Miguel N. Lira y César Garizurieta

AutorAndrés Henestrosa
Páginas804-805
804
ANDRÉS HEN ESTROS A
Cualquiera puede predecir si es discreto. Yo no lo soy en el sentido de
sabio, pero me atrevo a predecir que será un rector de excepción.
Y como amigo, ¿cómo es José Alvarado? Respondo que lo es ejemplar,
pronto siempre a perdonar los yerros y a proclamar los aciertos. ¿Se quiere
más? Esto: es un mexicano a todas horas.
26 de noviemb re de 1961
Miguel N. Lira y César Garizurieta
Mal año ha sido éste para las letras nacionales. En rigor, todos lo son, sino que
no siempre pierde uno amigos escritores, Desde que ejerzo esta nobilísima
tarea de escribir para periódicos, vengo registrando anualmente las bajas que
México padece en el campo de las letras, que a veces también lo son en otro
aspecto: en el humano, porque no hay verdadero artista que no sea previamen-
te hombre verdadero.
Muchos fueron los literatos mexicanos que dejaron de existir en 1961. A
todos consagramos en El Nacional un comentario necrológico, ya en esta Alace-
na, ya en La Nota Cultural. Algunos merecieron de otros periódicos los honores
de la consagración y del recuerdo.
En la imposiblidad de mencionar a todos, consagremos esta columna a la
memoria de dos que fueron nuestros amigos y compañeros de escuela: a Miguel
N. Lira y a César Garizurieta. Los dos rindieron los ojos al iniciarse el año; los
dos cayeron tristemente, y cuando su v ida, como un árbol rumoroso, estaba
poblado de trinos y de flores y de frutos en agraz. Era el uno de Tlaxcala, a la
que consagró las más nítidas luces de su inteligencia y los impulsos más gene-
rosos de su apasionado corazón. Apareció temprano en las letras, intentando,
primero el camino de Ramón López Velarde, que luego abandonó atraído por
otros imanes, hasta que fue a encontrar la veta que mejor le acomodaba: la
poesía popular, en la que inventó flores de perfecto colorido. Combinando el
viejo romancero español y el corrido mexicano que es anterior a la Conquista,
aunque otra cosa crean algunos discretos, compuso un libro que es el que
mejor lo define: El corrido de Domingo Arena s. Quizá a Miguel no le gustara, y
de hecho nunca le gustó, que se considerara ése su mejor libro, y es el género
en que se encontró a sí mismo, después de darle la vuelta al mundo. Pero no

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