Del Porfiriato a la revolución institucionalizada

AutorMaría del Carmen Nava Polina
Páginas29-44
29
Inexistencia de
partidos políticos
Formación
histórica
de un bloque
mayoritario
3. Del Porfiriato a la revolución institucionalizada
Los movimientos armados, las confrontaciones políticas, los cambios
constitucionales, las disoluciones del Congreso, el transcurso de dos im-
perios, la construcción de la representación de los legisladores, así como
la falta de claridad en las facultades del Poder Ejecutivo y sus desen-
cuentros con el Legislativo, fueron elementos constantes en el siglo xix.
Las organizaciones que se hicieron llamar partidos políticos fueron
en realidad movimientos que no contaban con una base social sobre la
cual pudieran fincar su organización de manera coordinada y perma-
nente; los formaban personas que coincidían en opiniones y defendían
ideas semejantes, pero no existía un vínculo electoral que enlazara el
conjunto de intereses con los legisladores, y a éstos con sus electores,
para así tomar decisiones políticas mediante un cauce institucional y
una base de representatividad social.
Ahora bien, el siglo xx inició con el Porfiriato en plenitud para
ver su caída una década más tarde y el comienzo de la Revolución.
Con ésta, se estableció una nueva Constitución Política, la de 1917
(que es la actual) y los liderazgos políticos estaban encabezados por
caudillos, es decir, por personas que mantenían el poder más allá de un
marco de legalidad, de puestos públicos o de representación. No exis-
tieron partidos políticos estructurados y de largo aliento, sino hasta la
década de los años treinta, momento en que el Congreso llegó a con-
tar con legisladores con posibilidad de reelegirse. En ese contexto, la
confrontación de las Cámaras con el Presidente fue muy marcada, casi
hasta la década de los cuarenta.
Hasta ese momento, México vivió una época de formación
de instituciones, de legislación, de construcción de partidos políticos.
La beligerancia en el debate y la diversidad política en la integración
del Poder Legislativo fue disminuyendo con los años para confor-
mar un bloque mayoritario que facilitaba al Presidente la aprobación
de sus propuestas y, por ende, gobernar. Esto dio pie, sin embargo,
a que durante décadas un solo partido político abarcara y tomara
las decisiones constitucionales, legales, políticas y administrativas de
México. Fue hasta finales de los años ochenta cuando surgió la posi-
bilidad de reformar la Constitución sin depender solamente de los
votos del partido en el gobierno; ése fue el inicio de la recuperación
de la pluralidad política. En esa etapa, el país ya contaba con mayores
elementos institucionales y legales, así como con la comprensión sobre
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30 El Congreso
Necesidad de
crear un partido
político
Los últimos años
de la presidencia
de Díaz
Madero
y la no reelección
la necesidad de acordar y negociar con el adversario propuestas legisla-
tivas y parlamentarias. Es justo para el cambio de siglo y de milenio,
en el año 2000, cuando México optó por cambiar de partido en el
gobierno. La experiencia de ejercer un gobierno dividido se intensi-
ficó aún más, siendo éstas las condiciones que existen hasta el día de
hoy. El capítulo siguiente tratará, precisamente, sobre el desarrollo
de esos acontecimientos.
3.1 Caída del Porfiriato e inicio de la Revolución
En 1903, debido al estado de enfermedad del presidente Porfirio Díaz,
un grupo de políticos, encabezados por José Yves Limantour, secre-
tario de Hacienda, comenzó a considerar por primera vez la existencia
de un mecanismo de sucesión del régimen político que preparara el
cambio presidencial después de más de tres décadas de permanencia.
Limantour consideraba necesario “crear un fuerte partido gobier-
nista, capaz de asegurar la transmisión tranquila del poder (…) para
librar al país de una grave conmoción política”, frente a lo cual Díaz
no aceptó más que la creación de una vicepresidencia. Una vez más,
al igual que en el siglo xix, se percibía la necesidad de contar con un
partido político, ya que el sistema político mexicano necesitaba de
un aparato institucional que rigiera los vaivenes de los cambios presi-
denciales y determinara concretamente sus alcances y características.
Siete años después, en 1910, Justo Sierra mencionó que “no había par-
tido político, agrupación viva y organizada en torno a un programa,
sino solamente en torno a un hombre”.
En octubre de 1910, Francisco I. Madero proclamó el Plan de
San Luis, el cual hacía un llamado al pueblo mexicano a levantarse en
armas, desconocer la reelección de Díaz en el cargo de presidente
de la República (validada, sin embargo, por el Congreso), anular las
recientes elecciones y convocar a nuevos comicios. Además, promovía
la no reelección como un principio supremo. Fue en mayo de 1911, en
Ciudad Juárez, cuando se firmó la paz entre el gobierno de Díaz y los
seguidores de Francisco I. Madero. Díaz renunció más tarde a la presi-
dencia y se exilió en Francia, donde murió en 1915. Mientras tanto, se
convocó a elecciones en las que Francisco I. Madero salió triunfante,
asumiendo el Poder Ejecutivo el 6 de noviembre de 1911 con José
María Pino Suárez en la vicepresidencia.
En palabras de la historiadora Gloria Villegas:
Las confrontaciones que sucedieron a la instalación del go-
bierno maderista, la contrarrevolución militar que lo derrocó
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