Niñas, niños y adolescentes en riesgo de prostitución infantil

AutorElvira Reyes Parra
Páginas327-399
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ESTE APARTADO lo dividiremos de acuerdo con la situación
isocial de las niñas: de la calle, en la calle, e hijas e hijos de
mujeres trabajadoras sexuales que, como se ha dicho más arri-
ba, nos mostrarán facetas que son comunes entre las niñas, las
adolescentes y las madres jóvenes en situación de calle con
las trabajadoras sexuales. Paralelismos entre u nas y otras,
tienens similitudes que diferencias en las historias de su
infancia, adolescencia y hasta el momento actual en que viven.
A simple vista pareciera que el problema de la prostitución que
ejercen las adultas es uno y la explotación sexual infantil es otro
y que entre ambos no existiera nada en común. A continuación
descubriremos que su distancia no es tal, una converge junto a
la otra o la una puede ser punta de despegue para la otra. Por
ser tantas las similitudes, bien puede ser la prostitución adulta
punto de partida de investigación para combatir la prostitución
infantil.
Orfandad, pérdidas, violencia en sus diversas manifestacio-
nes, insolvencia económica familiar, nulos o bajos niveles edu-
cativos, desempleo, entre otros, es el paquete de problemas so-
ciales con los que se enfrentan muchas niñas que están fuera de
su hogar a sus cortos años. El actual prototipo de infancia, dic-
tado desde organismos de salud y desde las políticas públicas
sociales nacionales e internacionales son irreconocibles en su
cuerpo y mente infantil. Niñas y niños viviendo en situación de
calle son enfrentados a realidades sociales que el mundo de los
mayores adulteró, colocándolos en un lugar que les debería ser
ajeno. Por su parte, el adulto, ensimismado y no haciéndose
CAPÍTULO 5
Niñas, niños y adolescentes en riesgo
de prostitución infantil
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responsable de ninguna forma de su infancia, todavía osa recri-
minar y/o juzgarla por su aparente preferencia por estar en la
calle y no en la casa paterna, como si eso fuera producto de un
gusto o un capricho; le es aborrecible su adicción a las drogas,
ignorando que ellas representan un alivio a muchos dolores fí-
sicos y emocionales o, en su caso, un escape a las malformacio-
nes que el adulto ya de suyo sembró. Es risible que el adulto
exija comportamientos maduros a las y los niños cuando éstos
han demostrado tanta irresponsabilidad no sólo como padres,
sino como familia, vecinos, orientadores, maestros, guías, fun-
cionarios públicos, etcétera.
En las historias infantiles que a continuación narraremos se
encuentran pequeñas muestras del enorme olvido y agresión
que el adulto hace hacia sus niños. Abandonos, rechazos, abuso,
estupro, violación y venta sexual de menores generado por pa-
dres, familiares o tutores son una constante en las historias in-
fantiles. No deberían sorprendernos, sus respuestas si fuésemos
tan congruentes con esa infancia a la que se le falta tanto el
respeto, ya que el mundo adulto les arrebató lo básico para sobre-
vivir: alimentos, casa, vestido, la calidez y protección de un
hogar, educación y con todo ello: valores humanos.
Psicológicamente, tanto en niñas como adolescentes y muje-
res adultas encontramos cuadros de depresión crónica graves y
leves, ideas e intentos de suicidio frecuentes; personalidad de-
pendiente con características histriónicas, destructivas y com-
pulsivas. Buscan parejas que, en su fantasía, las va a rescatar del
sufrimiento y el abandono parental, pero paradójicamente, éstas
son tan o más violentas que aquellas otras que la abandonaron
o de las que huyó. Insertadas en un mundo delictivo y violento
las ha hecho ser también de la misma forma para sobrevivir en
él, y eso les hace preguntar: “Robar, prostituirse, charolear (men-
dicidad), ¿Qué es mejor?”
Algunas niñas y niños, no obstante, están haciendo un es-
fuerzo que surge desde el fondo de sí mismas para vivir y ser
dignas en un mundo que le ha demostrado ser indigno.
NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES EN RIESGO 329
En efecto, porque para mucha gente adulta el cuerpo infan-
til es un recurso a explotar, para otro gran segmento de la pobla-
ción sólo les causa desdén y para unos cuantos un número para
colocarlos en uno que otro rubro, según sea su licencia o espe-
cialidad. Porque lo que menos sucede con los que dirigen de una
u otra forma el país es comprometerse realmente a erradicar la
explotación sexual infantil más allá de compromisos, metas y
ambiciones políticas individuales: ese es un campo desértico.
Así, las probabilidades de que niñas y niños sigan reproducién-
dose y proliferando en coladeras, jardines, calles, avenidas y
hoteles, entre otros lugares no aptos para ellos, son altas.
NIÑAS DE LA CALLE
LA INTERVENCIÓN con las niñas de la calle se hizo, para el primer
grupo Casa de Ayuda y Solidaridad dentro de la misma casa, el
segundo dentro de las instalaciones del C AIS, esas diferencias
marcaron, por supuesto, rumbos diferentes para el tipo y resul-
tados obtenidos en la observación, tratamiento y sus alcances.
Recordemos que se trata de niñas que viven dentro de una
casa que tienen como objetivo darles albergue y satisfacer sus
necesidades básicas de alimento, vestido y algún tipo de educa-
ción. Cabe señalar desde ahora que por existir tan grandes dife-
rencias en ambas casas que van desde las físicas, estructurales y
funcionales por una parte, hasta las relacionales entre autorida-
des y menores y entre estas mismas, es que optamos por separar
su exposición en aras de convocar la reflexión y su análisis.
Para el primer caso, Casa de Ayuda y Solidaridad, la inter-
vención sólo fue terapéutica y fue a petición expresa de aquélla
a la CDH DF, acordándose llevarse a cabo dentro de sus instala-
ciones ubicadas al norte de la ciudad. En cambio, para Casa de
las Mercedes, aunque se conocieron sus instalaciones en el
centro de la ciudad, el acuerdo fue que la intervención se rea-
lizaría dentro del C AIS; por lo que había que trasladar a las
menores en una camioneta que para el caso enviaba la CDHD F
una vez por semana.

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