Mis mejores maestros en la universidad

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Jorge G de Presno Arizpe

Cómo olvidar a don Néstor de Buen, Baltazar Cavazos y Hugo Italo Morales, que en la materia laboral, además del invaluable consejo de mi padre, me guiaron por esa vía y fueron los integrantes de mi sínodo profesional. Y otros maestros, como el padre don Miguel Villoro Toranzo, en filosofía del Derecho, deontología jurídica y, antes de eso, introducción al estudio del Derecho, o, como la llaman en la Ibero de donde soy orgullosamente egresado, teoría del Derecho I. También el maestro don Edmundo Elías Musi en amparo; don Manuel Hallivis Pelayo y Mariano Azuela en fiscal, Chema Abascal (así cariñosamente) en mercantil, así como Sergio Valls, don Efraín González Morfín y muchos otros.

La educación jesuita de la Ibero fue trascendental en mi desarrollo profesional. La liberalidad, justicia social y equidad que profesa la Compañía de Jesús es invaluable y, por ello, mis dos hijos también son abogados egresados de la Ibero.

Gonzalo Martínez Pous

Tuve el privilegio de tener como maestros a grandes juristas de la época, como don José Becerra Bautista, don Juventino V. Castro, don José Luis de la Peza y don Miguel Ángel Hernández Romo. Sin embargo, tratando de ser lo más objetivo posible y haciendo a un lado el enorme afecto que siento por algunos de mis maestros, podría señalar a los que destacan por la dedicación a su cátedra, por su asistencia a la misma y por el gusto que nos inculcaban a los alumnos por aprender su materia. Me atreveré a mencionar a un maestro por cada año que cursé en la escuela: Carlos Müggenburg (introducción al estudio del Derecho), Cecilio González Márquez (obligaciones), Fausto Rico Alvarez (contratos), Jaime del Arenal Fenochio (historia general del Derecho) y José Manuel Villalpando (historia del Derecho patrio).

Eber Ornar Betanzos Torres

Mi lista la encabeza don Mauricio Arturo Oropeza y Segura, hombre sabio, bueno y justo, quien me motivó a ingresar en el servicio público. Reconozco, además, a Miguel Bonilla López, Carlos Sodi Serret, Raymundo Vázquez Castellanos, Jorge Gaxiola Moraila, Francisco de Icaza Dufor y Rodolfo Gómez Alcalá. También hago un reconocimiento, con especial dedicatoria, a José Manuel Villalpando César, Mario Becerra Pocoroba y Elisur Arteaga Nava. Sus enseñanzas fuera del aula han sido y siguen

De mis maestros de la Escuela Libre de Derecho, generosos como son, adquirí los conocimientos que me proporcionaron la convicción de que la mejor garantía de la buena función del abogado y de i el respeto de la dignidad humana. Ellos me enseñaron que en el Derecho como en el arte, la técnica es sólo un medio, nunca un fin, siendo el más alto objetivo la justicia. En aras de ella, siempre he buscado actuar.

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Alberto Nava Garcés

Sin duda, Ricardo Franco Guzmán, quien desde ese lunes 5 de junio de 1989 comenzó a darle orientación a mi vocación por el Derecho. Sus cátedras nutridas de ejemplos, su vasta memoria y su buen humor para enseñar fueron ingredientes fundamentales para dedicar mi vida al Derecho penal. Por si parte, Ignacio Burgoa Orihuela venía precedido por una gran fama, ganada a pulso como gran litigant y maestro de amparo. Su estentórea voz y su nutrida experiencia superaron con mucho las expectativas de su inolvidable cátedra. Y Aurora Arnáiz Amigo, la maestra que trajo el exilio español y que dejó en sus cátedras de teoría del Estado no sólo un gran panorama del tema, sino también su calidez, su sentido humano y su amor por los libros, que se quedaron muy hondos en mi memoria.

Miguel Flores Bernés

Mi gratitud a todos y a cada uno de mis profesores en la Escuela Libre de Derecho, que transmitieron sus conocimientos y su experiencia sin cobrar un centavo, sólo con el afán de compartir. Recuerdo a don José Luis de la Peza, que nos daba una clase de Derecho romano que nos transportaba a otras épocas para aprender los orígenes del Derecho civil; a Jaime del Arenal y José Manuel Villalpando, grandes profesores que con sus clases de historia nos hacían entender cómo el Derecho es una creación de las circunstancias políticas, económicas y sociales de una época y lugar determinados; a Cecilio González Márquez, Fausto Rico y Miguel Alessio, los pilares del Derecho civil con los que aprendimos obligaciones y contratos (y el índice del Código Civil); a Carmen Quintanilla, quien como profesora adjunta daba una cátedra magnífica de Derecho administrativo; a Mario Becerra Pocoroba (el Topes), nuestro padrino de generación y gran fiscalista que hacía que una materia complicada y difícil fuera divertida y comprensible para todos; a Morelos Canseco y Pascual Orozco, que nos dieron cursos muy completos y que a mí me hicieron descubrir un gusto por la teoría del Estado.

Hay otros grandes maestros que no conocí en las aulas, pero que me enseñaron mucho. Resalto sobre todo a Francisco Breña Garduño, gran autor de Derecho laboral.

Marco Martínez

Emilio González de Castilla del Valle (obligaciones) y Rodolfo Gómez Alcalá (filosofía del Derecho). Se trata de dos profesores con completo dominio de sus materias que influyeron en mi manera de abordar el Derecho, planteando siempre interrogantes, desafíos y nuevos enfoques respecto de los temas de clase, propiciando la...

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