Un monstruo con cuatro cabezas que se devoran entre si: materialismo y naturaleza pl

AutorStrok, Natalia

[A Monster with four Heads that Devour Each Other: Materialism and Plastic Nature in Ralph Cudworth]

Introducción

En el siglo XVII inglés en el que surge el grupo conocido como los "platónicos de Cambridge", las convulsiones político-teológicas de la época se suman a los desarrollos filosóficos que se producen en esa modernidad temprana e impulsan a sus autores a reflexionar también sobre ciertas categorías que, con el paso del tiempo, se podrán denominar "historiográficas". Una de ellas es la de "materialismo" que, para Ralph Cudworth (1617-1688), tiene una importancia crucial desde el inicio de su única obra publicada, The True Intellectual System of the Universe (1678; en adelante, TIS), por asociarse con el ateísmo y presentarse como el nombre de una de las corrientes más peligrosas en contra de la teología racional que este autor pretendía fundar.

De acuerdo con el trabajo de Olivier Bloch, una de las primeras apariciones del término "materialista" se registra, sin ir más lejos, en la obra Divine Dialogues (1668) del colega y amigo de Cudworth, también miembro destacado del grupo de los platónicos de Cambridge, Henry More (Bloch 1990, p. 15). El autor explica que la aparición del término en dicho texto es importante para la posteridad porque es el modelo que adopta George Berkeley para redactar sus Three Dialogues between Hylas and Philonous (1713), en los que no sólo se registra el término "materialismo", sino también su opuesto, el "inmaterialismo", a partir del cual se gestará en los años siguientes el término "idealismo".

Por su parte, Falk Wunderlich explica que el hecho de que los opositores del materialismo se hayan concentrado tanto en definirlo contribuyó en parte al desarrollo de las teorías materialistas. Un caso paradigmático de esto es el propio Cudworth, quien se preocupó por reconstruir los argumentos materialistas en detalle (Wunderlich 2016, p. 802).

En este trabajo me propongo rastrear en TIS el concepto de "materialismo" y sus asociados, en especial el de "ateísmo", términos que empiezan a utilizarse en esa época, y mostrar cuál es la deficiencia que encuentra el autor en este tipo de planteamiento, que describe como la inversión perfecta del orden del universo por entender que sólo hace uso de la causa material, sin contemplar la causa eficiente o final. De hecho, para este autor los distintos ateísmos materialistas fallan a tal punto que se destruyen entre sí. Para comprender mejor esta crítica, sugiero ver cuál es su propuesta superadora, que plantea una primacía de lo espiritual por sobre lo material y la incorporación del concepto de "naturaleza plástica" (Plastic Nature) correctamente comprendido de acuerdo con su metafísica platonizante. 1

  1. La filosofía materialista y atea

    TIS es una obra que ha generado interés en la historiografía filosófica porque Cudworth despliega allí una erudición inmensa. Su estrategia es utilizar las voces del pasado para discutir las doctrinas de su propio tiempo porque entiende que, al encontrar el origen de los errores, éstos pueden subsanarse. TIS se conoce por la multiplicidad de fuentes que utiliza y por ofrecer algunas interpretaciones sobre los textos presentados que no pasan inadvertidas (Levitin 2015, p. 87). Sin embargo, la obra es tan extensa y repetitiva que es entendible que muchas veces haya podido alejar a sus lectores: se trata de un extenso escrito de más de novecientas páginas in folio en cinco capítulos y, a pesar de su extensión, es apenas la primera parte de un proyecto cuyo autor nunca terminó de desarrollar. Las obras póstumas de Cudworth completan dicho plan, pero evidentemente sólo en parte ya que no fueron publicadas por su propio autor y son de una extensión mucho menor a la de TIS. Estas obras son Treatise Concerning Eternal and Immutable Morality (1731) y Treatise of Free Will (1838) (Hutton 1996, pp. ix-xvi).

    En el capítulo tercero de TIS Cudworth revisa las distintas formas que ha adoptado el ateísmo en la historia de la filosofía. Se detiene en los primeros capítulos sobre todo en el ateísmo democríteo. Sin embargo, explica que no es el único tipo de ateísmo que se puede encontrar, pues ya habían empezado a tratarse otras formas, por lo cual el autor decide sistematizar las distintas posibilidades en los siguientes cuatro tipos:

    Hemos descrito cuatro formas diferentes de ateísmo: primero, el hilopático o anaximándrico, que deriva todas las cosas de la materia inerte y desanimada, en el modo de cualidades y formas, como generables y corruptibles; segundo, el atómico o democríteo, que plantea lo mismo pero en el modo de átomos y figuras; tercero, el ateísmo cosmoplástico o estoico, que supone una naturaleza plástica y metódica pero sin sentido que preside todo el universo corporal; y, por último, el hilozoico o estratónico, que atribuye a toda la materia, en cuanto tal, cierta naturaleza vital y energética, pero desprovista de toda animación, sentido o conciencia. (Cudworth, TIS I, pp. 199-200) (1)

    Las cuatro formas de ateísmo en este pasaje coinciden en considerar como origen de todo y única sustancia a la materia, aunque comprenden de manera diversa esa materia y qué es lo primero que produce. Algunos incluso llegan a proponer que está viva pero que carece de cualquier tipo de inteligencia. Ninguno concibe una sustancia incorpórea porque, si lo hicieran, explica Cudworth, se verían obligados a sostener la existencia de un dios. En contraste, la materia es el único "numen" para los ateos, algo que para Cudworth es en sí mismo difícil de sostener porque, de acuerdo con las cualidades que suelen atribuirse a esa materia, queda mucho por explicar en el nivel ontológico.

    Ahora bien, el inglés ya había aclarado que no todo atomista debe considerarse ateo, porque bien podría sostener la existencia de la materia tal como lo hace, pero también la de una sustancia incorpórea e inmaterial, lo cual lo liberaría de la acusación en su contra. Es decir, si dejan de ser simplemente materialistas o corporealistas, de considerar como única sustancia a la materia. De hecho, Cudworth traza una diferencia entre los atomistas y los hilozoistas, porque el atomismo no tiene que ser pensado simplemente en la forma en la que lo presenta el ateo Demócrito, sino que podría aceptar otra sustancia incorpórea, mientras que el hilozoísmo parece permitir sólo la posibilidad de la sustancia corpórea, porque a cada partícula le da vida e inteligencia, lo cual para nuestro autor es una monstruosidad si no se concibe una deidad inmaterial que ordene la totalidad (Cudworth, TIS I, pp. 145-148). En su obra póstuma Treatise Concerning Eternal and Immutable Morality (en adelante, TEIM), Cudworth explica cuál es ese atomismo bien entendido que no cae en ateísmo (Cudworth, TEIM, libro II, cap. 6). (2)

    De esta manera, puede advertirse que, para Cudworth, esos diversos tipos de materialismo que no implican necesariamente ateísmo sólo admiten esa posibilidad si aceptan algún otro tipo de sustancia inmaterial en su metafísica que, además, tenga prioridad respecto de la materia, es decir, si dejan de ser simplemente materialistas o corporealistas. Este último término manifiesta una carga despectiva más fuerte que el primero. Hay que destacar que, para Cudworth, resulta problemático que los hilozoístas se disfracen de teístas porque creen en una deidad (shegod), la naturaleza o la vida de la materia, lo cual es un sinsentido, una confusión, por la falta de una comprensión correcta del verdadero poder plástico (Cudworth, TIS I, p. 148). (3)

    Luego de explicar que ateos existieron mucho antes de Demócrito y Leucipo, Cudworth adopta las palabras de Aristóteles en la Metafísica (libro I, cap. 3) para explicar que esos antiguos ateos sólo sostenían una causa material, y que esa materia no era generada ni corruptible, sino increada desde la eternidad. Allí Cudworth presenta a estos filósofos de los que lee en Aristóteles como los material philosophers (filósofos materialistas), y los critica porque, al contemplar esa única causa material, no tienen manera de encontrar la verdadera causa de lo bueno y lo armónico, y no pueden ver la estructura regular y ordenada de este sistema mundano. El movimiento tiene que ser fortuito y sin guía, de modo que suplen las causas final y eficiente con la fortuna. (4) Esto tiene consecuencias inmediatas en el accionar de los seres humanos, un tema que preocupa sobremanera a nuestro autor.

    Para Cudworth, lo que esos materialistas (5) intentan sostener es contrario a su propio lema según el cual "nada proviene de nada", pues tienen que derivar las cualidades que no son propias de la materia, como la inteligencia, a partir de nada, porque la materia es lo único que se mantiene estable e inalterable y a partir de lo cual se podría derivar lo demás, pero ella no tiene características a partir de las cuales pudiera derivarse algo como la inteligencia (Cudworth, TIS I, p. 166).

    Ahora bien, la verdadera preocupación de Cudworth es que éste es el ateísmo que se puede percibir en su propio tiempo:

    La propia doctrina de los ateos de estos días: que la sustancia de la materia o cuerpo extenso es la entidad real solamente, y por eso la única cosa no hecha, esto es, ni generable ni creada, sino necesariamente existente desde la eternidad; pero cualquier otra que esté en el mundo, como la vida y la animalidad, el alma y la mente, al ser todas accidentes y afecciones de esta materia (como si por eso no tuvieran en absoluto entidad real en ellas), son generables a partir de nada y corruptibles en nada, siempre y cuando la materia, en la que ellas son, permanezca aún la misma. (Cudworth, TIS I, p. 167) (6)

    Para este tipo de ateísmo materialista, todo lo que no es materia es generado y en algún momento será corrompido. Por ello, los dioses pertenecen a esa categoría de generados y corruptibles, al igual que cualquier otra entidad que no sea la materia. Entre los ateístas famosos de su tiempo, Cudworth incluiría a Hobbes y a Spinoza; no obstante...

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