Marx: ¿teórico de la economía política del proletariado o de la supervivencia del capitalismo?

AutorSheldon S. Wolin
Páginas529-589
529
XII. MARX: ¿TEÓRICO DE LA ECONOMÍA
POLÍTICA DEL PROLETARIADO
O DE LA SUPERVIVENCIA DEL CAPITALISMO?
MARX Y NIETZSCHE: ¿ECONOMÍA O CULTURA?
Durante el último cuarto del siglo XX aparecieron varias teorías innovadoras,
entre ellas la hermenéutica, la deconstrucción, el posestructuralismo, el neo-
pragmatismo, los estudios de género, el feminismo radical y la teoría cultural.
Representaban una enorme variedad de tendencias políticas y concepciones de
la política.1 Para comprender los cambios dramáticos, incluso sorprendentes,
que han ocurrido en los intereses y concepciones de la teoría política, nos servi-
rán de puntos de referencia dos gigantes intelectuales fundamentales del siglo
XX, casi contemporáneos, polos opuestos y, no obstante, curiosamente unidos:
Karl Marx y Friedrich Nietzsche.
Los contrastes entre Marx y Nietzsche marcan un cambio violento: de la
teoría como un conocimiento comprensivo y sistemático que enfatiza la base
material
de la vida y abiertamente revolucionario, más que subversivo, a la teo-
ría como una antiteoría, antisistemática, antimaterialista, epigramática, sub-
versiva, más que revolucionaria. Marx perseguía una visión teórica del poder
colectivo y una vida común que lo abarcara todo, mientras que Nietzsche atacó
a la teoría en los términos antipolíticos más severos y más individualistas. A su
muy diferente manera, ambos fueron teóricos consumados o, más bien, teóri-
cos de la consumación de formas opuestas o contrarias del poder moderno
(uno se centró en la economía, vanaglorió el materialismo y degradó la cultura
al reducirla a lo fenoménico; el otro se obsesionó con la cultura como un ele-
mento fundamental y depreció la economía).
Para Marx, la política sólo era importante como instrumento de preparación
para una revolución que se consolidaría en la antipolítica de una “dictadura del
proletariado”. La revolución y su visión heroica del sacrificio eran los medios
para lograr finalmente lo político, pero en una ubicación poco común, la econo-
mía, provincia antes identificada con el interés personal. Nietzsche, por su parte,
practicó una política rebelde profundamente antipolítica. Esto no quiere decir
que Nietzsche no tuviera cosas importantes que decir sobre política ni Marx so-
bre cultura. En su búsqueda de una élite de estetas fuertes e intelectualmente
1 El volumen Feminists Theorize the Political [Las feministas teorizan sobre lo político], Judith
Butler y Joan W. Scout (comps.), Routledge, Nueva York, 1992, no cumple cabalmente lo que prome-
te el título, con excepción de los artículos de Kirstie McClure, Bonnie Honig y Chantal Mouffe.
530 SEGUNDA PARTE
brillantes, de superhombres (Übermenschen), Nietzsche desechaba un vestigio de
ahorro tras otro; Marx estaba en el extremo opuesto al pretender crear un tipo
totalmente nuevo de actor heroico: colectivo, revolucionario y ordinario. Mien-
tras que ambos buscaban entre los alienados, Marx describía a un héroe deforma-
do que, a pesar de estar brutalizado por las fábricas modernas, algún día rompe-
ría la crisálida de la esclavitud moderna y surgiría en una nueva libertad sensorial,
incluso en una individualidad extrema que el artista de Nietzs che envidiaría.
En este punto de convergencia los opuestos marcan los extremos de la polí-
tica del siglo XX. Cada uno alberga una visión oscura de la destrucción del mun-
do como un momento necesario de la forma de lograr el poder moderno (Marx)
o, por el contrario, hacia un futuro abierto (Nietzsche). Cada uno asociaba el
progreso con el rompimiento de los límites existentes y, en ese sentido, cada
uno sería aclamado por sus admiradores del siglo XX como teórico de la libera-
ción. Ambos criticaron la concepción liberal y democrática de la política que
legitima la oposición y las diferencias.
MARX Y LA VOCACIÓN TEÓRICA
La burguesía, a lo largo de su dominio de clase, que
cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado
fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas
que todas las generaciones pasadas juntas. El someti-
miento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las
máquinas, la aplicación de la química a la industria y
a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril,
el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de
continentes enteros, la apertura de los ríos a la navega-
ción, poblaciones enteras que surgen por encanto, como
si salieran de la tierra. ¿Cuál de los siglos pasados pu-
do sospechar siquiera que semejantes fuerzas produc-
tivas dormitasen en el seno del trabajo social?
MARX y ENGELS2
¡Ésa es la economía, estúpido!
Presidente BILL CLINTON
Aunque se podría decir que la influencia de las ideas de Marx en el siglo XX ha
sido más profunda que la de cualquier otro teórico político y que su influencia
2 Karl
Marx y Friedrich Engels, El manifiesto comunista de Marx y Engels, trad. de Jesús Izquier-
do Martín, FCE / Turner, México, 2007, II, pp. 160 y 161. Todas las referencias al Manifiesto son de
esta edición.
MARX: ¿TEÓRICO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL PROLETARIADO? 531
práctica no ha sido igualada por ningún otro pensador de los dos milenios y
medio anteriores, existe un acuerdo generalizado en cuanto a que la importancia
teórica y política de su “sistema” genera mucha confusión en la actualidad. Sus
predicciones con respecto a un colapso o derrocamiento inevitable del capita-
lismo avanzado a manos de una revolución triunfante de la clase trabajadora
parecen sólo un vestigio del romanticismo del siglo XIX. En lugar de un creci-
miento estable del poder proletario, ya no se diga con una vehemencia revolu-
cionaria, el trabajo organizado sufrió un desgaste dramático y aparentemente
irreversible durante la segunda mitad del siglo XX, lo que hace pensar que son
los trabajadores quienes resultaron derrotados, pero por una revolución muy
diferente. Las continuas innovaciones de las técnicas productivas motivadas
por los capitalismos dieron como resultado un ataque contra la clase trabaja-
dora en la medida en que las nuevas tecnologías redujeron cada vez más la ne-
cesidad de trabajadores calificados.3 Lejos de sucumbir a la inevitable crisis
que predijo Marx, el capitalismo se consolidó y se tornó más fuerte, más vigo-
roso que nunca. En varios momentos del siglo XX, los partidos socialistas ob-
tuvieron victorias en Gran Bretaña y en Europa occidental, pero el precio de su
victoria fue la pérdida de la agudeza radical de la que antes se jactaron. Se les
debe reconocer que sirvieron como un medio para mejorar el nivel de vida de
las clases trabajadoras, pero ese logro los arrastró hacia una estabilización po-
lítica y social que formaba parte de la economía política del capitalismo inter-
nacional. Al adoptar la responsabilidad del gobierno en un momento en el que
se consideraba que era urgente adoptar medidas de austeridad, se convirtieron
en partidos patrióticos en una era de restricciones y de reducción de deuda;
fueron defensores del centro.
A lo anterior agréguese la más apabullante de todas las refutaciones he-
chas al marxismo, la brutalidad de la dictadura soviética, de sus imitaciones en
Europa central y del este y sus contrapartes asiáticas, y automáticamente el
descrédito de Marx se volverá tan irrefutable como los desaparecidos regíme-
nes políticos que supuestamente él inspiró.
Haciendo a un lado el asunto de si alguno de esos regímenes debe o puede
ser llamado marxista, y hasta qué punto la “muerte del marxismo” como un
régimen-ideología y como una ciencia predictora puede resultar irrelevante.
Sin embargo, si aceptamos la idea radical de que la Guerra Fría marcó el
triunfo del capitalismo sobre una filosofía que era su opuesto absoluto, nos
arriesgamos a malentender a Marx, y también al capitalismo. Las polaridades
de la Guerra Fría ocultaron el grado hasta el cual Marx admiró profundamente
la enorme influencia civilizadora del capital y la enorme importancia que daba
a la revolución del poder emprendida por los capitalistas: “A él [el capital] se
3
También es cierto que durante este periodo el capital estaba rompiendo continuamente sindica-
tos y tratando por diversos medios de acabar con los intentos de organización de las fuerzas de trabajo.
El capital logró en repetidas ocasiones que los gobiernos y las cortes lo ayudaran en estas acciones.

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