Algunos filósofos y políticos creadores del Estado moderno

AutorJosé Antonio Arrubarrena Aragón
Páginas77-125
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CAPITULO 5
ALGUNOS FILOSOFOS Y POLÍTICOS
CREADORES DEL ESTADO MODERNO
5.A. EL ENCICLOPEDISMO Y LA ILUSTRACION
¿FUNDAMENTO FILOSOFICO-POLITICO DEL ESTADO MODERNO?
La línea Revolucionaria que se viene exponiendo, lejos de caducar
pareciera que sigue latente para que en el Renacimiento, irrumpa en la
conformación del típicamente llamado Estado Moderno, toda vez que
Maquiavelo y demás que expondremos, por adhesión implícita o aceptada, logran
sentar las bases netamente políticas del pensamiento cabalista, y de esta
manera moldean un Estado que quiere “ser como Dios” en típica perspectiva
revolucionaria, naturalista, inmanente, secular, absolutista por más que a pretexto
de la razón se “naturalicen” y en otras ocasiones inventando pactos, perfilan
el omnímodo Príncipe, que es Soberano con Bodino, clasista en la Sociedad Civil
de Locke o en Partidos Políticos con Burke, en Leviatán con Hobbes hasta
influir al naturalismo absolutista de Rousseau. Como quiera que es en estos
personajes que básicamente la Cábala se hace propiamente política, nos
ocuparemos de sus tesis, aclarando que desde luego no son los únicos, si bien
los mas señalados, reiterando lo que ya hemos expuesto hasta la saciedad:
estos autores por simpatía, ignorancia, convencimiento o pragmatismo, razones
históricas, intereses personales, etc, han hecho coincidir sus propuestas con
las que plantea el cabalismo.
Abordaremos el tema en dos partes. En la que identificamos como
“5.A.” nos ocuparemos del Enciclopedismo y la Ilustración. En la que llamaremos
“5.B.” trataremos del Racionalismo y el Idealismo.
5.A.1. EL HUMANISMO DE LA ILUSTRACION.
Llerena y Ventura, nos parece que describen muy acertadamente la
Ilustración y su humanismo, por lo que con ellos75, decimos: “Característica común
75 Llerena y Ventura, op. cit, Pág. 17 a 19.
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a las distintas escuelas que pueden englobarse bajo esta denominación
es su inmanentismo, el que, como actitud filosófica, consiste en la
reducción de toda la realidad al sujeto, el que es tenido como causa,
principio y término, de toda la actividad creadora. Es a este humanismo al
que De Lubac llama humanismo ateo puesto que, luego de negar la
existencia de todo lo sobrenatural niega consiguientemente la realidad
de un Dios Creador y Providente. El humanismo de raíz ilustrada agota la
vida del hombre en su vida terrenal y concluye reemplazando el teísmo
(creencia en Dios, Creador y Providente) por la creencia en el progreso,
en un progreso sin término y constante (indefinido), lograble a través
de la ciencia y de la razón humana. Curiosamente el ateísmo de factura
ilustrada generó doctrinas de carácter panteísta -tal como sucede con
Hegel- o nuevas formas de paganismo, entendiendo por tal la sustitución
del culto a Dios por el culto a sus criaturas, como sucede con las
cosmovisiones materialistas que habrán de servir de sustento a las formas
políticas totalitarias centradas en el racismo o la deificación de la
Nación, y aun en las concepciones más modernas de carácter
tecnocrático donde la producción se convierte en fin en sí misma y el
hombre en mero instrumento para producir. Estas desviaciones son las que
sirven de fundamento a esta afirmación de De Lubac: “Es falso que el
hombre no pueda organizar la tierra sin Dios. Pero es cierto que sin
Dios sólo puede organizarla contra el hombre. El humanismo exclusivo
es un humanismo inhumano.
“Para estos “humanismos” la razón humana habrá de crear, a través
de la ciencia, un Estado ideal en el cual todos los hombres serán felices y
donde el mal estará ausente. “La novedad más notable que ofrece la
Ilustración -reflexiona Brinton-, la idea que hace de ésta una cosmología,
es la creencia de que todos los seres humanos pueden alcanzar aquí sobre
la tierra un estado de perfección que hasta ahora sólo se ha creído
posible, en el pensamiento occidental, para los cristianos en estado de
gracia y eso sólo después de su muerte.
“En lo inmediato, esto es, en el mismo siglo XVIII, de esta concepción
del hombre derivaron dos tendencias políticas: la del llamado despotismo
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ilustrado y, luego de ésta, la democracia rousseauniana. La primera
ponía su confianza en las reformas que un grupo escogido de gobernantes
-filósofos- podía inspirar y realizar para conformar la sociedad con la
razón. La segunda, parte del supuesto de la bondad innata del hombre,
no vulnerada por el pecado original, cuya existencia se había negado
explícitamente. En esta negación sustenta precisamente Rousseau su
doctrina de la bondad natural del hombre y pretende que a través de la
Voluntad General encuentre el bienestar, que se resume en la felicidad.
“Felicidad inmediata: hoy, en seguida, eran las palabras que
contaban, mañana parecía ya tardío a aquella impaciencia...” “De las
beatitudes, gusto anticipado del cielo, ya no se ocupaban los que sustituían
a los antiguos maestros: una felicidad terrena es lo que querían. Su
felicidad era cierto modo de contentarse con lo posible, sin pretender
lo absoluto; una felicidad hecha de mediocridad, de justo medio, que
excluía la ganancia total, por miedo a una pérdida total...” “Por último,
la felicidad se convertía en un derecho, cuya idea sustituía a la del
deber. Puesto que era el fin de todos los seres inteligentes, el centro
al cual tienden sus acciones; puesto que era el valor inicial... ya no se
preguntó si se había merecido la felicidad, sino si se obtenía la felicidad a
que se tenía derecho. En lugar de ¿soy justo? esta otra pregunta: ¿soy
feliz?
“En lo económico ambas corrientes compartían la misma
solución: la economía debía ordenarse según sus propias leyes en las
que no debía interferir el poder político.
5.A.1.1. LA ILUSTRACION Y EL LIBERALISMO
“De raigambre ilustrada es el liberalismo individualista que tiene las
siguientes notas esenciales: es anti-tradicionalista; no reconoce la
existencia de verdades absolutas (relativismo); afirma la autonomía de
la moral; la justicia no reside en el obrar conforme a la ley natural sino
en el sólo consentimiento o conformidad de las partes; se niega el fin
moral de la sociedad civil; se radica el poder en la multitud y se fija en la
tutela de los derechos la finalidad del Estado no aceptándose que ella

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