Poesías mejicanas

AutorAndrés Henestrosa
Páginas450-451
450
ANDRÉS HEN ESTROS A
De todos, se salvaron para las letras y para la vida pública de México, tres
o cuatro nombres; pero en el momento en que surgieron todos eran de veras
esperanzas literarias, de verdad renuevos en las dos devastadas repúblicas de
las letras y de las armas.
20 de enero de 1957
Poesías mejicanas
No es ésta la primera vez que nos ocupamos de la Colección de poesías mej ica-
nas, Librería de Rosa, París, 1936, primera de nuestras antologías y florilegios.
Hace unos tres años le dedicamos una Alacena como el anuncio del propósito
de reeditarla bajo el signo de Las Letras Patrias. Señalábamos que nos parecía
imposible que un escritor de la categoría de José María Luis Mora, que la pre-
paró y prologó, no sólo dejara muchas de las poesías allí contenidas sin firma,
sino que muchas de ellas no tuvieran de poesía, a veces ni la rima. Un resultado
de aquella Alacena fue que Arturo Arnáiz y Freg, erudito en ésa como en otras
muchas cuestiones, confirmara la noticia de que en efecto fue Mora quien ha-
bía preparado la Colección, cosa que yo ponía en duda por las dos razones apun-
tadas, y además, había una carta que probaba plenamente el caso: la que José
Bernardo Couto, uno de los poetas seleccionados, le había escrito al antólogo.
“Llegó la famosa antología…” Couto precisaba en esa carta, cuyo original se
encuentra en la Biblioteca de Austin, los nombres de cada uno de los poetas
seleccionados por Mora. Arnáiz y Freg, como resultado de una conversación
habida entre nosotros, hizo la promesa de prologar la proyectada reedición,
que al final, por muchas razones, entre otras la de haberse suspendido Las
Letras Patrias, no pudo llevarse a cabo.
Otro día, José Luis Martínez me transmitió unas anotaciones que se en-
cuentran en el ejemplar de su propiedad, adquirido de viejo, naturalmente,
hace algunos años. Las anotaciones no resuelven la totalidad del problema,
pero sí en gran parte. Si a esos apuntes se agrega lo que nosotros hemos podido
hacer por nuestro lado –establecer por ejemplo que la pieza firmada con las
iniciales L.A. corresponden a Luis Antepara– se concluye que ya muy poco
falta por hacer. Ojalá Arturo Arnáiz y Freg quisiera completarlo, valiéndose de
la carta de Couto, de la que tiene una copia fotostática.

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