De la milicia nacional a la milicia cívica en México

AutorJosé Antonio Serrano - Manuel Chust
Páginas39-69
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CAPÍTULO III
DE LA MILICIA NACIONAL A LA MILICIA
CÍVICA EN MÉXICO
1. LA CREACIÓN DE LA MILICIA CÍVICA
Hay que reiterar, aunque es conocido especialmente a través de los estudios
de Juan Ortiz 1, que el 4 de junio de 1811 y nuevamente en marzo de 1813, el
capitán general de Nueva España, Félix María Calleja 2 propuso que en cada ciu-
dad, pueblo, hacienda, villa y rancho se crearan regimientos irregulares en los
que se alistaran toda la «gente útil» para conservar el orden local y para apoyar al
Ejército en contra de los insurgentes 3. Entre 1813 y 1820, estos destacamentos
se convirtieron en la segunda potencia militar de Nueva España: sus efectivos
sumaban 40.000 y los del ejército 44.000 4. Gracias a esta amplia movilización y
militarización de la población civil, el gobierno peninsular pudo derrotar al mo-
vimiento insurgente. Y esta multitud armada contra la insurgencia se convirtió
en la base de las milicias nacionales. Todo un precedente para Nueva España. No
solo desde el punto de vista, ya de por sí importantísimo, de la experiencia y de
sus resultados, sino incluso al incidir en su posterior reglamento.
Es decir, la guerra contra la insurgencia provocó en Nueva España, al igual
que ya lo había hecho también en la propia España la guerra contra los fran-
ceses, no solo una politización de la sociedad sino también su reclutamiento
1 Juan ORTIZ, «Las fuerzas militares y el proyecto de estado en México, 1767-1835», en Alicia
HERNÁNDEZ CHÁVEZ (ed.), Cincuenta años de Historia en México, México, El Colegio de México, 1991,
vol. II, pp. 261-282.
2 Juan ORTIZ ESCAMILLA, Calleja: Guerra, botín y fortuna, México, Universidad Veracruzana-El
Colegio de Michoacán, 2017.
3 Los planes de 1811 y 1813 los analizan Brian HAMNETT, «Royalist Counterinsurgency and the
Continuity of Rebellion: Guanajuato and Michoacán, 1813-20», en Hispanic American Historical Re-
view, 62:1, febrero de 1982, pp. 19-48, y Juan ORTIZ, Guerra y gobierno. Los pueblos y la indepen-
dencia de México, Sevilla, El Colegio de México, Instituto Mora, Universidad de Sevilla y Universidad
Internacional de Andalucía, 1997, pp. 99-105.
4 «Estado de las fuerzas y compañías de Urbanos y Realistas auxiliares», en Archivo General de
la Nación (en adelante AGN) Historia, vol. 385, f. 19, y Lucas ALAMÁN, Historia de México, Facsímile,
México, Fondo de Cultura Económica, 1986,. vol. VI, Apéndice, documento núm. 3.
JOSÉ ANTONIO SERRANO / MANUEL CHUST
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y movilización en unas fuerzas armadas heterogéneas que se escapaba a los
rigores reglamentarios y privilegiados que tenían los parámetros del Ejército y
de las múltiples fuerzas armadas del Antiguo Régimen. De esta forma el acceso
a la of‌icialidad pudo ser más directo para las capas populares y medias, impul-
sado por las presiones militares que generaba la prioritaria necesidad de ganar
la guerra frente a otras cuestiones. A lo cual, evidentemente, van a contribuir
determinados decretos de las Cortes de Cádiz, en especial la derogación de las
pruebas de sangre nobiliaria para acceder a la of‌icialidad. Así, tanto en Nueva
España como en España, la guerra se convirtió en un acelerador de la revolu-
ción liberal.
Como ya hemos dicho, en 1820, tras el pronunciamiento en Cabezas de San
Juan —Sevilla— iniciado por Rafael de Riego y culminado con el levantamiento
liberal de diversas ciudades en la península, la nueva proclamación de la Consti-
tución de 1812 provocó la reorganización de la Milicia nacional. En esta ocasión
las Cortes van a elaborar con celeridad un Reglamento, el cual fue aprobado
en abril de 1820, que supuso la puesta en marcha de la organización miliciana.
Reglamento que se sancionó en Nueva España en septiembre de ese mismo año
y que sirvió de precedente para el desarrollo del futuro reglamento de la Milicia
cívica mexicana.
Tras la independencia en 1821, el nuevo Estado-nación mexicano surgía,
como todos sus antecedentes y precedentes europeos y americanos, con una pro-
blemática muy concreta y trascendente: la organización de unas fuerzas armadas
capaces de defenderlo de ataques exteriores y mantener el orden social y político
en el interior. El recurso a un Ejército como fuerza armada exclusiva encargada
de la defensa del Estado, se desechó por el legislativo. Razones económicas pero
también políticas se esgrimieron en el Congreso mexicano para ello. Así una
fracción del liberalismo, encabezada por Carlos María Bustamante, va a plantear
la utilización de una organización armada compuesta por ciudadanos y dirigidos
por el poder civil local, el ayuntamiento.
Sin embargo, se va a cambiar su nomenclatura: de Milicia nacional pasó a
llamarse Milicia cívica. Una fuerza armada de la entidad de la Milicia no podía
mantener en el nuevo Estado independiente la misma denominación que otra que
recordaba la etapa española. El recurso a una Milicia con el mismo signif‌icado
que en la revolución liberal doceañista fue evidente, tanto como la necesidad
de cambiar el signif‌icante. De esta forma el Congreso mexicano va a aprobar el
Reglamento de la Milicia cívica el 3 de agosto de 1822.
Nacía así en 1822 la Milicia cívica 5. Ya nos hemos referido a que sus raíces
se fundamentaron en la Milicia nacional. Es de signif‌icar, al tiempo que recordar,
5 Sobre la Milicia cívica en México véase para el caso de Puebla: Alicia TECUANHUEY SANDOVAL,
«Milicia cívica en Puebla, 1823-1834», Ulúa, núm. 7, enero-junio de 2006, pp. 99-124. Para Michoa-
cán, los excelentes estudios de Fernando ANAYA GIL, Pronunciamientos, asonadas, motines y golpes de
estado. La Milicia cívica en el estado de Valladolid-Morelia, 1824-1835, Tesis de Licenciatura, Morelia,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2014; Fernando FERNÁNDEZ CORONA, Milicias
cívicas y cuerpos de seguridad pública en Michoacán durante la Primera república Federal (1823-

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