Petróleo y Minas las venas plateadas de la nación

AutorVicente Quirarte
Páginas139-147
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Petróleo y Minas
las venas plateadas de la nación
Al final del Porfiriato, la industria
del petróleo experimentó un auge
sin precedentes. Hasta entonces, los
combustibles fósiles como el carbón
y sus derivados habían tenido la
supremacía en las industrias y comercios
mexicanos. La llegada del ferrocarril y
la modernización de sus partes, así como
la exigencia de los nuevos transportes
cuyo diseño incluía la novedosa
combustión interna, exigieron cada vez
más petróleo, acuerdos, concesiones y
formas de explotación para mover las
ruedas del progreso.
Con la Revolución mexicana,
contrario a lo que pudiera pensarse,
aumentaron todos estos elementos de la
industria que diversificó rápidamente en
nuestro país los rubros de construcción
refinerías, proyectos de exploración
e infraestructura, ampliaciones
comerciales, servicios de distribución
y transporte por tierra y mar del oro
negro que impulsó el progreso material.
Aquí operaron en tiempos de Carranza
compañías como El Águila, la Royal
Dutch and Shell Company, Standart Oil,
por mencionar algunas, que tuvieron
roces con el gobierno constitucionalista.
No fueron las únicas. Otros ramos
como la minería, también en manos
extranjeras, no estuvieron de acuerdo
con el alza de impuestos y la integración
de los derechos de sus operarios en la
Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos de 1917.
El panorama de esos años nos
muestran industrias prósperas, campos
bullentes de vigorosos manantiales
de petróleo que escapan de sus
mantos, oficinas de limpias y amplias
banquetas, trenes que arrastran
pesados y redondeados tanques con
dirección a los puertos que los llevarían
a las refinarías de Estados Unidos y
Europa, contendientes de una bárbara
guerra de proporciones inimaginables.
También hay rostros ennegrecidos,
ciertamente, por el negro humo de
los procesos minerales, pero también
por la pesadumbre de los tiempos
revolucionarios que devoraban toda
esperanza. Al final, se recuperó: el
Artículo 27 elevó a rango normativo
los derechos de los trabajadores de
los campos petroleros, las minas, los
obrajes y, en fin, de todo el trabajo
asalariado. La ley encauzó en las líneas
de su legislación los deseos de los
revolucionarios, la inquietud legalista de
una facción combatiente y los derechos
de las personas que hasta entonces no
tenían ninguna injerencia en los asuntos
de sus patrones y jefes. Estos son los
rostros de los que no tuvieron voz, los
que enmudecieron y fueron redimidos
con la narrativa visual del triunfo
constitucional contra años de agravios.

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