-
mente a todo mérito que pueda tener esta obra.
También agradezco a varias mecanógrafas su habilidad, cooperación y pa-

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