Martin Heidegger y Karl Lowith, Briefwechsel.

AutorGómez Del Valle, José M. García

Martin Heidegger y Karl Lowith, Briefwechsel. 1919-1973, edición y comentarios A. Denker, Karl Alber (Martin Heidegger Briefausgabe, II.2), Friburgo/Múnich, 2017, 330 pp.

Ich denke oft an die Freiburger Jahre. HEIDEGGER, carta 63, p. 121

Si se concibe la "historia de la filosofía" no como una secuencia lineal progresiva, sino como una serie discontinua de "momentos filosóficos" con carácter eventual o de acontecimiento, a la filosofía del siglo XX quizá habría que caracterizarla, según proponía hace poco Alain Badiou, como un "momento germano-francés" que podría tener por hilo conductor al pensamiento fenomenológico (con su recepción y ramificaciones) y cuyo origen, por lo tanto, habría que situar en Edmund Husserl y en Martin Heidegger (cfr. Badiou y Nancy 2017, pp. 7-8). La correspondencia entre Heidegger y Karl Lowith que aquí se reseña (1) permite iluminar algunos aspectos de ese verdadero acontecimiento filosófico a partir de la llegada de este último a Friburgo a principios de 1919 (i.e., durante los primeros cursos de Heidegger como asistente de Husserl; cfr. Lowith 1989, p. 26 y Donaggio 2006, pp. 26 y ss.). A través de críticas a aspectos concretos de la posición filosófica de Heidegger que Lowith esboza ya desde muy temprano y que articularán asimismo las líneas fundamentales de su propia propuesta intelectual, las cartas ofrecen una mirada privilegiada al interior de la transformación hermenéutica de la fenomenología a manos de Heidegger, así como de sus desarrollos posteriores tras su traslado a Marburgo como profesor extraordinario y su vuelta a Friburgo como sucesor de Husserl a partir de 1928.

En este contexto resulta decisiva la confrontación con el pensamiento husserliano porque, según comenta Enrico Donaggio, el vínculo entre Heidegger y Lowith "nació sobre la base de un común rechazo por Husserl" (Donaggio 2006, p. 28). La complicidad entre el joven docente y el aún más joven alumno, la confidencialidad que una correspondencia privada otorga a las opiniones allí expresadas, así como cierta urgencia por resaltar una posición propia y distanciarse de los postulados teóricos del padre de la fenomenología, hacen que en ocasiones las referencias a Husserl destaquen por su tono irreverente--más bien irrespetuoso--, así como por juicios y valoraciones a todas luces injustos desde nuestra perspectiva histórica. No obstante, es posible atisbar en tales expresiones los motivos propiamente filosóficos de aquel rechazo. Así, en una carta de febrero de 1921, el alumno que recién llegaba a Friburgo justo para estudiar con Husserl menciona un alejamiento temprano de su actitud teórica y de la tendencia fundamental de su pensamiento por ser éste "de un carácter lógico y erudito [...] ajeno a la realidad y carente de vida" (p. 36). Lowith, que vincula--de manera tal vez demasiado inmediata y superficial--la existencia del autor de las Investigaciones lógicas con sus planteamientos filosóficos (afirma incluso que "una existencia tan aproblemática como la de Husserl tampoco puede ver o plantear problemas esenciales", p. 36; véanse pp. 72 y 84), contrapone el desapego histórico del maestro y su supuesta indolencia existencial con la actitud filosófica de Heidegger que "desde su más propia experiencia sí conoce la pesada carga de la situación espiritual de la época" (p. 36). En última instancia, "que una filosofía tenga significación o no dependerá al cabo de la gravedad de la problemática y la preocupación personal, de la profundidad y esencialidad del pensamiento subjetivo" (p. 38). A pesar de la inmediatez de estas afirmaciones y de su vinculación esquemática de vida y pensamiento, esta actitud es reflejo de una convicción compartida por ambos, la de la necesaria determinación del propio trabajo filosófico desde la existencia concreta y, de ahí, su capacidad para adentrarse con mayor o menor intensidad y compromiso en los problemas de la filosofía como articulaciones de la vida histórica. Ésta es la razón por la que, en otra carta de 1922, Lowith afirma que "ya desde el primer semestre me quedó claro que era usted--y no Husserl--mi maestro" (p. 60) y que la recepción productiva de "lo valioso de su trabajo [sc. de Husserl]" sólo pudo venirle dada en la mediación y apropiación que Heidegger había efectuado de su pensamiento, "desde ahí ya transfigurado y perfeccionado" (p. 60). El apunte es importante, pues aquí se percibe la anticipación de un rasgo característico de la influencia y efectividad de la fenomenología durante el siglo XX y, más en particular, de una recepción determinada de la obra de Husserl mediada ya por la interpretación y la crítica de Heidegger y que aún al día de hoy es característica y determinante en una parte importante de la comprensión de la fenomenología.

No obstante, las cartas también muestran que la recepción de esta comprensión heideggeriana de la filosofía por parte de Lowith fue todo lo contrario de una aceptación acrítica de su programa filosófico. Es sabido que, tras la Segunda Guerra Mundial, fue uno de los discípulos que con más dureza enjuició el pensamiento del maestro, y aunque su crítica--como destaca el propio Lowith--pretendía ser en cierto sentido una "apología" de su filosofía, (2) fue justo él quien dio pie a la primera manifestación culturalmente relevante y...

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