Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana por la Comisión de Constitución del Congreso. México, 16 de mayo de 1823

Páginas183-199
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Señor
L
A COMISIÓN nombrada para fijar las bases de la
constitución presenta al fin a V. Sob. el resul-
tado de sus discusiones.
Los trabajos legislativos son los más difíciles
y delicados porque son de trascendencia más
lata y de influjo más duradero. Una sola ley: un
artículo de decreto: una línea para abrir o cerrar
un puerto, para aumentar o disminuir un dere-
cho, exige cálculos que embarazan al talento más
ejercitado en abrazar relaciones.
Los trabajos constitucionales son entre los
legislativos los de mayor complicación y trabajo:
los que exigen combinaciones más profundas, y
se extienden a espacios más dilatados. Una cons-
titución bien o mal meditada decide los destinos
desgraciados o felices de una nación: asegura su
libertad, o prepara su esclavitud: la eleva al
poder, o la hunde en el abatimiento.
La comisión convencida por una parte de
esta verdad, deseosa por otra del bien de la na-
ción ha buscado luces donde ha esperado encon-
trarlas: ha examinado las constituciones moder-
nas de más créditos: ha procurado penetrar el
espíritu de las antiguas. No han sido, sin embargo,
lisonjeras sus esperanzas. Ha deducido, por el
contrario, un resultado triste; pero cierto y capaz
de demostrarse. Una constitución perfecta es pro-
blema que todavía no se ha resuelto. En todas las
que se han meditado hasta ahora: en las que pa-
recen más bien combinadas y con influencia más
benéfica en la suerte de las naciones, descubrirá
defectos quien se detenga a analizarlas.
Han pasado multitud de siglos: se han creado
en los que han corrido multitud de gobiernos: han
sido diversas las combinaciones de las autorida-
des: y se han visto en todos los resultados. Pero la
experiencia de igual tiempo que ha bastado para
crear otras ciencias experimentales, ha sido insu-
ficiente para dar igual grado de perfección a la
que interesa más a los pueblos. Se traza con el
compás la línea que un astro estará describiendo
en los siglos. No puede predecirse con igual
exactitud el movimiento de una nación impelida
por una ley.
La comisión no puede presentar, ni V. Sob.,
esperar un plan de perfección en lo que menos
puede haberla. Aun teniendo la voluntad más de-
cidida por el bien: aun poseyendo todos los prin-
cipios y abrazando todos los descubrimientos, un
legislador no puede en caso alguno dar en abs-
tracto la mejor constitución posible. Debe aco-
modarla a la posición de los pueblos, respetar sus
votos, mirar las circunstancias.
Los hombres, y las naciones compuestas de
hombres, son como los demás seres de la natura-
leza. Arrastrados por la fuerza del movimiento se
van poniendo en aptitudes distintas, y colocán-
dose en estados absolutamente diversos. Desde
el pueblo que sufre al sultán de Turquía, hasta el
pueblo que condenó a Luis XVI, hay una escala
que apenas puede seguir el pensamiento, y esta
escala, sin embargo, es la que debe observarse si
*Fuente: Manuel Calvillo, La república federal mexicana. Gestación y nacimiento, El Colegio de México-El Colegio de San Luis, t. 2,
2003, pp. 701-724.
de la Nación Mexicana*
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México, 16 de mayo de 1823
1823
TEXT O ORI GINA L
184 CONSTITUCIÓN DE 1917. FUENTES HISTÓRICAS
no hay voluntad de trastornar el orden y violentar
la naturaleza.
Lo primero que ocupó a la comisión fue el es-
tado actual a que ha llegado por el movimiento
del tiempo, la sociedad grande a que debe darse
constitución. Examinando su posición presente ha
descubierto una verdad que sirve de base primera
para levantar sobre ella el plan de la constitución.
La nación mexicana no es ya un pueblo de
aztecas dispuestos a sufrir un Moctezuma o ado-
rar un Cortés. En la extensión de este vasto con-
tinente desde los Alleghanys hasta los Andes no
ve en una y otra América más que repúblicas y
constituciones liberales. Los Estados Unidos son
sus vecinos: admira la rapidez de sus progresos;
y cree que la forma libre de su gobierno es la
causa que los produce. Luchó once años por pro-
clamarse independiente de la monarquía es-
pañola. Sus fuerzas se pusieron en acción para
que cesase la última que se había establecido. El
movimiento del siglo la arrastra a instituciones
libres; y la marcha de este Congreso le ha dado
igual dirección. Gobernado por monarcas que se
han sucedido unos a otros, ha sufrido en todas las
dinastías y no olvida sus sufrimientos. Tiene ex-
periencias dolorosas del gobierno monárquico:
no la tiene del republicano; y son siempre lison-
jeras las perspectivas de aquello que no se ha
visto o sentido.
No posee los principios o no sabe aplicar los
que tenga, quien crea que en estas circunstan-
cias podría darse a México una constitución mo-
nárquica. El genio mismo de la oratoria sería im-
potente para el convencimiento. Hablaría por
una parte la elocuencia de los hechos: sólo ha-
blaría por otra la del raciocinio; y los pueblos
más que por pensamientos son movidos por sen-
saciones. Sufriendo la arbitrariedad de un mo-
narca ven con horror las monarquías: prefieren
entre las especies de república la que les pro-
mete más libertades: y exigen una constitución
que las garantice. Sufriendo las convulsiones de
una república, ven con espanto este gobierno: se
abandonan a la voluntad de un monarca, y el des-
potismo vuelve a hacer sentir sus horrores.
La comisión no juzga necesario hacer parale-
los de gobiernos. Los han hecho talentos dignos
de formarlos: y es necesario respetar la volun-
tad de los pueblos. Las provincias aborrecen todo
sistema monárquico: miran con celo el poder de
la capital: repugnan que en ella estén acumula-
das las autoridades primeras, unidos los elemen-
tos de prepotencia, y fijado el centro de todo:
quieren república: la quieren federal: ven en este
gobierno la forma que asegura la igualdad de
todos. Pero el federalismo que visto en un aspecto
presenta este bien, examinado en otro puede ser
origen de males.
A la época en que una nación destruye el go-
bierno que la regía, y establece otro provisorio
que lo subrogue, los pueblos viendo que son obra
suya las creaciones políticas, comienzan a sentir
sus fuerzas, se exaltan y vuelven difíciles en su
administración. Las voluntades adquieren un
grado asombroso de energía, cada uno quiere lo
que juzga más útil: todo tiende a la división, todo
amenaza destruir la unidad.
En estas circunstancias el federalismo que
parte un estado en varios estados sería, lleván-
dolo a su último término, institución muy peli-
grosa. Facilitaría la disolución del mismo estado:
debilitaría sus fuerzas: cortaría el vínculo de la
unidad: crearía emulaciones y rivalidades: sem-
braría el germen destructor de la discordia. Los
hombres sólo son fuertes por la unión; y el fede-
ralismo tiende a debilitar o destruir la unión.
Si la especie humana dividida en naciones que
no reconocen un poder central de bastante fuerza
para hacerles respetar sus derechos recíprocos, es
constantemente atormentada por guerras desolado-
ras; una nación subdividida en naciones que sólo
tengan un vínculo débil de unión, será proporcio-
nalmente afligida por males de igual clase.
La comisión respetando la voluntad de los
pueblos ha establecido por base, que el gobierno
de la nación mexicana será una república repre-
sentativa y federal; pero siguiendo la misma guía,
le ha dado la organización menos daños a los mis-
mos pueblos.
La comisión no reconoce otro poder y sobera-
nía que la de la nación. El que se llama Poder
Legislativo es el poder de la nación que dicta
leyes: el que se denomina Poder Ejecutivo, es el
poder de la nación que las hace cumplir.

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