Ontolog

AutorTeodoro Ram

[Ontology and Politics of Hope. From Ernst Bloch to Quentin Meillassoux]

La esperanza es hambre de nacer del todo. MARÍA ZAMBRANO

¿Cabe todavía hablar de esperanza en el mundo descreído, desanimado y francamente nihilista de hoy? Pero, ¿no es en un mundo justo así, en la mayor "oscuridad del ahora", donde más deberíamos volver a pensar la esperanza? ¿Cuál es el significado del término y de la idea que contiene, de honda raigambre filosófica y hasta religiosa? Me ocuparé aquí, desde un punto estrictamente filosófico, de contestar estas preguntas, es decir, de plantear una reflexión sobre el concepto de esperanza. Siguiendo al pensador por excelencia de la esperanza, el filósofo alemán Ernst Bloch (1885-1977), parto de la distinción entre un concepto subjetivo de la esperanza, propio del pensamiento teológico-religioso, y un concepto objetivo de ella, propio, según Bloch, de la filosofía marxista. Más allá del marxismo examinaré también las críticas que los filósofos de corte materialista--como Spinoza--han hecho a la esperanza como una mera forma ideológica de negación del mundo real. Comentaré la propuesta de Bloch de un materialismo especulativo o una ontología del todavía-no, en la que se concreta su postura de pensar la esperanza como una posibilidad real y no sólo como una pura expresión de ilusiones y ficciones consoladoras. Por último, daré cuenta de la filosofía del pensador francés Quentin Meillassoux, inscrito en la nueva corriente filosófica, surgida en nuestro siglo, del nuevo realismo, materialismo especulativo o realismo especulativo (Ramírez 2016). Más que por un concepto objetivo, Meillassoux aboga por un concepto ontológico de esperanza en el marco de una ontología de la contingencia absoluta de todo lo existente. Explicaré cómo puede sostenerse una recuperación de la idea de esperanza en tal marco filosófico y precisaré las diferencias entre la filosofía de Bloch y la de Meillassoux; además, evaluaré estas diferencias y justificaré mi inclinación hacia la perspectiva del filósofo francés, sin dejar de valorar los aportes del pensador alemán. (1) En fin, mi objetivo es establecer la forma de un concepto filosóficamente adecuado de esperanza, apta para afrontar, más allá del pesimismo y el optimismo simplones, el complejo mundo de nuestro tiempo.

Esperanza subjetiva

A toda esperanza le antecede una negación. La negación de una situación actual que se considera injusta, inaceptable, terrible o insostenible, ante la cual se afirma la posibilidad de una situación futura positiva, en la que los males actuales serán superados y donde reinará el bien, de acuerdo con distintas acepciones--lo justo, lo bello, lo ordenado, lo racional--. Dado el carácter problemático de la condición humana, entre más terrible es la situación que se quiere negar, y entre más difícil parece ser poder actuar sobre ella, más crece la esperanza, más se está dispuesto a esperar en un sentido vago y general y, por ello, subjetivo y sólo imaginario. De aquí surge la concepción religiosa de la esperanza, en particular en las religiones de carácter monoteísta--judaísmo, cristianismo, islamismo--que son, a la vez, las religiones menos cósmicas y naturalistas y más antropocéntricas. Como sabemos, en el cristianismo "fe, esperanza y caridad" constituyen las tres virtudes teologales. El orden en que se mencionan implica que la esperanza depende de la fe y que su efecto y apoyo es la caridad. Es decir, tener fe en Dios, como ente creador y ser absoluto, es el sustento de la esperanza, de la creencia en que podemos esperar cosas mejores, no en este mundo--condenado de suyo--, sino en otro mundo, en un más allá ubicado vagamente en el cielo, el paraíso o el reino de Dios. Mientras tanto, la caridad, el obrar amoroso hacia los demás, las buenas obras, pueden contribuir a reforzar esa esperanza y a que su promesa se cumpla. Después vienen las convenientes disputas teológicas y religiosas sobre si salva más tener fe que ser caritativo, si nuestra salvación depende sólo de Dios o también algo de nosotros y otras cuestiones por el estilo.

El asunto problemático, el cuestionamiento de los filósofos y de los ateos, es que la concepción de la esperanza del cristianismo y otras religiones tiene un carácter totalmente enajenante para el ser humano. La esperanza es una creencia en algo respecto de lo cual somos sólo pasivos y receptivos. No tenemos bases ni pruebas que sustenten nuestra esperanza, sólo creencias difusas y una fe que no se cuestiona. La esperanza se convierte, así, en un puro sentimiento, en puro deseo y en mera ilusión, es sólo un consuelo imaginario, ideológico, para sobrevivir a este valle de lágrimas.

No hay crítica más rotunda a la esperanza que la que expresa, desde un racionalismo radical y un materialismo consecuente, el filósofo holandés del siglo XVII Baruch de Spinoza. Para él, la esperanza es un vicio y no una virtud; es una pasión triste producto de la pasividad del alma y se relaciona con el miedo y la ignorancia. Dice la proposición XLVII del libro IV de la Ética: "Los afectos de la esperanza y el miedo no pueden ser buenos por sí" (Spinoza 2011, p. 218). Antes había definido la esperanza como una idea infundada o dudosamente fundada. Dice la definición XIII del libro III: "La esperanza es una alegría inconstante nacida de la idea de una cosa futura o pretérita de cuyo suceso dudamos hasta cierto punto" (Spinoza 2011, p. 160). La solución de Spinoza consistía en atenerse al conocimiento estricto de la naturaleza de las cosas y al abandono de supersticiones y construcciones fantasiosas: atenerse a la razón y comprender la realidad en su ser propio y en su totalidad y no juzgarla desde nuestro limitado punto de vista, desde la manera como nos afecta. Para la ontología totalmente inmanentista de Spinoza acto y potencia son equivalentes, natura naturans y natura naturata son la misma cosa; por ende, toda "potencia" es en "acto". Nada falta en el Ser. La realidad es perfecta: esta consecuencia del materialismo espinosista resultará inaceptable para el pensamiento crítico y humanista.

La crítica a las ilusiones de la esperanza y a la visión religiosa del mundo fue parte del espíritu ilustrado de la modernidad. Con el humanismo moderno nace la convicción de que el ser humano posee capacidad y potencias para transformar el mundo y no sólo contentarse con sufrirlo. A raíz del desarrollo de las ciencias y la técnica nace la mentalidad progresista, la confianza en que la humanidad por sí misma podrá resolver de manera paulatina sus problemas. (2) El marxismo agrega a esta confianza una visión crítica que se centra en el problema social y en la superación de la injusticia y la dominación. A diferencia del ateísmo meramente ilustrado y positivista, el marxismo no se conforma con renegar de la religión y del sentimiento religioso de esperanza, sino que busca transformarlo en términos racionales e incluso científicos. Busca, pues, prolongando una antigua herejía cristiana, hacer posible "el reino de Dios en la tierra". La esperanza empieza a dejar de ser un sentimiento puramente subjetivo para ser un sentimiento positivo no necesariamente infundado. De esta manera, es posible una concepción racional de las posibilidades transformadoras de la praxis así como fundar de modo objetivo la esperanza. Ésta es la tesis de Ernst Bloch.

Esperanza objetiva

Bloch es uno de los pensadores más interesantes de lo que se llamó el "marxismo occidental", es decir, el conjunto de desarrollos del marxismo fuera de los países llamados socialistas. Como otros pensadores de esa línea, Bloch pasó de una postura cercana al marxismo oficial y de simpatía con la urss y los países socialistas a un alejamiento crítico. (3) Al estar vinculado con los teóricos de la Escuela de Fráncfort--Adorno, Horkheimer, Benjamin--, comparte con ellos una concepción más libre y abierta del marxismo, así como la crítica a las interpretaciones doctrinarias o bien positivistas y cientificistas del pensamiento de Marx. En particular, considera que el...

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