Nueva ruralidad: en la encrucijada de la globalización neoliberal

Páginas31-66
NUEVA RURALIDAD: EN LA ENCRUCIJADA
DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL
La diversidad de transformaciones operadas en la ruralidad latinoamericana
ha generando una serie de debates teórico-conceptuales que, desde el marco
de una “nueva ruralidad”, están redefi niendo las concepciones tradicionales
sustentadas en la visión dicotómica de lo rural-urbano, así como la manera de
entender el desarrollo rural. En este sentido, lo más destacado es el surgimiento
de rupturas teórico-epistemológicas que, dentro de un nuevo horizonte de
comprensión, asumen la complejización del devenir propio de las ruralidades
en América Latina.
La diversidad de enfoques teóricos y epistemológicos con que se ha
abordado el análisis de los fenómenos considerados como emergentes, hacen
que el tema que ahora tratamos sea considerado por los mismos protagonistas
de la discusión como uno de carácter interdisciplinario. Nosotros agregaríamos
que se trata también de un tema de carácter político, en tanto que implica la
discusión sobre la transformación de las relaciones entre el Estado y la sociedad
rural, en el contexto de la disputa entre un proyecto de modernización
excluyente y el proyecto de los múltiples movimientos de resistencia indígena
y campesina, pero también de amplios sectores populares, que pugnan por
una modernidad y una ruralidad alternativas. Este hecho le confi ere al tema
una dimensión que va más allá de los debates entre académicos y especialistas
para situarse en el terreno de las construcciones de futuro de los propios
sujetos sociales.
Este nuevo impulso en la refl exión sobre la ruralidad ha signifi cado un
cabal consenso en torno a la necesidad de situar los debates en el seno de las
determinaciones presentes en el ámbito mundial, en donde el concepto de
globalización adquiere una relevancia de primer orden.
Sin embargo, a pesar de la evidente necesidad de contar con una
perspectiva global de los fenómenos, parece no existir acuerdo en la manera
de entender el carácter de esta globalidad y tampoco en la forma de analizar
sus implicaciones políticas, económicas, ambientales y socioculturales para
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las formas de vida del conjunto de los sujetos sociales del mundo rural
latinoamericano.
Frente a algunas posiciones que conciben a la globalización como un
proceso que está por encima de los seres humanos y, por tanto, que confi gura
“tendencias imposibles de revertir”, nosotros pensamos, por el contrario, que
es un proceso construido a través de las luchas entre diversos grupos y clases
sociales a lo largo de planeta, y que nos sitúan en una encrucijada abierta al
devenir histórico.
Desde nuestro punto de vista, la conformación de la nueva ruralidad es
el resultado de las tensiones generadas por el nuevo régimen de acumulación
capitalista en su intento de apropiación de los territorios y recursos de los
países del subcontinente y por las múltiples resistencias que desde diversos
puntos del mismo se oponen al despojo del sustento simbólico y material de
su existencia.
Así, los diferentes procesos de cambio que están conformando la nueva
ruralidad en América Latina, desde el desenvolvimiento de la heterogeneidad
productiva hasta las redefi niciones socio-espaciales y territoriales de las
relaciones rural-urbanas, pasando por la multifuncionalidad de lo rural, la
problemática ambiental y los nuevos actores sociales, tienen que ser pensados
en la encrucijada histórica constituida por la globalización neoliberal como
nuevo patrón de acumulación del capital y por los propios proyectos de
organización de la vida de los sujetos sociales que la resisten.
En tanto nueva etapa del patrón de acumulación mundial de capital,
la globalización neoliberal representa también una nueva fase de la división
internacional del trabajo en la que los intereses del capital transnacional y
de las naciones que comandan dicho proceso, intentan integrar de manera
subordinada a toda la región latinoamericana. La política de puertas abiertas
a al capital transnacional impulsada por las agencias mundiales del poder
económico-fi nanciero con la complicidad de las elites de poder locales tiene por
objetivo la apropiación de los recursos naturales y humanos de los territorios
de los países del Sur y, por tanto, la desarticulación material y cultural de sus
formas de existencia.
Esta apertura de las fronteras ha implicado, desde luego, transformaciones
profundas en la confi guración del Estado Nación. En términos generales, el
modelo neoliberal ha signifi cado la redefi nición del papel del Estado en la
rectoría del sistema económico como correlato de la preeminencia otorgada al
mercado mundial en el sistema de producción y asignación de los recursos. En
N . E    A L 33
América Latina, transitamos de una estrategia de desarrollo que privilegiaba al
mercado interno, hacia una estrategia que colocó el sector exportador como el
actor central del crecimiento. De acuerdo con la tecnocracia modernizadora,
la eliminación de las “distorsiones” estatales en la economía permitiría que el
mercado, por antonomasia el lugar de la máxima efi ciencia, nos llevara a una
etapa de bonanza económica sin precedentes y a superar de una buena vez
la pobreza y la desigualdad. Dichas promesas contrastan de manera extrema
con la realidad de un mundo cada vez más polarizado entre una minoría que
concentra riquezas insospechadas y una inmensa mayoría para quienes la vida
se torna cada vez más insoportable.
De esta manera, el modelo de desarrollo en América Latina se transformó
profundamente en los últimos cuarenta años. De la década de los sesenta a los
ochenta, se pasó de un esquema que sostuvo al sector agrícola como impulsor
del proceso de industrialización —cuya función se concentró en proveer de
materias primas y de mano de obra a la industria—, a un modelo de apertura
económica que hasta la fecha sigue mostrando sus consecuencias sobre el agro
latinoamericano.
Si bien en la década de los cincuenta-setenta “el sector agrícola tuvo un
tratamiento subordinado en el marco de las políticas de industrialización y
de sustitución de importaciones”, lo cierto es que “las políticas de cambio
estructural, propias de (esos años, estaban) basada(s) en la inversión pública
a través del ordenamiento del territorio […], la ampliación de la frontera
agrícola […], y la transferencia de tecnología” (Bonnal et al.; 2004: 24-25),
situación que cambió paulatina y radicalmente a partir de la década de los
ochenta.
La cancelación del proyecto de modernización agrícola inicia con la crisis
de la deuda externa, que “desembocó en los años noventa en una liberalización
forzada de las economías nacionales. Desde ahí, el objetivo inicial de la
construcción de mercados internos […], fue reemplazado en espacio de una
década por el de la apertura internacional con base en ventajas comparativas
y por ende en la búsqueda de competitividad en un contexto de crecimiento
más volátil” (Bonnal et al.; 2004: 24-25).
Los programas que se derivaron de este intempestivo cambio de rumbo
se dirigieron principalmente a desarticular la estrategia de crecimiento previa a
la crisis de los ochenta. Esto signifi có: el retiro del Estado en el cumplimiento
de las funciones de incentivar la agricultura; cancelación paulatina de la
inversión directa al campo; supresión de los subsidios a la producción y a la

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