Mando de los ejércitos

Páginas164-167
(
160
)
~
en la segunda
parte
de
la
Ci
encia del publicista_
(
tom.
VII,
pág.
602
y sig. ). .
Por
los motivos
en
que
apoya
su
racio-
cinio y ademas
instruiJos
por
la expériencia,
creemos
que
el
recurso
solicitando gracia
nunca
es m,as necesario
ni
reclama
mayor
• ·
extension , mas
apoyo
y
recomendaciones
poderosas
que
cuando
se
ha
det
e
rminado
·
el
fallo
por
una
declaraóon
sobre'
un
hecho
da
por
jurados
que
no
deben
conocer
ni
aplicar la
pena,
y
por
jueces á-quien es
esta
declaracion y las-disposiciones inflexibles
de
la ley, estan y
ponen
en
una
imposibilidad
de
seguir la senda de la compasion y de la
cleme
ncia,
en
cuyo favor la
humanidad
y
la
misma justicia
pueden
solicitar
con
toda
eficacia.
III.
Mando
de los egércitos .
¿ Es conveniente
que
príncipe
mande
personalmente
los e,gércitos ?
Neron
dec
ia
qµe si reynase solo quisiera ~-eservarse -
esta
parte
del pode1: : y en general·
1os
príncipes
de
un
carácter
despótico,
y en cuyo co.razon
el genio del mal, impaciente
de
extenderá
io
lejos los sus
estr
_agos
ha
soplado.con
su
aliento
impuro
los
fur
~res de la guerra,
yla
hor;orosa
ambicion_de las conquistas, son los
que
tienen
(
16i
)
mas apego á la vanagloria
de
mandar
perso
:.e
nalmente
los egércitos.
En
un
gobie
rno
de
propiedad,
de
justicia
y
de
paz,
en
un
go-
bierno
monárquico
y
constitucional
, la
di-
reccion
de
una
campaña
no
,~s la
princip
al
ocupacion
de
un
príncipe
adicto
al
cumpli-
miento
de
sus deberes.
Muchísimos
otros
puntos
importantes
re-
clamau
tanto
mas
su
vigilancia
en
tiempo
de
guerra,
c
omo
que
esta sie
mpre
produ-
ce algun desarreglo en el mecanismo de
la .
marcha
de
los negocios interiores. Si
los ·
abandona
para
aplicarse exclusivamen-
te
á los desvelos
que
exige el
mando
de
un
egército;
si
en
cierto
modo
desciende
del
trono
, en el
cual
todos
los
ramos
de
la ad-
~
ministracion civil y
militar
deben
estar
co-
locados
á su
vista,
para dedicarse á los de-
talles de solo
uno
de
ellos,
y
no
ser,
por
decirlo así , sino
un
agente
secund
,ario del
pod
·
ér
· egecutivo en vez
de
mantenerse siem-·
pre
gefe
supremo¡
es posible
que
rriuy luego
la
forma
del
gobierno
titubeará
y
sufrirá
un
estremecimie~to
violento:
el egército lejos
de
ser
un
cuerpo
esencialmente
ábediente
y
protector,
podrá
en'
breve
trasformarse
en
una
fuerza , opresiva y _ tiránica ; .y
un
gobierno
militar
absoluto,
el" mas peligroso
( 162 )
Je
todos
para
el
que
lo
egerce,
y el mas
insoportable
y
duro
para
el
que
lo
sufre,
substituirá
el
gobierno
paternal
y
monárqui-
co,
y se
elevará
prontamente
sobre
_
sus
ruinas
para
caer
á su
turno
con la
mayor
rapidez.
Hay
otra
onsideracion
poderosa,
cual es
que
el
príncipe
que
toma
el
mando
del
egército
contrae
con
él
una
obligacion
im-
,
compatible
, y
por
mejor
decir
, con
tradic-
toria
é ,
.inconciliable
con
los
deberes
que
anteriormente
babia
contraido
con
toda la
sociedad. Si
experimenta
una
pérdida,
se ve
en
la
dura
necesidad
ó
de
comprometer
gra-
vemente
la
seguridad
del
estado ,
ya
dema•
siado
expuesta
con
su-ausencia
aun
·
en
me-
dio
de
los
triunfos
y-
hazañas mas brillantes,
ó
de
huir
vergonzosamente,
abandonar,
sacrificar el
egército
y
hacer
recaer
sobre
él la
ignominia
y la sospecha
de
una
in-
signe cobardía.
En
principio
general,
el gefe
de
t~na
mo-
narquía
.
bien
constituida
en la cual
todo
debe
hacerse con
buen
orden
,
no
manda
perso-
nalmente
los egércitos.
Esta
regla
cnya ín fraccion
puede
tener
fatales
consecuencias,
no
admite
ninguna
_ -excepcion sino en caso·s
de
peligros
muy
( 163 )
inminentes,
cpmo
por
egemplo
cuando
el
extrangero
ha
invadiJo
una
parte
del
ter-
ritorio
.
Entonces
_la salvacion
la
patria
depende
de
la
victoria:
el
cuerpo
del
es-
tado
tiene
un
grandísimo
interes
á
socorrer
una
de
sus
partes
que
estan
en
peligro
, y
no
ha
de
quedar
ni
un
solo
ciudadano
en
estado
ll
evar las
armas
que
no
deba
reu~
nirse
bajo las
banderas
y _volar al
comba-
te.
El
príncipe
pudiendo
con
sn
egemplo
sost
ener
el
valor,
excitar
el
entusiasmo
y
el
ardor
de
la
victoria,
é
impedir
los efec-
tos peligrosos de las rivalidades;,
no
debe
permanecer
á lo lejos
espectador
inactivo
é impasible del
destrozo
sus estados y
de
la
ruina
de sus
provincias'
ni
cobarde-
mente
encerrado
en los
muros
de
su
capi-
tal y de
su
palacio,
es
perar
qne el e
nemi-
go venga á alcanzarle y
herirle
en
su
mis-
mo
trono.
Organizacion del conse;o de estado y del
ministerio.
En
toda
sociedad
política,
bajo todos
los gobi rn
os
y mas
particu
l
armente
en una
monarquí
a const
itucional,
en
la cual el
acrecentamie
nto
del
t
erritorio
y
de
la
po-

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