La participación electoral en el México de la transición democrática. El reto del abstencionismo

AutorEnoc Morán Torres/Angélica Yedit Prado Rebolledo
Páginas255-278

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Ver Nota1

“La apatía política de ninguna manera es un síntoma de crisis en un sistema demo-crático sino, como habitualmente se observa, un signo de perfecta salud; es suficiente interpretar la apatía política no como un rechazo al sistema, sino como benevolente al indiferencia”.
N. Bobbio

I Consideración preliminar

El paradigma del ejercicio y tutela de los derechos políticos en un mundo afectado por el fenómeno de la globalización representa uno de los mayores retos para el Estado Moderno. Esto es, la necesaria transición del Estado de Derecho al Estado Constitucional Democrático de Derecho irroga, entre otros aspectos importantes, el redimensionamiento del concepto de Democracia Adjetiva al propio de Democracia Sustantiva.

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Sin embargo, en el caso mexicano, la democracia adjetiva o democracia electoral no es un tema acabado y perfecto, sino perfectible en el que se hace necesario incrementar el nivel de cultura democrática del ciudadano e incentivar la participación política y electoral del mismo mediante la estructuración de instrumentos de control que obliguen a la clase política a cumplir con las promesas de campaña no solo ofertadas a nivel discursivo sino registradas como parte de la plataforma electoral.

Lo anterior, sin lugar a dudas, representa apenas una de las tantas tareas que el Estado deberá desarrollar con la finalidad de lograr una mayor participación electoral y abatir los, cada vez más altos, índices de abstencionismo electoral. Por lo que la presente aportación académica versa sobre el análisis de los niveles de abstencionismo desde la elección presidencial del año 1988 hasta la propia del año 2012.

II Análisis del fenómeno de la participación electoral y los niveles de abstencionismo

Hablar de participación electoral en nuestro país, considerada pieza clave en la democracia representativa,2no resulta posible si se obvia el abordar al abstencionismo como contraposición en el contexto de la transición democrática. Ello, resulta factible si se analiza que, en las últimas dos décadas, se han presentado una serie de altibajos en los índices de participación y se ha marcado una tendencia, al parecer inevitable, hacia el incremento del abstencionismo3 dado por circunstancias económicas, políticas y sociales propias de un mundo afectado por el fenómeno de la globalización.

Para efectos metodológicos, el estudio del fenómeno del abstencionismo se propone a partir de dos etapas: la primera antes del año 2000, siendo el parteaguas de la transición democrática en México, considerando al partido con mayor número de sufragios para el cargo de Presidente de la República y la segunda, después del año 2000, en la que el desempeño del Presidente en turno fue determinante para que se incrementaran los índices de abstencionismo.

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Respecto a la primera de las etapas mencionadas, ut supra, se alude a los procesos electorales de 1988, en el que se dio la intervención de tan solo un poco más de la mitad de los votantes a nivel nacional, es decir se obtuvieron porcentajes del 58.32 %; en el proceso de 1991, el índice llegó a un 39.71 % y para 1994 disminuye con el 24.15 %, pero algo sucede en los comicios de 1997 dando un giro y logrando un 42.33 % de participación electoral4.

Después de siete décadas gobernadas por un solo partido político, se da el cambio de poder a otro partido ideológicamente opuesto. Por lo que, el 2 de julio del año 2000, la mayoría de los ciudadanos que emitieron el sufragio otorgaron su consentimiento para que el candidato postulado por un partido político diverso al hegemónico obtuviera el triunfo.

En esa tesitura, se ha discutido en diversos foros que la elección presidencial del año 2000 representó, para unos, la alternancia y, para otros, el inicio de la transición democrática en México. Incluso se habla de que dicho cambio denota la madurez del electorado y la llegada de la Democracia a nuestro país.5¿Será acaso una necesidad de tener un instrumento que nos indique como ser un verdadero ciudadano? o de acuerdo como lo cues-tiona Robert Dahl: si necesitamos realmente una guía para la democracia6Un punto importante que debe de ser tomado en cuenta es la exigencia que la sociedad día con día va acumulando, exigencia enfocada en la obtención de la igualdad, en otras ocasiones es para la búsqueda de la justicia, y, en otras tantas, materializada en la participación electoral, en términos de Robert Dahl, tendremos competencia cívica, ¿de qué otro modo se puede garantizar la igualdad sino es teniendo las mismas posibilidades de que nuestras demandas sean escuchadas por quienes detentan el poder a las facilidades para conseguirla?.7

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Máxime si dicha participación o competencia cívica es incentivada por la propia autoridad electoral. Al respecto, el entonces Instituto Federal Electoral IFE estableció que la participación en cada una de las Entidades Federativas fue variable, hubo un importante incremento comparado con las elecciones de 1994 señaladas como las elecciones donde hubo mayor participación de la ciudadanía. Sin embargo, las autoridades electorales, conforme van organizando las elecciones de 2003 y 2006, cada vez se muestran más preocupadas por el incremento del abstencionismo y la promoción de algunas organizaciones civiles promoviendo el voto en blanco como señal de protesta para los candidatos en los distintos cargos de elección popular.

En ese sentido, no puede pasar inadvertido que durante la elección intermedia de 2009, los consejeros generales del entonces Instituto Federal Electoral así como autoridades eclesiásticas, motivaron a participar en las jornadas electorales, argumentando que son los ciudadanos abstencionistas quienes tienen la responsabilidad de que el resto de la población elija a un gobernante a quien no podrán exigir el cumplimiento de sus compromisos de campaña, o bien, que fomentar el abstencionismo llevaría al país al fracaso democrático.8En el año 2000 la elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, en términos de participación electoral arrojó los siguientes datos: de los 58´762,737 ciudadanos inscritos en la lista nominal, tan solo se obtuvo el
63.97 %, es decir que emitieron sufragio 37´601,268 y el 36.03 % correspondiendo exactamente la cantidad de 21´181,469.

Respecto al año 2003, en la elección de diputados federales por el principio de representación proporcional, es perceptible que los índices son muy variados a los anteriores, claro la influencia de que en este proceso no se elige presidente de la República es una vertiente que hace disminuir la participación de la ciudadanía, quizá por la idea de que nos es tan importante el cargo como para que puedan influir en dicha decisión.

La abstención en el referido proceso electoral proceso electoral se vio ensombrecida por el abstencionismo de una manera alarmante ya que de las 32 entidades federativas 15 de ellas tienen un índice de abstencionismo superior al 60 %, las cinco con mayor índice son: en primer lugar Baja California con el 68.75 % equivalente a 1´216,328 votos, es decir que solo 552,936

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personas sufragaron, en Chiapas con el 68.19 % significando con ello que 1´576,790 personas no participaron en la jornada electoral.

Por su parte, el estado de Coahuila tuvo el 66.75 % equivalentes a 1´031, 756 ciudadanos que no asistieron a emitir su voto; Guerrero, ocupa el cuarto lugar con un índice porcentual del 66.72 % los cuales significan 1´272,355 faltantes y en quinto lugar localizamos a Tlaxcala con la abstención de 419,810 personas significando en índices porcentuales el 66.57 %. Si a esta información agregamos las entidades que obtuvieron un índice porcentual superior al 60 estamos hablando que más de la mitad de la ciudadanía a nivel nacional lo cual lo vemos reflejado como el 58.32 % de abstencionismo en toda la república mexicana.9El año 2006 marcó un incremento en la participación ciudadana comparada con el proceso electoral intermedio, en el que las entidades con mayor grado son Tabasco con el 68.22 % equivalentes a 911,113 votos, segundo lugar le corresponde al Distrito Federal en el que obtuvo el 68.05 % de votos los cuales son 4,8329,285, en tercer lugar se ubica Yucatán con 789,155 votos equivalentes al 66.95 %, en cuarto lugar localizamos a Campeche con el 64.67 % que se refleja con los votos de 312,522 personas y en quinto lugar ubicamos a Querétaro con el 63.92 % equivalentes a 660,384 votos.

Como podemos observar en las cifras anteriores la entidad federativa que repite prácticamente en los tres periodos electorales es el estado de Querétaro, considerándose como el estado con mayor participación ciudadana, indicándonos el grado de compromiso que tiene la sociedad en la intervención de la elección de nuestros gobernantes. Sin duda un ejemplo para el resto de las entidades.

A continuación observamos el total de las entidades con sus diferentes índices de votantes así como de las abstenciones que en cada uno de los procesos se señalan:10

Aguascalientes consiguió inhibición del voto en un 33.28 puntos en el año 2000, para el siguiente periodo electoral se incrementó ganando terreno con 58.43 por ciento; en 2006 decayendo con 17.25 puntos porcentuales mientras que en relación con la participación estatal en 2012 tuvo un nivel de participación medio.

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Baja California se observa que existe una diferencia entre el año 2000 y el 2003 de 26.3 por ciento señalando que en el año 2003 fue donde mayor abstención se advirtió, para el 2006 la abstención obtenida fue de 53.03 puntos porcentuales mientras que en relación con la participación estatal en 2012 tuvo un nivel de participación bajo.

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