Mejores prácticas económicas para un mejor transporte público
Autor | María del Carmen Pérez Muñoz - César Buenrostro Moreno |
Cargo | Miembros del equipo que entre 2002 y 2006 participó en los planes y programas de modernización del transporte público de la Secretaría de Transportes y Vialidad del Gobierno del Distrito Federal |
Páginas | 38-40 |
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Moverse es una necesidad imperiosa para cualquier ser humano, a veces superior a la de satisfacer lo más elemental; por ello, el transporte forma parte de la canasta básica de bienes y servicios como: alimentación, vivienda, vestido y transporte. Este último se considera como un mínimo bienestar; un indicador del desarrollo social y económico de los pueblos.
En promedio, cada persona destina cuatro horas diarias en transportarse, independientemente de la modalidad que utilice. Son, cuando menos, 1,000 horas hombre al año, que indudablemente representan un costo en la economía, pero sobre todo en la calidad de vida. Y no sólo se trata del tiempo que se invierte, también están las dificultades que se enfrentan en los trayectos.
El crecimiento de las ciudades rebasó la auto-movilidad del individuo (el caminar), haciéndose necesario contar con otros elementos para trasladarse (tracción animal, mecánica y motorizada).
El que los habitantes de una localidad se muevan ha sido considerada, tradicionalmente, responsabilidad del Gobierno; desde la construcción y el mantenimiento de la infraestructura para transitar, hasta el brindar los medios de transporte para quien no cuenta con uno propio. Esta responsabilidad se ejerce también como una estrategia de desarrollo y de integración social, económica, política, como una alternativa para que los individuos socialicen y desarrollen su vida personal.
Las formas de transporte en las ciudades se han diversificado y evolucionado, subsistiendo y conviviendo con las más elementales y primarias.
Lo mismo ha sucedido con la energía para el transporte. Actualmente, conviven formas limpias (como la energía eléctrica), con las basadas en el petróleo (gas, gasolina y diesel), además de que recientemente se han incorporado las llamadas híbridas. Hay una búsqueda permanente de mejores alternativas energéticas para el transporte, en términos de disponibilidad, costos e impacto ecológico.
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La vida humana sería impensable sin el transporte, por ello, es una responsabilidad insoslayable del Estado. Su participación está, en primer lugar, en su responsabilidad de proporcionar a todos los habitantes la posibilidad de transportarse, individual o colectivamente, promoviendo para ello diferentes modalidades.
Hoy en día se exige que el Estado cumpla con esta responsabilidad en un marco de sustentabilidad, que considere al usuario como eje fundamental, satisfaciendo sus necesidades de cobertura, calidad...
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