Mariano Silva y Aceves

AutorAndrés Henestrosa
Páginas523-524
AÑO 1957
ALACE NA DE MINUC IAS 523
Mariano Silva y Aceves
El 24 de noviembre de 1937, ahora justamente veinte años, murió en esta
ciudad de México Mariano Silva y Aceves. Cuando lo supe en Nueva Orleáns
me apresuré a escribir una breve semblanza suya que no llegó a su destino.
Amigo y compañero de los grandes maestros de las letras, el pensamiento y
la conducta mexicanos de las primeras décadas de este siglo, Silva y Aceves
me ayudó a completar el cuadro de la vida cultural mexicana de ese tiempo.
Hombre sencillo, sabio, ecuánime, era una delicia conversar con él y recorrer
las calles en su compañía. Un sabio que había viajado por todas las literaturas,
que le eran familiares todos los grandes nombres, que se sabía de memoria a
los grandes poetas y escritores españoles, Cervantes en primer lugar; era, sin
embargo, profundamente mexicano, tal como deben serlo los literatos bien
nacidos, quiero decir que están sembrados en tierra propia y que tienen como
padres a los que hoy una palabra, mañana una sílaba y después una línea, han
ayudado a definir y a descubrir el alma profunda de las cosas de la tierra en
que han nacido. En nada le estorbaba el latín para estudiar y conocer el náhuatl;
fray Luis de León y G arcilaso de la Vega y San Juan de la Cruz, convivían
en su alma con Netzahualcóyotl y todos los demás poetas anónimos de la
antigüedad precortesiana; en su corazón se reunían los dos ríos de que todo
americano procede: el río español y el río indio. Lo conocí justamente cuando
estaba empeñado en fundar el Instituto de Investigaciones Lingüísticas, que
puede considerarse una de las empresas menores, comparada con otras a que dio
el pecho y el brazo. No debe olvidarse que Silva y Aceves inspiró algunas de
las empresas culturales de que ahora se ufana México y nuestra Universidad:
creó carreras nuevas y a él se debe la primera escuela de verano que funcionó
en nuestro país. Enseñó largo tiempo en la Universidad, descubrió vocaciones,
afirmó en escritores jóvenes la persistencia en la vocación y dio el ejemplo de
cómo se debe escribir.
Las historias l iterarias se conforman con citarlo, y cuando alguna vez
atreven un breve juicio, éste no es sino repetición, o comentario, o paráfrasis
de lo que otros han dicho. Silva y Aceves es un e scritor que se sitúa muy
bien al lado de Julio Torri entre los mex icanos y de Marcel S chwob entre
los extranjeros. A veces sin conocer a los g randes autores de la literatura
fantástica, coincide con ellos, cuando no s e les a nticipa. Si Silva y Aceves
fuera mejor conocido, podría contrarrestar la influencia de Jorge Luis Bor-

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