Paul Rivet

AutorAndrés Henestrosa
Páginas568-570
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ANDRÉS HEN ESTROS A
de las tierras; el de la superstición que combatió sin dejar las creencias de sus
mayores; como educador, mejor que como político; el de las vocaciones indi-
viduales y colectivas, postulando que más vale ser pobre, pero con oficio, que
noble, pero inútil; combatió los cacicazgos y la injusticia medular de nuestras
instituciones, de las de entonces y de las de ahora, en más de un aspecto.
En “El Pensador Mexicano” sí se cumple cabalmente la creencia mexica-
na de que el tísico oye mejor, ve más hondo, recoge como una antena las voces
perdidas en el aire, responde a preguntas que nadie ha formulado todavía.
“Ya por la mala configuración de mi pulmón y pecho, ya por lo mucho que he
trabajado con la cabeza y con la pluma, o por todo junto, lo cierto es que me
hallo atacado por una cruel enfermedad que me maltrata mucho y pronto dará
conmigo en el sepulcro. A consecuencia de mi terrible mal, me he puesto de-
masiado flaco y descolorido, la máquina desfallecida vacila sobre mis piernas
débiles y todo yo soy un tomo andando de la más completa osteología.” Así
dijo, untado a su cama, el día que dictó su testamento, apenas a un mes de ha-
ber publicado la última entrega del Correo seman ario de México, que suspende
en mayo de 1827, por escasez de suscriptores y por la grave enfermedad que
lo aquejaba. Tal vez en esa cama, mientras dicta el testamento, le pintan un
retrato que es un fiel trasunto de su imagen en la última hora, aquella en que
“sentenciado a morir, como todo hijo de su madre”, siente que se le ha llegado
el terrible plazo. Y retrato que José C. Valadés compró en una ciudad del inte-
rior, pensando que tuvo por modelo a “El Pensador Mexicano”.
22 de junio de 1958
Paul Rivet
Nada de lo que se diga sobre la falta que hace Paul Rivet en el plano de la
cultura, será de sobra. Su muerte siempre nos llevará a su v ida, y su vida es
una de las más elevadas muestras del respeto al hombre y de exaltación de sus
mejores obras.
Hace muchos años, Paul Rivet se ligó indisolublemente al mundo america-
no. Empezó en el Ecuador y con su certera visión de universitario, de espíritu
sensible y de estudioso profundo, comprendió que el panorama de las culturas
precolombinas es el mismo, e igual su significación para todas las demás cultu-

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