Murió porque ella quiso?

AutorAndrés Henestrosa
Páginas136-137
136
ANDRÉS HEN ESTROS A
Agobiado por la pobreza, cómo había de pensar en otra cosa, pienso en la
literatura. Ciertamente, si por algo me parece amarga esta escasez obstinada
de elementos es porque no puedo comprar libros, ni preparar la edición de mis
pocas cosas, decía. Y sin embargo, leyó todos y escribió sin cesar. Sus escritos,
a diferencia de otros escritores de su misma familia, no adolecen de tachadu-
ras y de ese dejo de improvisación que, a ratos, los afea, sino por el contrario
muestran una conciencia y un rigor artísticos, extraños en su tiempo. Hasta
aquellas cosas escritas sobre la marcha, con un pie en el estribo, sobre las ro-
dillas, denuncian siempre un pulso firme y un seguro señorío que a las claras
nos dicen que el oficio de las letras era algo que no le abandonaba jamás, así
estuviera empeñado en otros extremos como el de las armas. Algunos de sus
discursos, pese a que estaban improvisados y de la flama oratoria que les era
inseparable, traslucen un raciocinio capaz de vencer los riesgos de la emoción
puesta en ejercicio. Al revés de lo que ocurre con una gran mayoría de nues-
tros escritores, poetas, prosistas, Ignacio Manuel A ltamirano puede resistir
la prueba de poner la totalidad de su producción en manos de los lectores
mexicanos sin peligrar por eso su buena fama. En eso deben haber pensado
Agustín Yáñez y Catalina Sierra cuando hace algunos años iniciaron la publi-
cación de sus Obras Completas bajo el patrocinio de la Secretaría de Educación,
pero que desgraciadamente se interrumpió en el tomo I de los Discursos, único
que llegó a publicarse.
Y así hemos venido a dar donde queríamos: llamar la atención a las actua-
les autoridades de Educación para que en un renovado esfuerzo se reanude
la edición de los escritos de Altamirano, por lo que tienen de enseñanza, de
belleza y de exaltado patriotismo.
22 de febrero de 1953
Murió porque ella quiso…
El v iernes 13 de marzo murió Isabel Villaseñor, o Chabela Villaseñor como
mejor la conocíamos sus amigos. Quizá a la misma hora en que ella moría, le
dedicaba yo una Alacena que ya no se publicará, por lo pronto, porque al es-
cribirla trataba de llevar a su vida, una vida frágil, presa en un vaso de cristal,
un poco de ánimo para mantenerla fiel a esa misma vida y a su obra de gran

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR