Miguel Prieto, gran español

AutorAndrés Henestrosa
Páginas412-414
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ANDRÉS HEN ESTROS A
es mero producto de entusiasmo por la literatura patria, es cosa que está por es-
tablecerse. De todos modos, Cuevas era un narrador vivaz, lleno de recursos y de
maestría. Juan de Dios Peza lo sitúa al lado de los grandes narradores mexicanos,
que llama cuentistas: Ignacio Altamirano, con su Navidad en las montañas; José
Tomás de Cuéllar, con su cuadro descriptivo de las posadas; Manuel Gutiérrez
Nájera con Rip Rip y Un 14 de julio; Pedro Castera con sus Cuentos mineros, en los
que también hay mucho de macabro; el general Vicente Riva Palacio, con sus
preciosidades, concluye Peza. Agréguese a Manuel Payno con El fistol del diablo, y
a José María Roa Bárcena con Noche al raso.
La segunda edición, motivo de esta Ala cena, se enriquece con una nota
al lector, de Gloria Cuevas Chávez, hija del autor y con un prólogo de José
Vasconcelos, del que pueden destacarse algunas líneas. El olvido en que se
tienen a algunos de nuestros autores “…no debe permitirse cuando se trata
de verdaderas joyas literarias que fijan el sentimiento y el modo espiritual de
una época”, y cuando “son un reflejo del tiempo”. Los cuentos de Alejandro
Cuevas son un reflejo del tiempo romántico, tan penetrado del misterio de la
muerte y las extrañezas del destino, concluye Vasconcelos.
Amigo Emmanuel Carballo, no olvide usted a Alejandro Cuevas y a sus
Cuentos Maca bros en esa monografía que prepara acerca del costumbrismo, el
naturalismo y el realismo en la novela y en el cuento mexicanos.
12 de agosto de 1956
Miguel Prieto, gran español
El domingo en la tarde, día 12 de este mes, falleció en esta ciudad el pintor
español Miguel Prieto. Había llegado a México a raíz de la derrota republi-
cana, que es como decir la derrota del pueblo español. Fue entonces cuando
lo conocí, hace 17 años. Con Juan Rejano, José Herrera Petere, Pedro Gar-
fias, nos reuníamos para conversar de aquella y de esta España, de este y de
aquel México. Porque los buenos españoles saben muy bien que no se pueden
entender nuestros dos pueblos si se les mira aisladamente, a contar del día
que se pusieron en contacto, ahora cuatro siglos. Había en Miguel Prieto un
México soterrado, desconocido, que entonces se manifestó. Había en mí una
España soterrada, recóndita, que entonces acabé de descubrir. Quizá en él

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