La música nos une

AutorHéctor Martínez Villavicencio
Páginas56-57
ARTES
56
La música nos une
HÉCTOR MARTÍNEZ VILLAVICENCIO
choeurdenous@gmail.com
A veces las mejores cosas llegan de la manera más inespera-
da y sin buscarlas. Como si la vida te diera lo que te toca o te
agarrara para acomodarte donde vas. Y uno, que no sabe ni lo
que está ocurriendo, nomás se deja llevar por el gusto y la cu-
riosidad de hacer las cosas sin sospechar en dónde terminará;
pero pues así se vive, y gracias a eso estamos donde estamos.
Mi historia comienza dentro de casa, donde gracias a mis pa-
dres, nunca faltó la música de muchos estilos diferentes y yo
desde pequeño le agarré el gusto a cantar y seguir melodías,
jugando. Mi papá, médico de carrera, antaño tenía una banda
de rock y a mí me encantaba emularlo, tanto que, a los tres
años, un tío me regaló una guitarra pequeña, hecha a mi me-
dida, para jugar a ser músico de un modo más realista. Tuvo
tanto éxito que a la fecha la conservo y, literalmente puedo
decir que fue mi primer guitarra, fue donde saqué (de oído)
mis primeras canciones, siempre a ensayo y error.
Mi papá era firme con la idea acerca de enseñarme música.
Él no quería hacerlo: “Es que te voy a malear, yo aprendí de
mis amigos en la calle. Tengo muchos vicios de técnica, mejor
luego vemos una escuela para que aprendas bien”.
Así, la vida siguió y, en otros aspectos, comenzaba a sedu-
cirme la astronomía, la física y la ciencia… Aun así, la música
nunca se fue, al contrario, el día que cumplí seis años mi papá
me regaló mi primera guitarra eléctrica, la cual me serviría
para iniciar mi primera banda, a los doce años.
Estaba yo en segundo de primaria, con siete años, una tarde
que mi padre llegó del trabajo con la Gaceta UNAM. Hojeándola,
mi madre encontró, entre muchas otras cosas, una convocato-
ria para formar parte de un llamado Ciclo de Iniciación Musical
(CIM) que se impartía en la Escuela Nacional de Música. Y fue
entonces que cayó la bomba: ¿Quieres estudiar música?, me pre-
guntaron mis padres; después de meditarlo un poco, yo respondí
que sí. No sabía realmente en qué me había metido, solamente
lo dejé ser, hasta que tuve mi momento brillante de pensar en
algo que, de hecho, iba a importar mucho: “¿Cuánto tiempo voy
a estar ahí?” a lo que me respondieron: “El que tú quieras”. Y sigo
aquí estudiando.
El encuentro de esa convocatoria fue realmente una cosa que
me ha marcado hasta el día de hoy, ¡y un hallazgo tan fortuito,
que cuando la encontramos, era el último día de entrega de

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