Los partidos políticos

AutorJosé Woldenberg
Páginas11-29

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Condiciones para la democracia

Los partidos políticos, en su acepción contemporánea, son imprescindibles para la democracia. La democracia supone que la pluralidad de intereses e ideologías existentes en una sociedad cuenta con un marco para su expresión y recreación, para su convivencia y competencia. La democracia también supone que tanto los puestos de gobierno, como los legislativos, son ocupados por aquellos candidatos que reciben el mayor apoyo ciudadano a través del voto, por ello los partidos políticos son organizaciones insustituibles.

Partidos: conductos de mediación y elementos organizativos de la vida social

Los partidos son conductos de mediación porque ponen en contacto a los ciudadanos con las instituciones estatales; son elementos organizativos que logran revertir el aislamiento de la vida social y a través de ellos se expresa la contienda entre los diversos diagnósticos y propuestas que existen en la sociedad.

2. 1 Los fundamentos teóricos

Cualidades de los partidos según Giovanni Sartori

En el texto Partidos y sistemas de partidos, Giovanni Sartori ha señalado tres cualidades de éstos: a) no son facciones, b) son parte de un todo, y c) son conductos de expresión.

a) No son facciones, porque “los partidos son instrumentos para lograr beneficios colectivos, para lograr un fin que no es meramente el beneficio privado de los combatientes, lo que no hacen las facciones. Los partidos realzan una serie de capacidades del sistema, cosa que no hacen las facciones. En resumen, los partidos son órganos funcionales —sirven para unos fines y desempeñan unas funciones—, cosas que no son facciones”. Sartori señala que los partidos pueden actuar o convertirse en facciones, pero en ese momento su contribución a la reproducción y expresión de la pluralidad se desvirtúa.

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b) Son parte de un todo, ya que “en términos semánticos, la palabra ‘partido’ comunica —y se pretende que comunique— la idea de parte”, y la existencia de partidos en una sociedad supone el reconocimiento de la misma como espacio pluralista que requiere de instrumentos que expresen precisamente esa pluralidad. “Si se concibe la comunidad política como un todo pluralista, entonces lo que hace falta es un todo formado por partes en plural: un todo en partes, y de hecho resultado de la interacción de sus partes. Esto equivale a decir que no se puede identificar al todo con nada más que una parte”. Cuando una parte —un partido— se confunde con el todo, es imposible hablar de un auténtico sistema de partidos. Mientras los partidos únicos niegan la pluralidad política, sus sistemas expresan y son conductos de la diversidad política.

Esto, sin embargo, no quiere decir que un partido no pueda gobernar o que pretenda gobernar “para todos”. Ello es precisamente lo que lo distingue de una facción. De hecho, los partidos contemporáneos, asumiéndose como partes de un todo, ofrecen por lo general gobernar para el bien de todos o de la inmensa mayoría.
c) Los partidos son conductos de expresión, es decir, pertenecen, en primer lugar y por encima de todo, a los medios de representación: son un instrumento o una agencia que representa al pueblo para expresar sus exigencias. Es decir, expresan, organizan y representan al pueblo, a la sociedad, a los ciudadanos, de manera que se convierten en un eslabón indispensable del proceso democrático representativo. De esta manera fungen como canalizadores de los intereses sociales y como puente con las esferas del poder público.

Los partidos como producto histórico, según Anna Oppo

Ahora bien, los partidos políticos son también un producto histórico. Surgen, según Anna Oppo, “cuando el sistema político ha alcanzado cierto grado de autonomía estructural, de complejidad interna y división del trabajo que signifique, por un lado un proceso de formación de las decisiones políticas en las que participan varias partes del sistema, y por otro, que entre esas partes estén comprendidos, teórica y efectivamente, los representantes de quienes se refieren las decisiones políticas”; esto quiere decir que la supuesta identificación de los intereses de una fracción con los de toda la sociedad lleva siempre a la construcción de regímenes oligárquicos, es decir, regímenes que sólo toman en cuenta los

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intereses de unos pocos, mientras que los sistemas de partidos suponen el derecho del pueblo a participar en la gestión del poder público, para lo cual los partidos son necesarios. No resulta casual entonces que los partidos aparezcan y sean reconocidos en los países con fórmulas de gobierno representativas. De hecho, como ha escrito Oppo, “el nacimiento y desarrollo de los partidos está vinculado al problema de la participación, es decir, al progresivo aumento de la demanda de participación en el proceso de formación de las decisiones políticas”.

El desarrollo de los partidos en palabras de Maurice Duverger

Para hacer una síntesis podríamos recordar lo que Maurice Duverger apuntaba, en 1951, en su libro Los partidos políticos: “el desarrollo de los partidos parece ligado a la democracia, es decir, a la extensión del sufragio popular y las prerrogativas parlamentarias. Cuanto más ven crecer sus funciones y su independencia las asambleas políticas, más sienten sus miembros la necesidad de agruparse por afinidades, con el fin de actuar de acuerdo; cuando más se extiende y se multiplica el derecho al voto, más necesario se hace organizar a los elementos a través de comités capaces de dar a conocer a los candidatos y canalizar los sufragios en su dirección. El nacimiento de los partidos está ligado, pues, al de los grupos parlamentarios y los comités electorales”.

Los partidos como producto de la fórmula democrática de gobierno

Valdría la pena retener la idea de los partidos políticos como un producto de la fórmula democrática de gobierno, la cual supone que la pluralidad de corrientes políticas e ideológicas que coexisten en una sociedad deben y pueden expresarse intentando ganar la adhesión de la voluntad ciudadana mayoritaria, la cual es la fuente legítima para ocupar los puestos de gobierno y los puestos legislativos.

2. 2 Los partidos políticos en México
La reforma de 1977

Situación de los partidos en 1917

A pesar de que la constitución aprobada en 1917 consideró a México como una república democrática, federal y representativa, no incluyó ninguna disposición en materia de partidos políticos. Si bien estableció que los puestos de gobierno y legislativos serían ocupados a través de sufragio popular, los partidos políticos no recibieron mayor atención en el texto aprobado el 5 de febrero.

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Reforma de 1977

No fue sino hasta 1977, en el marco de la reforma política, que se incorporó al artículo 41 constitucional la noción de que los partidos políticos eran entidades de interés público, sujetos a obligaciones, derechos y prerrogativas. El texto reformado de la constitución establecía que:

[...] los partidos políticos son entidades de interés público; la ley determinará las formas específicas de su intervención en el proceso electoral.

Los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración, al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo.

Los partidos políticos tendrán derecho al uso en forma permanente de los medios de comunicación social, de acuerdo con las formas y procedimientos que establezca la ley.

En los procesos electorales federales, los partidos políticos nacionales deberían contar, en forma equitativa, con un mínimo de elementos para sus actividades tendientes a la obtención del sufragio popular.

Los partidos políticos nacionales tendrán derecho a participar en las elecciones estatales y municipales.

La reforma constitucional dio a los partidos políticos una nueva categoría, “entidades de interés público”, por lo cual esas instituciones tendrían una serie de derechos: acceso a los medios de comunicación, “elementos” tendientes a apuntalar campañas electorales, y participar en las elecciones estatales y municipales. Al mismo tiempo, la norma constitucional los reconocía y convertía en los intermediarios indispensables para la disputa democrática por los puestos de elección popular. Se trataba de una de las partes medulares de la reforma política, respuesta estatal al reclamo de abrir nuevos cauces a la expresión de la pluralidad política existente.

La reforma política fue, como ya dijimos, consecuencia de la conflictividad creciente que entre 1968 y 1977 atravesó a la sociedad mexicana. A lo largo de esos años, y de muy diversas formas, se hizo patente que la vía del quehacer político tradicional no podía ofrecer un cauce institucional a la diversidad de intereses, reclamos e ideologías que recorrían a la sociedad. El reconocimiento constitucional del papel de los partidos fue parte entonces de una opera

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ción política mayor que intentó modernizar las normas y ajustarlas a las nuevas realidades que marcaban al país.

Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE)

Las adiciones a las disposiciones constitucionales obligaron a modificar la reglamentación del registro, funcionamiento, derechos y prerrogativas de los partidos políticos. Se hizo necesaria una nueva ley reglamentaria en la materia. Entonces ese mismo año fue aprobada la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (loppe). En ella quedaron plasmadas con mayor precisión las disposiciones en torno a los partidos y asociaciones políticas.

La loppe estableció que “los ciudadanos podrán organizarse libremente en partidos políticos nacionales y agruparse en asociaciones políticas...

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