Origen de la Corrupción: una Solución Democrática

AutorLic. Carlos Véjar
Páginas60-65

Page 60

Es difícil escribir sobre la corrupción. Se trata de un tema tan familiar que, a pesar de tener implicaciones y consecuencias y desastrosas, nos es común a todos, como víctimas o victimarios. Hay quien dice que es parte de nuestra cultura; un tema en el cual podemos estar en desacuerdo, sin embargo la realidad es otra. ¿Qué significa esto para un país como México? Depende desde la perspectiva con que se le mire. Para la vida privada nacional podría no significar nada, estamos vergonzosamente acostumbrados a ella. Desde el punto de vista de proyecto de país nos encontramos ante una grave encrucijada, justo cuando se han logrado distintas reformas que pretenden modernizar aspectos de la vida nacional, los interesados deberán tomar en cuenta el índice de la percepción de la corrupción en México; la cual se ha mantenido más o menos estable en el número 34 o 35 sobre 100 durante al menos 10 años, un costo calculado por el Observatorio Económico México en 20 mil millones de dólares en el 20141

Cuando el gobierno, con base en los perjuicios objetivos (económicos) y subjetivos (morales) que esas prácticas traen consigo, decide articular a andar un sistema anticorrupción de 4 arietes: Tribunal de Justicia Fiscal y Administrativa, Secretaría de la Función Pública, Fiscalía Anticorrupción y Auditoría Superior de la Federación. Es imposible evitar que el ciudadano piense que esto es más de lo mismo. La corrupción en México y los esfuerzos para acabar con ella datan de mucho tiempo. No es un fenómeno nuevo y tampoco está restringido por la geografía. El general y estadista tebano, Epaminondas, que vivió entre el 418 y el 362 AC, luchaba contra ella, y también se sabe que los sobornos se castigaban en Egipto. Desde que en ee.uu se privatizaron las prisiones, el número de encarcelados aumentó. Al día de hoy, existen 2.2 millones prisioneros2 y la explicación es que se ha manipulado la justicia para mantener llenas las cárceles.

Los humanos somos seres económicamente racionales; es decir, generalmente preferimos mejor que peor, más grande que más chico, más que menos. Para ello estamos dispuestos a cortar camino y elevar nuestra eficacia. En algún momento de nuestro pasado, aprendimos que tomar atajos n os permitía alcanzar más rápido y sin tanto esfuerzo a nuestra presa, o que golpear un árbol en el lugar preciso permitía que la recolección de frutos fuera más eficiente que al explorar rama por rama. Eso dio a unos ventajas sobre otros y pronto los resultados fueron evidentes. Los trucos para la acumulación redujeron el desgaste y ayudaron a quienes los pusieron en práctica a sobrevivir en tiempos de escasez y a obtener lo suficiente para dedicarse a otras cosas.

Esto, por supuesto, no quiere decir que la corrupción esté en nuestro adn, pero sí que las personas intentamos maximizar nuestro beneficio y reducir el riesgo y el esfuerzo. En la década de los 70, el biólogo evolucionista, Richard Dawkins, lanzó la tesis de que nuestros genes son egoístas; su trabajo The Selfish Gene3, fue utilizado por los seguidores de Milton Friedman como prueba de que, dado que nuestra carga genética tiende al individualismo, había que adelgazar al Estado y dejar que el mercado se hiciera cargo del bienestar. La lógica era que la acumulación individual permitiera a quienes la lograran, invertir en la generación de empleos y paulatinamente generar mejores condiciones de vida. El Estado se relegaría y se

Page 61

limitaría a vigilar el proceso creando algunas condiciones de equilibrio, pero sin reglamentar en exceso al capital. El resultado de ese experimento es claro. Menos del 1% de las personas posee más recursos que el 50% del total de la humanidad, incluye ndo los 40 países más pobres4.

A partir de la manipulación que se hizo de su texto, Daw-kins dedicó esfuerzos a explicar lo siguiente: no es que carguemos con un gen del individualismo, del egoísmo o del beneficio propio a toda costa. Lo que pasa es que los genes son egoístas porque sólo utilizan nuestros cuerpos como vehículo para trasladarse a la siguiente generación. No les importamos. Somos una herramienta que, entre mejor adaptada esté, mayores posibilidades tendrá de reproducirse. Nosotros dejaremos de existir, pero nuestra información genética prevalecerá.

Pero una vez que nuestros genes se convierten en conciencia, se dan...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR