Plan de las bases orgánicas o fundamentales para el establecimiento de una República federada en el Anáhuac, propuesto por el ciudadano Esteban Austin. Monterrey, mayo o junio de 1823

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MOVIDO por el deseo innato de la felicidad
de mi patria, y considerando, no tan sólo
como un derecho, sino también como un deber,
el contribuir en cuanto mis cortas luces lo permi-
tan a aclarar la importante discusión que se halla
pendiente sobre la forma de gobierno que por la
nación mexicana debe adoptarse, me he tomado
la libertad de presentar a ésta mis ideas sobre tan
delicado y grave asunto.
Las bases generales se han tomado princi-
palmente del Gobierno de Estados Unidos de
América, cuyos benéficos resultados son ya evi-
dentes por la feliz experiencia de muchos años.
El admirable adelanto de aquella nación, así en
población como en artes, ciencias, comercio y ri-
queza, y en la felicidad del común de sus habi-
tantes, presenta un monumento luminoso de los
saludables efectos del sistema federado: ¿y por
qué no podemos esperar que en este país pro-
duzca iguales efectos?, ¿por qué no gozará del
mismo beneficio el pueblo de Anáhuac?, ¿un
pueblo que en la última y gloriosa lucha por su
verdadera libertad, ha manifestado a la faz de
todo el mundo, que no tan sólo ha tenido he-
roísmo para concluir la grandiosa obra de su in-
dependencia sino también sabiduría y talento
para romper el velo especioso, con que una polí-
tica pérfida quería cubrir bajo el sistema de mo-
narquía moderada, al más absoluto abominable
despotismo; y virtud bastante para derrocar el
trono usurpado, a este monstruo del género hu-
mano, recobrando plenamente sus más sagrados
e imprescriptibles derechos?
El sistema federado es simple y de fácil com-
prensión: su solo objeto es la felicidad del pue-
blo. Es un gobierno en que la ley gobierna. Es un
gobierno fundado en el consentimiento general
de los pueblos, y dirigido por la justicia, el bien
común, y en el cual la responsabilidad de los
agentes públicos es absoluta y efectiva, y el re-
curso para reparar abusos y agravios es directo y
pronto, sin los enredos y rodeos de aquel laberinto
sin fin de Consejos de Estado, ministros, favoritos,
ayudantes imperiales, y todos los ridícu los apén-
dices de un tren asiático y numeroso, compuesto de
cortesanos, aduladores galoneados, de viles sico-
fantas que cual nube de pestilentes harpías, cir-
cundan los tronos y oscurecen u obstruyen los rayos
de justicia que podían emanar de las virtudes
personales del Monarca. ¿Mas para qué nombrar
aun la monarquía? La experiencia ha probado en
el año último al pueblo mexicano, lo que la histo-
ria del mundo había hecho patente muchos años
antes, esto es que una monarquía ya sea inves-
tida con el poder absoluto del zar de la Rusia, o
enmascarada con alguna constitución, no es otra
cosa más que el propio despotismo. La voz uná-
nime de Anáhuac es de República: la opinión
sólo difiere entre federada y central. Un gobierno
central establecido en México ha de ser por su
misma naturaleza aristocrático, porque es la unión
de todos los poderes de la nación en pocas manos
y en un solo punto, y aunque los agentes públi-
cos sean removidos frecuentemente por eleccio-
nes, si consideramos aun la influencia de los
cuerpos aristocráticos apoyados por las preocu-
*Fuente: Manuel Calvillo, La República Federal Mexicana. Gestación y nacimiento, t. 2, México, El Colegio de México-El Co-
legio de San Luis, 2003, pp. 725-735. Biblioteca MAP.
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Monterrey, mayo o junio de 1823
1823
TEXT O ORI GINA L

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