El paisaje mexicano huele a sangre

AutorAndrés Henestrosa
Páginas168-169
168
ANDRÉS HEN ESTROS A
de memoria las poesías que aparecen en La vida literari a de México, alterando
a veces desde el título. Veamos, si no:
A una niña qu e llora por unas flores
Apenas niñ a y el intenso duelo
te llena el corazón de si nsabores,
y mil gotas de llan to, los fulgores
de tus ojos, oculta n con un velo.
Quien hac e padecer, insulta al cielo.
¿Por qué lloras, qué tienes , quieres flores?
Pues yo te las daré; pero n o llores,
no llores, alma mí a, y si en el suelo.
no hayas quie n bese la nevada seda
de tu alba frente que al a mor convida,
si no hay en él qui en abrazarte pueda.
Ven a mi seno y beberé, mi v ida,
esa lágrima p ura que se queda
de tus húmedos pá rpados prendida.
6 de septiembre de 1953
El paisaje mexicano huele a sangre
La anécdota me la contó José Vasconcelos. Era el atardecer. Y el tren atrave-
saba un desolado paisaje del norte de México. Mudo, obsedido por recuerdos
de días lejanos que ahora complicaban hechos adversos, Vasconcelos volvió a los
días en que recorría aquellas mismas tierras como revolucionario. Era el final
de la campaña del 29. Y parecía que salíamos de México, vencidos más que
victoriosos. Fijos los ojos en contornos y lejanías, de pronto, como si volviera a
la realidad, me contó la anécdota que ahora quiero repetir.

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