El Pacto por México a través de sus autores

AutorFrancisco Javier Guerrero Aguirre/Juan Carlos Amador Hernández
Páginas167-249
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Primera parte: La crónica del Pacto
No sería extraño que dentro de algunos años se recuerde el 2
de diciembre de 2012 como el momento clave de la concer-
tación política en todo el periodo que llevamos de gobiernos di-
vididos. Esto, a pesar de que la toma de protesta del Presidente
Enrique Peña Nieto se diera en el marco de nutridas protestas
sociales y estudiantiles a las afueras del Congreso de la Unión.
Concluyó un ciclo de doce años de gobiernos panistas, para dar
paso a la segunda alternancia presidencial en México. La toma
de protesta transcurrió entre gritos de “Peña, Presidente” y
“México, México”, por parte de priistas que buscaban acallar
a algunos legisladores de izquierda, y en medio de arengas de
parte del panismo hacia el expresidente Felipe Calderón, al que
le animaban con baladros como “Muy bien, Felipe, muy bien,
Margarita”.262
Ese escenario mostraba la clara imagen de la división política
y social que vivía el país, especialmente por los estragos de la
política social, la inseguridad y los elevados índices de violencia
262 http://mexico.cnn.com/nacional/2012/12/01/el-primer-dia-de-pena-nieto-
como-presidente-en-la-nueva-era-del-pri
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Francisco Javier Guerrero Aguirre
Juan Carlos Amador Hernández
a lo largo del territorio nacional, que heredó la administración
de Calderón. Sin embargo, Enrique Peña Nieto rindió protesta
como Presidente constitucional de México y, al hacerlo, pronun-
ció las palabras por la “prosperidad y la unión”. Posteriormente,
hizo un llamado a ser “la generación que logre la transformación
nacional”.263
Lo cierto es que la concertación política a la que llamaba el nue-
vo mandatario ya se venía acordando meses atrás, de modo que,
una vez instalada la LXII Legislatura del Congreso de la Unión
y luego de ser calificada la elección presidencial, los líderes del
equipo de transición realizaron diversos encuentros con presi-
dentes de partidos, coordinadores parlamentarios y gobernado-
res para abordar temas de la agenda del gobierno.
A la manera de las transiciones pactadas en otros países, por
primera vez en nuestra historia contemporánea, un Ejecutivo
convocó a los principales actores políticos nacionales a concer-
tar un pacto de carácter nacional. Esta vez, la idea fue tras-
cender la inmediatez de las reformas electorales, de acuerdo al
modelo inaugurado en 1977. Pero también se buscó superar el
tipo de reformas parciales y de corto o mediano aliento, carac-
terísticas particularmente de las últimas dos administraciones,
cuando los ánimos se crispaban al tocar el tema de reformar la
Constitución.
A juzgar por todo el proceso de negociación y por los documen-
tos emitidos, este pacto se trazó sobre dos líneas de acción:
1. Transversalidad y horizontalidad en la negociación; y 2. Trans-
temporalidad en los acuerdos. Lo primero, porque para lograr
un acuerdo de tal envergadura se necesitaba del compromiso y
participación de las principales fuerzas políticas y sociales del
país y en las cuales se representaran los heterogéneos intereses
nacionales. Ello implicaba superar dos problemas: la geopolítica
del espacio (tanto los intereses federales, locales y regionales,
como los parlamentarios, es decir, los gobiernos divididos); y
263 Ibidem.
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La concertación política en contextos de democracias fragmentadas:
el caso del pacto por México
la fragmentación partidista (evitar las exaltaciones ideológicas
polarizantes de los partidos, así como los exclusivismos en la
consecución de las reformas).
Es oportuno comentar que la transversalidad difícilmente hu-
biera sido posible de no contar con los incentivos para neutrali-
zar los intereses particulares y de partidos, esparcidos en todo
el territorio nacional; lo que sólo se podría alcanzar si deposita-
ban sus expectativas en un acuerdo que estuviera más allá de
los problemas inmediatos o de coyuntura.
Así, la transtemporalidad, en el segundo caso, implicó dar un
paso decisivo en la tormentosa y prolongada reforma del Estado
(supeditada por más de 20 años a los vaivenes de los intereses
de cada administración), al establecer por consenso la agenda de
las principales reformas que el Estado mexicano necesita para
garantizar el desarrollo. Esto significa que la apuesta del pacto
se cifró en la transformación a mediano y largo plazo del Estado.
El ejercicio político que supuso la construcción del acuerdo colo-
ca el caso del sistema político mexicano en un lugar aparte den-
tro de las transiciones democráticas en el mundo, pues luego de
un prolongado proceso de transición inaugurado en los setentas,
hubo de concretarse en un acuerdo nacional que sin violar la so-
beranía del Congreso, ni los mecanismos establecidos por nues-
tra Carta Magna (Artículo 135), hiciera converger los diferentes
intereses de las fuerzas políticas nacionales en torno a una políti-
ca de unidad y de diversidad, justo cuando la división de poderes
y los gobiernos divididos parecían estancados.
En esas conversaciones se llegó al entendimiento de que existía
un claro diagnóstico sobre los principales problemas nacionales
y, más importante aún, respecto al tipo de cambios necesarios
para atenderlos.
El camino hacia la concertación política nacional comenzó la
noche del primero de julio de 2012, cuando, en una conferencia
de prensa en la colonia del Valle, la candidata del PAN a la presi-

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