La persona y el Estado

AutorAntonio Caso
Páginas840-863
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LA PERSONA Y EL ESTADO
Sumario: Persona, individuo y cosa. Individualismo y comunismo.
El personalismo. Amor y persona. Tener. Cultura y persona. La libertad metafísica.
Hombres y astros. Personalidad y libertad. El Estado absurdo. Hegel y el Estado.
Hobbes y el Estado totalitario.
1. PERSONA, INDIVIDUO Y COSA
Hay tres grados del ser: la cosa, el individuo y la persona. ¿Cuáles son los
atributos diferenciales de cada grado del ser?… Cosa es el ser sin unidad. Si
se rompe una cosa, nada ha perecido en ella. Las cosas se re eren, constan-
temente, a esta divisibilidad.
Es la región, la esfera de lo físico, donde la vida no existe. Las cosas no
tienen vida, por esto pueden ser divididas sin cambiar su naturaleza intrínse-
ca. Siguen siendo cosas. El dividirlas no las modi ca en su naturaleza.
Si se pasa de este grado inferior del ser al inmediato superior, aparece
desde luego la diferencia fundamental que media entre el mundo físico y la
esfera de la naturaleza orgánica. El partir cosas nos da cosas; pero, en cuan-
to se llega a tomar contacto con la vida, la existencia se muestra dotada de
propiedades profundamente diferentes.
El ser dotado de vida se nombra individuo. La misma denominación en-
traña, por su estructura, algo esencialmente diferente de la naturaleza de las
cosas. Individuo quiere decir lo que no puede dividirse. En el propio nombre
del ser orgánico yace la idea de indivisibilidad: podrá ser más o menos enér-
gica la individualidad misma; pero siempre el ser viviente es indivisible,
siempre es individual, siempre asume en su propia sustancia un grado de ser
superior a la cosa. Esta superioridad es la indivisibilidad.
Entre los individuos dotados de vida hay también grados de elevación,
de entonación de la potencia vital. En los con nes de ambos reinos natura-
les, el vegetal y el animal, la individualidad no muestra el enérgico relieve
que cobra en las formas superiores de las plantas y los animales.
La forma más perfecta de la individualidad es el organismo animal. El
hombre es un organismo animal, el organismo más perfeccionado de todos;
pero su superioridad evidente no la reviste por razón de su naturaleza bioló-
gica, sino en virtud de su superioridad intelectual y moral. El hombre es un
microcosmos; en él se da la individualidad superando la naturaleza física;
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pero también se da otra naturaleza, que no puede reducirse a la pura indivi-
dualidad. El hombre es individuo, un admirable individuo biológico; pero es
algo más que esto; es una persona.
Al individuo biológico se agregan los caracteres de unidad, de identidad,
de continuidad sustanciales. Sólo el hombre desempeña un papel como ser
sociable. De aquí la denominación de persona, que signi ca, precisamente, el
desempeñar un papel, como lo desempeñan los actores en el teatro. De la
misma manera, el hombre, como unidad social, desempeña un papel, siem-
pre, en la historia.
¿Qué otro ser del mundo es capaz, como el ser humano, de realizar y
desempeñar una función social?… Sólo el hombre concibe el ideal; sólo él es
capaz de hacer servir sus facultades espirituales, la razón, la ciencia, el senti-
miento, en pro de esas ideas queridas, de esas ideas que la voluntad a rma.
Ahora bien, una idea querida,  rmemente, es un ideal.
No basta a de nir el concepto de persona la pura naturaleza psíquica del
hombre. Por encima de lo psíquico está lo espiritual. El hombre no solamen-
te es un ser psíquico; es también un ser espiritual. Es un “creador de valo-
res”, conforme a la magní ca expresión de Nietzsche.
La espiritualidad humana no puede lograrse en el aislamiento de la psi-
que. Por esto Aristóteles de nió al hombre como “el animal político”. Las
llamadas sociedades animales son semejantes a un individuo, no a una per-
sona. En ellas, cada uno de los seres que las componen realiza una función
constante, una actividad que se reproduce tesoneramente; cierta división del
trabajo estereotipada, orgánica. ¡Una colmena es un individuo, que reduce a
su ley a cada uno de los individuos que la integran!
El error del individualismo, el error del socialismo, son singularmente
parecidos; porque en sus formas extremas, ambas teorías sociales, ambos
credos  losó cos, desconocen la naturaleza superior del ser humano, el gra-
do de su ser espiritual.
El individualismo y el comunismo rebajan la dignidad de la persona. La
persona y la cultura son concomitantes. La persona implica la sociedad en
su desarrollo. La sociedad necesita, a su vez, de la persona para ser. El espí-
ritu  orece por encima de la vida, como la vida por encima de la naturaleza
física.
Se trata de diversos grados de la existencia. El grado supremo es la per-
sonalidad. En el lenguaje escolástico, se decía supuesto a toda sustancia
cabal en sí, pero desprovista de razón. La etimología de esta palabra nos
indica “lo que está debajo”. La persona no es lo que está debajo, sino lo que
está encima de todo. La personalidad humana, en Dante, en Newton, en
Platón, es el grado supremo del ser. Las mayores potencias de la historia, las
naciones más insignes de todas, las ciudades predilectas de la cultura, como
Atenas, Florencia o París, tienen personalidad; pero, por más que la tengan,
su espiritualidad no alcanza a equipararse con la que muestra la obra ge-

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