Mediz Bolio, patriarca de las letras yucatecas

AutorAndrés Henestrosa
Páginas368-369
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ANDRÉS HEN ESTROS A
obra, cuando el Museo quede abierto, se podrá decir que México se enriquece
con un nuevo templo en que su genio, de todos los tiempos, derrama una luz
que, tras de alumbrar las almas de sus hijos, no renuncia a servir a los extraños que
puedan encontrar en la obra de arte un poderoso lazo de cofraternidad y de
humana comprensión.
¿Verdad, lector, que no se exageró cuando se dijo que la fundación del
Museo de Arte Mexicano de la Universidad de Sonora iba a ser uno de los
acontecimientos artísticos y culturales de este año?
29 de enero de 1956
Mediz Bolio, patriarca de las letras yucatecas
Vive en Yucatán, en su finca de Ochil cercana a la ciudad de Mérida, Anto-
nio Mediz Bolio, patriarca de las fiestas yucatecas contemporáneas. Como una
ceiba, el viejo escritor se encuentra sembrado en su tierra, con las ramas y las
hojas, las flores y los frutos al viento de su pueblo y al amparo de un cielo y un
sol familiares. Muy alto, muy frondoso, los ojos celestes y la nariz aguileña, el
poeta es un claro ejemplo de que la tierra comunica a los hombres que la hue-
llan el tipo racial propio, más allá de toda procedencia de sangre. Porque Mediz
Bolio no es indio maya, sino de raza europea; y sin embargo, ninguno que lo
vea deja de pensar que viene de esas figuras masculinas que el genio esculpió
en Palenque: la misma corpulencia, la misma gallardía, el mismo rostro; un hijo
legítimo suyo, en suma. Pero si eso ocurre en la identidad física, no es menos
sorprendente lo que se opera en el mundo del espíritu. La delectación, el fervor
religioso casi, con que Mediz Bolio trata la materia imponderable de la leyenda
y del mito de Yucatán, es el mismo con que los viejos escultores y artífices
indios trataron la piedra y la arcilla en que se aprisiona su genio. Los símiles
y metáforas, las galas todas de su estilo literario, son una prolongación que no
cesan de asombrar a los sabios y discretos. Las figuras que el lector encuentra
esculpidas en La tierra del faisán y del venado, digamos, denuncian parejo fervor
con que fueron escritas las páginas que son los muros de las ruinas de Uxmal,
Chichén Itzá y Palenque.
Antonio Mediz Bolio habla, como lengua natural, la maya. Y el español
que habla tiene el dejo, la entonación, registra las modalidades fonéticas de

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