El oficio del escritor. Cómo escribí este libro

AutorRaúl Rojas Soriano
Páginas309-326
EL ARTE DE HABLAR Y ESCRIBIR
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Capítulo XXVI
El oficio del escritor
Cómo escribí este libro
1. Las circunstancias en que redacté esta obra las anoté
al principio de la misma. En el capítulo I preciso las ra-
zones por las que decidí escribirla, atendiendo al tema y
a los objetivos que me animaron. Corresponde aquí re-
latar brevemente su preparación.
Esta propensión a reflexionar al respecto es con el
fin de mostrar, grosso modo, cómo procedí para organi-
zar y depurar las distintas ideas y escolios que surgían
en un proceso pleno de creatividad y, a la vez, de in-
certidumbre por los desafíos que implicaba. Relato,
asimismo, cómo fui, poco a poco, confeccionando al-
gunos de los párrafos y capítulos, a guisa de ejemplo.
En razón de ello, narro ciertos pormenores propios
de dicha actividad, los cuales anhelo, estimado lector,
RL ROJAS SORIANO
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que te inciten a seguirme en la asombrosa aventura que
entraña el proceso de escribir. Y cómo es dable conver-
tir en un arte semejante trabajo. Sirvan estas líneas a tal
intención, cuyo propósito es, igualmente, para fines
didácticos.
Las cuarenta cuartillas redactadas a principios de
1998, según puntualizo en el proemio de la obra, ayuda-
ron a encaminar la tarea, pese a no sentirme contento
con las páginas escritas.
De una lectura hecha al vuelo de esa versión se deri-
varon distintas cuestiones sobre las que era posible dis-
currir; anoté, tentativamente, temas específicos que me
interesaba desarrollar.
2. La propuesta preliminar era de doce capítulos. Pensé
que comprendía los puntos básicos de conformidad con
los objetivos que me había trazado. En determinado mo-
mento me sentí satisfecho con el texto, mas al revisar
los primeros seis capítulos me di cuenta de que reque-
ría ahondar en diversos aspectos, así como depurar la
redacción; me sentí, de verdad, frustrado.
Repasé su contenido y presentación varias veces, has-
ta conseguir que fuesen de mi agrado. Cabe apuntar que
un día me satisfacía cierta versión, empero, al poco rato
descubría imperfecciones; volvía entonces a pulirla una
y otra vez, hasta sacarle brillo.
Por la incesante incorporación de ideas, el capítulo V
se convirtió en el IX. Empero, en él trataba dos puntos

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