El mundo privado de la prostitución

AutorElvira Reyes Parra
Páginas219-326
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Ninguna eligió esto38
MUJERES Y PROSTITUCIÓN, mujeres prostituidas, luego sólo:
iprostitutas, afán lingüístico económico y político en el
que una mujer pierde su atributo primordial: ser mujer. Una
vez que ha sido nombrada así, esta mujer, igual que la loca o la
presidiaria, pierde el nombre y el apellido que entraña su indivi-
dualidad y la pertenencia a una familia y su derecho a hacer
escuchar su voz y a una vida digna en la cual pueda satisfacer
sus necesidades, según la toma de sus decisiones. Sea que se
encuentre en la infancia, en la adolescencia o en la vida adulta,
escindida, tiene que inventar e inventarse otro nombre y otro
escenario artificial a partir del cual será otra persona, pero no
aquella que la relaciona con la familia que perdió o que le negó
el derecho de desarrollarse y ser otra persona y no la que es.
La sociedad rechaza y olvida todo aquello que no se ajusta
a lo “bueno” o “saludable” que ha dispuesto para sus miembros.
Bajo este orden, son asignadas formas de pensamiento y de ac-
ción a hombres y mujeres, si cada uno cumple con ellas, no hay
problema. Así, han pasado siglos en los que, en condiciones de
inequidad, la mujer ha cargado con tareas inamovibles por mile-
nios, como el cuidado de la casa y de los hijos, y la honra de la
familia, para lo cual le fue puesto un cinturón de castidad men-
tal prohibiéndole hacer uso libre de su sexualidad. Cierto, más
38Declaración anónima de una sexoservidora del grupo de Mujeres Revolución. Cfr.
Miryam Audiffred y Luisa López en “Mujeres en la Cruz”, revista Periodismo en zona libre,
5 de abril de 2004, p. 48.
CAPÍTULO 4
El mundo privado de la prostitución
220 ELVIRA REYES PARRA
allá de los innumerables problemas que surgen por cuestiones de
género, no se juzga igual las fallas de una mujer que las de un
hombre, pero tampoco su quehacer en la sociedad, sobre todo
aquellas que se refieren al ejercicio de la sexualidad por eso, si el
hombre se relaciona sexualmente con varias mujeres a la vez “es
viril”, “potente”, “fuerte”, “sano”; la mujer “es una puta”, “una
cualquiera”, “no vale nada”, lo haga por placer o por cubrir ne-
cesidades básicas de todos y cada uno de los miembros de la
familia, los del marido incluso: “Hasta nuestros familiares nos
explotan.”39
La mujer que vende su cuerpo tiene que desprender una
parte intrínseca de sí misma: sus emociones, sus sentimientos y
una parte del constructo social que ante los otros la valida, su
“decencia” que no su estado de victimización, se superpone a los
anteriores, haciéndole perder los lugares que ocupaba dentro de
la familia y en su círculo social inmediato: sea como hija, herma-
na, prima, madre, tía, abuela, amiga, vecina, comadre, etcétera,
y los derechos que se relacionaban con esos lugares.
Su derecho a ser y estar en el mundo se vuelve relativo y
condicionante. Ella cree haber contraído una deuda social con
los otros que ha ofendido. Deuda que “tiene que pagar” por ser
“mala”. Su anclaje está en la frase de varones que hacen suya
las mujeres para darles una marca y una división entre ellas:
“Hay mujeres para divertirse y mujeres para el matrimonio.”
Justo es cuando se abre una brecha entre las mujeres “decentes”
y las “no decentes”. Atributo social que las hace irreconciliables,
pero que las descalifica y desaprueba no en su libre ejercicio
sexual, como comúnmente se dice, sino basado en una separa-
ción patriarcal sexista bajo el cual puede disponer de la una
tomándola como objeto sexual, y a la otra, bajo ciertas condi-
ciones que el pensamiento varonil ha determinado, pasa a ser
de su exclusividad, siempre recordándole que o es esta “decen-
te” o es la “otra” para la cual hay un epíteto exclusivo, ya que
transgredió la norma.
39Idem.
EL MUNDO PRIVADO DE LA PROSTITUCIÓN 221
Mundo privado de la prostitución hace referencia a todo
aquello que no se comparte con las otras mujeres: “las decentes,
aun cuando existen tantas similitudes.
Ser mujer, en contexto de prostitución, no es fácil: es una
mentira, pero puesta a disposición de hombres y de mujeres, la
segrega e invisibiliza. Aquí se expondrán algunas historias que
nos dejarán observar su deseo de ser “fuertes” para ocultar sus
heridas, ya que “ser débil” significa exponerse a una mayor vio-
lencia, lograda esa apariencia algunas sobreviven, otras no.
HISTORIAS INDIVIDUALES
LAS HISTORIAS que presentamos a continuación son algunas de
las que se vertieron en el área de psicología, ellas reflejan la va-
riabilidad y los grados de violencia que viven cotidianamente las
trabajadoras sexuales: cuando fueron niñas, adolescentes y en la
vida adulta. Los nombres fueron cambiados por obvias razones,
pero no la edad ni el contexto en que se encuentra cada una. En
primer lugar, citamos el motivo de la entrevista, una ficha clíni-
ca aproximada y después, brevemente, la historia de vida.
a) Flor acude a terapia porque está muy enojada con su hija,
quien se embarazó y dejó los estudios: “Quiero saber cómo pue-
do hacer para que aborte, ese muchacho no le conviene, va a
deshacer su vida.”
Flor es una mujer de poco más de 40 años, nacida en una
colonia popular del Distrito Federal, hija menor de cuatro her-
manos mayores, estatura mediana, complexión regular, ojos café,
pelo corto, bien parecida aunque había descuido en su manera
de vestir y arreglo, dedicada desde hacía algunos meses al comer-
cio ambulante. Apenas había terminado la primaria y trabajaba
desde los siete años.
Su infancia la recordaba con gran tristeza, había sido violada
a los cuatro años por su padre. La escena volvía a su mente en
casi todas las sesiones: se veía en una esquina de algún cuarto, casi
sin respirar, oía cómo se acercaban las pisadas, eran inconfundi-
bles: cada vez que se acercaban esos pasos, aun sin verlo, sabía

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