Nutrir la persona, nutrir la identidad. Reflexiones filosóficas sobre antropología y cultura alimentaria

AutorErnesto Camou Healy
Páginas19-35
CULTURA YSEGURIDAD ALIMENTARIA
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Nutrir la persona, nutrir la identidad.
Reflexiones filosóficas sobre antropología
y cultura alimentaria
Ernesto Camou Healy*
Introducción
e interesa en este trabajo fundamentar la idea de que la cultura alimentaria
es una de las notas fundamentales en la constitución de la persona y de la
identidad. Para eso intentaré delinear, aunque sea brevemente, una teoría
sobre la génesis de la cultura y de la persona, que no pueden pensarse una sin la otra,
están imbricadas íntimamente, y trataré de mostrar cómo la búsqueda cotidiana de los
sagrados alimentos es probablemente uno de los factores que dieron inicio a la cultura
y a la transformación de los hipotéticos prehomínidos en personas, en humanos.
Lo primero, entonces, es volver sobre el concepto de cultura. Hay muchas defini-
ciones, desde la más sencilla hasta algunas realmente sofisticadas. Alguien definió a
la cultura como "herencia social", eso que se genera por vivir en una sociedad deter-
minada, y que se pasa de generación a generación; y qué más heredado que los pro-
ductos con que nos alimentamos, los sabores y los gustos, las formas en que los coci-
namos y el complejo socioeconómico en el cual descansa la producción de los alimen-
tos, el sistema de distribución, intercambio o comercialización de productos agrícolas
M
*Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A. C.
Correo electrónico: e.camou.h@gmail.com
o pecuarios y la red de relaciones sociales que se va creando a partir de esta necesidad
de tener sobre la mesa un platillo que a la vez nos nutra y nos satisfaga.
Pensarla como una herencia social apunta al aspecto nuclear de la cultura, pero
todavía nos dice poco sobre qué es eso que se adquiere sólo por nacer en determinada
colectividad, en una geografía y un tiempo determinados. Para explicar con más dete-
nimiento eso, hace falta remontarnos a los orígenes de la humanidad, a algún no tan
incierto momento de hominización, de transformación del australopitecino en
humano. No sabemos exactamente cómo fue, aunque sí tenemos alguna idea del cuán-
do y del dónde, aunque en términos de la paleontología sólo podemos aproximarnos a
lapsos que comprenden miles o millones de años. Sabemos que muy probablemente
los primeros humanos surgieron en África, hace aproximadamente unos dos y medio
millones de años. La pregunta es porqué y cómo surgieron.
La Hominización
Los estudios de los paleo antropólogos sugieren que una rama de los homínidos exis-
tentes hace millones de años pasó de vivir en los árboles a utilizar la sabana, y poco a
poco fue desarrollando el bipedalismo, como una estrategia adaptativa para tener una
mayor amplitud de visión para defenderse de los predadores, para minimizar la exposi-
ción del cuerpo a la luz solar y tener mayor eficiencia en la consecución del diario
nutrirse. Es interesante anotar que a la par del bipedalismo los caninos de estos prehu-
manos fueron haciéndose más pequeños y menos puntiagudos, lo que apunta, por una
parte, a una dieta en la que había que desgarrar menos y masticar con más regularidad.
Pero también, por otra parte, nos dice que aquellos animalillos tenían menos necesi-
dad de colmillos grandes y filosos como desplante y amenaza, que vivían en grupo que
establecía algún modo de cooperación, y tenían menos razones para portarse agresivos
entre sí, para pelar los dientes como intimidación.
Por otra parte, el caminar erguidos, con la cabeza equilibrada sobre el tronco, dio
a los humanos una característica distintiva entre los otros primates y frente al resto de
los animales: una cara orientada hacia adelante, el rostro humano, primer instrumento
de comunicación y expresión privilegiada del ser personal. Paralelamente se fue dando
un engrandecimiento del cerebro que fue separando, paulatinamente, a aquella especie
de otros prehomínidos con los que compartían hábitat. En estos mismos años, se fue
conformando lo que podemos llamar el aparato fonador, conjunción de órganos y mús-
culos que nos permite emitir sonidos y articularlos en un lenguaje, que es un conjun-
to de símbolos que nos permiten representar la realidad.
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