Normatividad epistemica y estructura heuristica del razonamiento.

AutorEraña Lagos, Ángeles
CargoInstituto de Investigaciones Filosóficas; Universidad Nacional Autónoma de México

RESUMEN: En años recientes se han diseñado múltiples experimentos que muestran cómo el razonamiento humano tiende a quebrantar lo que usualmente se consideran los principios normativos de razonamiento, a saber, los principios de la teoría estándar de la probabilidad y de la lógica clásica. Estos supuestos quebrantos han sido interpretados como muestra de la irracionalidad humana. Una noción de norma del razonamiento diferente de la subyacente en dicha interpretación me permite afirmar que razonar correctamente implica razonar de acuerdo con reglas diseñadas para resolver una clase limitada de problemas en el marco de un dominio específico y que pueden no ser formulados en términos de principios generales. Esta idea me lleva a sostener que la estructura heurística de nuestro razonamiento apunta a la manera como somos racionales.

PALABRAS CLAVE: racionalidad, psicología cognoscitiva, dependencia epistémica, procedimientos heurísticos

  1. Introducción

    En años recientes se han diseñado múltiples experimentos para diagnosticar el tipo de procedimiento cognoscitivo que los seres humanos utilizamos en nuestros razonamientos cotidianos. La conducta observada tiende a la violación de los principios del razonamiento correcto, a saber, los principios básicos de la teoría estándar de la probabilidad y de la lógica clásica. Esta característica general de los resultados obtenidos ha suscitado una discusión importante en torno a la racionalidad; en particular, la estructura del razonamiento humano ha pasado a ocupar el centro de la discusión.

    En este artículo analizaré dos interpretaciones de los resultados experimentales. La primera ha sido favorecida por los psicólogos que diseñaron los experimentos, y ha dado lugar a la "tesis de irracionalidad", de acuerdo con la cual los errores de razonamiento deben atribuirse al uso de reglas heurísticas, esto es, a la utilización de sistemas de instrucciones que nos permiten solucionar un problema, no de manera exacta ni en todos los casos, pero sí de manera que no sea necesaria una computación excesiva desde el punto de vista de los recursos cognoscitivos que tenemos disponibles. La idea central de estos psicólogos es que la evidencia de los experimentos es suficiente para afirmar que el razonamiento humano se guía sistemáticamente por reglas heurísticas y, puesto que estas reglas son diferentes de las normas de razonamiento, es posible concluir que los seres humanos somos irracionales.

    La segunda interpretación se sustenta en la llamada "tesis de racionalidad", según la cual los seres humanos tenemos una capacidad o habilidad subyacente para razonar de acuerdo con las normas de razonamiento y, en esa medida, los errores observados deben atribuirse a factores ajenos a nuestra competencia racional. Esta posición crítica severamente la conclusión que sostienen los psicólogos, e implícitamente rechaza la idea de que nuestro razonamiento tiene una estructura heurística. Un número importante de filósofos, entre quienes destaca Jonathan Cohen, ha dado argumentos a favor de esta postura.

    Finalmente, en coincidencia con Gerd Gigerenzer (2000) y Sergio Martínez (2002), afirmo que la definición misma de "buen razonamiento" conforme a la cual fueron construidas dichas interpretaciones es incorrecta. Esto me llevará a cuestionar la noción de racionalidad subyacente en mucha de la epistemología contemporánea y, en particular, en las dos tesis de las que me ocuparé en el presente artículo. La posición que defiendo sostiene que la forma en que se presenta la información en los problemas del razonamiento a los que se enfrentan los sujetos encuestados y el contenido específico del material, objeto del razonamiento, son parte de un contexto más amplio en el que las normas del razonamiento se establecen, se desarrollan y se validan. Mi tesis es que la estructura heurística del razonamiento apunta a la manera como somos racionales; para defenderla mostraré que la evidencia obtenida por los psicólogos nos permite concluir que "la gente usa heurísticas en vez de teoría de la probabilidad, pero no ... que sus juicios sean generalmente pobres" (Lopes 1991, p. 75) ni que los seres humanos seamos irracionales.

  2. Sesgos e irracionalidad

    La interpretación de los experimentos mencionados en la introducción, y que está sustentada en la tesis de racionalidad, llega a conclusiones opuestas a las que sacan los psicólogos cognoscitivos a partir de las siguientes premisas compartidas: 1) "ser racional" significa razonar, la mayor parte del tiempo, de acuerdo con los principios de razonamiento; 2) dichos principios están basados en las reglas de la lógica y del cálculo de probabilidades, (1) entre otros sistemas formales, y 3) una descripción correcta del razonamiento real de los seres humanos nos permite dar cuenta de la constitución de nuestra competencia racional.

    Dos de los supuestos subyacentes en estas premisas son los siguientes: i) el análisis de nuestros conceptos epistémico-evaluativos hace explícitos, en una teoría del razonamiento, los principios que rigen nuestro proceder racional y establece las normas que prescriben cómo deben relacionarse los contenidos de nuestras creencias entre sí, con otras actitudes proposicionales y con nuestra conducta; y ii) los seres humanos tenemos ciertas creencias preteóricas que constituyen las premisas más fundamentales de nuestras deducciones o construcciones teóricas (Cohen 1986). Estas creencias, también llamadas "intuiciones", se originan en un sistema de reglas tácitamente conocido y universalmente compartido para hacer juicios con respecto a temas relevantes; el conocimiento de dicho sistema constituye nuestra competencia racional. Nótese que en estos supuestos subyace la distinción competencia-ejecución, donde, por un lado, la primera suele identificarse con un mecanismo que subyace en la habilidad de los seres humanos para razonar que los dota con una racionalidad perfecta (o casi perfecta) y, por el otro, la ejecución se entiende como un conjunto de herramientas que activan dicho mecanismo (Sober 1978, p. 177). Existen distintas formas de entender la "competencia" de razonamiento; aunque, en términos generales, refiere a la capacidad humana para razonar y al conocimiento tácito de los principios de razonamiento; la ejecución, por su parte, es la manera concreta de implementar dichos principios, que puede ser influida por factores de interferencia tales como el olvido o la distracción. (2)

    Si aceptamos estos dos supuestos y si, además, aceptamos que nuestras nociones intuitivas de aceptabilidad epistémica concuerdan con los principios emanados de las reglas de la lógica, del cálculo de probabilidades, o de otros sistemas formales, entonces los principios del razonamiento que están basados en dichas reglas deben ser vistos como principios normativos del razonamiento, esto es, como principios de acuerdo con los cuales debemos razonar (Stein 1996, p. 4). Así, la primera premisa antes mencionada puede reformularse de la siguiente manera:

    1') "ser racional" significa tener una competencia constituida por los principios normativos del razonamiento.

    Si los principios de razonamiento provienen de nuestras nociones intuitivas de aceptabilidad epistémica (en el sentido de que son el resultado del análisis de dichos conceptos), y éstas de nuestra competencia racional, (3) entonces podemos aceptar que los principios normativos del razonamiento provienen de nuestra competencia y, por tanto, ésta debe estar acorde con ellos. Stein formula muy claramente la estructura del argumento en que se sostiene 1':

  3. Los principios normativos del razonamiento provienen de nuestras intuiciones de lo que constituye un buen razonamiento.

  4. Nuestras intuiciones de lo que constituye un buen razonamiento provienen de nuestra competencia racional.

  5. Si 1 y 2, entonces los principios normativos del razonamiento provienen de nuestra competencia racional.

  6. Si 3, entonces la competencia racional debe estar acorde con los principios normativos del razonamiento (Stein 1996, pp. 137-138). (4)

    La segunda premisa compartida por los defensores de las tesis de racionalidad e irracionalidad --los principios del razonamiento están basados en las reglas de la lógica y del cálculo de probabilidades-- se apoya en la idea de que aun si estas reglas no prescriben maneras de relacionar creencias --son reglas de argumentación, no de razonamientos--, (5) los principios que emanan de ellas son la base sobre la cual se establecen los principios que determinan las relaciones que debe haber entre las creencias de cualquier sujeto, si éste ha de ser considerado racional. Esto es, desde este punto de vista, los principios de revisión de creencias (y algunas normas del razonamiento) se refieren a normas de argumentación tales como los principios de implicación: el modus ponens, por ejemplo, no dice nada acerca de la revisión de nuestras creencias, pero muchos de los principios de revisión de creencias se refieren al principio de argumentación expresado en la regla en cuestión.

    La tercera premisa --una descripción correcta del razonamiento real de los seres humanos nos permite dar cuenta de la constitución de su competencia de razonamiento-- se sostiene en la idea de que la habilidad real de los sujetos para razonar es indicativa de las reglas que comúnmente guían su razonamiento o que constituyen su competencia racional. Así, si una descripción correcta de nuestro razonamiento nos permite aseverar que la mejor explicación de los errores cometidos en los experimentos es aquella que los considera fallos en la ejecución, tenemos buenas razones para pensar que nuestra competencia de razonamiento está constituida por los principios normativos del razonamiento. Si, por otro lado, estos errores no pueden explicarse de esta manera, entonces tendremos que aceptar que nuestra competencia se conforma con principios diferentes de los mencionados y, por tanto, que somos irracionales.

    La diferencia más importante entre...

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