De poetas menores

AutorAndrés Henestrosa
Páginas404-406
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ANDRÉS HEN ESTROS A
alma española en l a nación mex icana, que no recuerdo haber visto en ninguno de
los libros del famoso cronista. En la antología, o florilegio, o ramillete que ve-
nimos comentando, se publicó por primera vez el ensayo de José de J. Núñez y
Domínguez, Los Poetas jóvenes de México, luego reunido en volumen. Es curioso
advertir que a sólo medio año de diferencia, el autor aparte de retocarlo, lo am-
plió con nuevos nombres y ejemplos. Firmado en octubre de 1917, publicado
en Cervan tes un mes más tarde y en volumen medio años después, José de J.
Núñez y Domínguez, aparte los retoques y aumentos ya señalados, lo enrique-
ce con un Apéndice, en que se estudian algunos poetas últimamente llegados,
o de momento, olvidados. Entre ellos, Manuel González Gomar, autor de un
soneto –muy hermoso– que recuerdo haber leído en alguna parte.
Reciente la conferencia de Pedro Henríquez Ureña sobre Juan Ruiz de
Alarcón –agreguemos como curiosidad–, a la pluma de Núñez y Domínguez
afluyen algunas de las palabras claves del famoso alegato con que el ilustre do-
minicano reivindicó para México el nombre de Juan Ruiz de Alarcón, elegíaco;
y algunas expresiones como “tonalidades desleídas”, “poetas crepusculares”,
“tono menor”, “medias tintas”.
Los directores de la revista ofrecieron una Advertencia incluida en la úl-
tima página: organizar un nuevo número de Cervantes, también dedicado a
México, con el fin de reunir en él muchas composiciones de mérito que por
razón de espacio, no cupieron en el extraordinario que consagraron a México.
¿Llegó a publicarse ese número? Es cosa que no hemos podido establecer.
8 de julio de 1956
De poetas menores
Ángel Ganivet lo dijo de los héroes, pero también se puede decir que un
pueblo no puede, y si puede, no debe vivir sin poetas. Por eso nadie extrañe
que poetas menores, cuando no realmente ajenos a las bellas letras, alcancen
renombre, y no pasajero, sino permanente. La historia de la literatura registra
esos nombres, incapaz de borrarlos del alma del pueblo. En la mente del lec-
tor está ahora mismo más de un nombre de esos poetas que en nuestro suelo
sirven para probar la anterior afirmación. Ayer nomás, un organismo oficial
atento a un clamor popular ha glorificado a Fernando Celada, como desde

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