Por Qué un Nuevo Reglamento de la Cámara de Diputados: Toda Reforma de Estado Pasa Necesariamente por la Reforma del Congreso

AutorCuauhtémoc Lorenzana Gómez
CargoDirector de Proyecto del Centro de Estudios de Derecho e Investigaciones Parlamentarias
Páginas127-162
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Por Qué un Nuevo Reglamento
de la Cámara de Diputados:
Toda Reforma de Estado Pasa
Necesariamente por la Reforma del Congreso
Cuauhtémoc Lorenzana Gómez
Director de Proyecto del Centro de Estudios de Derecho e Investigaciones Parlamentarias.
Planteamiento del Problema.
Los tiempos por los que transitamos los mexicanos son de gran
significado: el Estado Mexicano se encuentra a prueba en la realización o no
de sus fines inmanentes y trascendentes, ya que su incumplimiento deviene
en un muy cuestionado Estado de Derecho que no realiza el bien común ni
en lo jurídico, ni en lo económico, ni en lo social.
Anteriormente, durante el porfiriato, los conflictos se resolvían a
través de un arbitraje político en las diversas escalas de la pirámide de la
estructura del sistema político, y no necesariamente con estricto apego a
derecho. Asimismo, durante el régimen emanado de la Revolución Mexicana,
era el Presidente Municipal, el Gobernador, el Presidente de alguna de las
Cámaras del Congreso de la Unión, el Presidente del partido hegemónico,
el Secretario de Gobernación o, finalmente, el Presidente de la República.
Pero, a partir de las elecciones de 1997, en las que el Presidente de la Repú-
blica pierde el control del Congreso, inician los cambios característicos de
un gobierno dividido, y se consolidan con la derrota electoral del partido
hegemónico a la Presidencia de la República, iniciando así la verdadera etapa
del pluralismo político, de la alternancia por la conquista del poder político
y, en consecuencia, de la fragmentación del poder.
Los anteriores cambios de régimen político traen como conse-
cuencia el iniciar una etapa de vida democrática, el denominado gobierno
dividido, en el que se requiere oficio político, conocimiento de los asuntos
de Estado para lograr un adecuado manejo de los procesos políticos, ya que
son complicados. Entonces, ¿qué se requiere para consolidar la democracia?
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Que el Estado de Derecho sea una realidad. Y ¿qué se requiere para que el
Estado de Derecho sea una realidad? Que se realicen las verdaderas y necesa-
rias Reformas del Estado. Pero ¿por dónde iniciar para lograr la construcción
del rediseño del Estado Mexicano? Creemos y estamos convencidos de que se
debe empezar por las necesarias y posibles Reformas del Congreso, dando el
primer paso con el Reglamento de la Cámara de Diputados, ya que con este
esfuerzo se perseguirían objetivos de gran alcance, pero sin dejar de lado el
inmediato, pero de carácter permanente: lograr acuerdos.
Obteniendo lo anterior, se tendrá a la mano, con la modernización
de una institución de derecho parlamentario fundamental como es el
Reglamento del órgano legislativo, un instrumento de efecto multiplicador,
tanto interno como externo, que coadyuvará al tan ansiado fortalecimiento
de las instituciones del sistema político, en concreto de la democracia, del
verdadero Estado de Derecho reflejado en una política estable en lo jurídico,
en lo económico y en lo social.
1. Estado, Derecho, Democracia y Sociedad.
En el presente apartado abordaremos la estrecha relación que existe
entre el Estado, el derecho, la democracia y la sociedad, a fin de entender qué
es lo que está pasando en nuestro país, ya que constantemente son invocados
por parte de los gobernantes o de los distintos actores políticos, ya sea para
justificar o criticar la función del Gobierno Federal, del Congreso de la
Unión o de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Históricamente, la existencia del fenómeno estatal ha devenido
en su evolución como la organización política de la sociedad que hoy
conocemos como el Estado Nación, y que en los distintos países del mundo
se estructuran y se organizan. Actualmente, se está observando una
tendencia a la organización supranacional de los estados, como la Unión
Europea enfilándose hacia su unificación con una sola moneda para hacer
frente con un solo mercado, el mercomún europeo y, asimismo, se perfila
su unión política de manera básica con la instauración del Parlamento
Europeo.
Estos tiempos son tiempos de crisis de los Estados Nación
a nivel mundial, porque no realizan sus fines. El Estado Mexicano
no es la excepción, se encuentra a prueba la realización o no de
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sus fines inmanentes y transcendentes, ya que su incumplimiento
deviene en un muy cuestionado Estado de Derecho que no realiza
el bien común ni en lo jurídico, ni en lo económico, ni en lo social.
Para alcanzar sus fines, el Estado ejerce su autoridad y su poder, no
de manera autoritaria ni arbitraria, sino siempre subordinado y sometido al
imperio del Derecho.
El desarrollo de sus funciones lo realiza a través de la organización
de sus diversos órganos o poderes constituidos, como los de gobierno y de
administración; impartición de justicia y elaboración de las leyes y normas
que regulan la actuación y las relaciones entre el Estado y los gobernados,
y las relaciones de estos entre sí. Tanto los fines del Estado como sus
funciones se justifican y se legitiman por la condición de que sus miembros
se encuentren en un plano de igualdad, y que el desarrollo y satisfacción de
sus necesidades comunes se realicen de manera plena.
El Derecho, por su parte, desde que el hombre vive de manera
organizada, se da bajo normas y reglas que regulan las relaciones entre los
miembros de esa comunidad, a fin de convivir de manera pacífica y ordenada.
El orden jurídico debe contener fines de justicia y seguridad que persigue
toda sociedad. Pero va en paralelo el fenómeno de mando y obediencia, que
se desarrolla con la aprobación de los miembros de la comunidad para que
unos pocos organicen y manden, y los más obedezcan; esto es, el ejercicio
del poder que la comunidad les otorga y a su vez aceptan la obediencia al
sujeto mandado. Así entonces, el Estado y el Derecho van de la mano como
producto cultural, es decir, humano. Sin embargo, sus funciones y fines no
son idénticos, sino que se desarrollan en su propio ámbito. Cuando el Estado
se separa del Derecho, se constituye en un simple fenómeno de fuerza,
mientras que el Derecho ausente del Estado se traduce en un ideal normativo.
En términos del ilustre maestro Héctor González Uribe,
significa que: «En nuestros días hay una interrelación continua entre el
Derecho y el Estado de tal manera que puede decirse, con razón, que
todo Estado que trate de justificarse ante la conciencia jurídica y moral
de los hombres tiene que ser un Estado de Derecho. Esto significa que
superadas las etapas de violencia, arbitrariedad y despotismo, el Estado
debe vivir normalmente en el ambiente de un orden jurídico claro,
definido y eficaz, en el cual sus funciones y atribuciones estén especificadas

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