El malestar con la política y la reconstrucción de los mapas políticos

AutorNorbert Lechner
Páginas375-392
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EL MALESTAR CON LA POLÍTICA
Y LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS MAPAS POLÍTICOS*
EL MALESTAR CON LA POLÍTICA
Cuando las satisfacciones ofrecidas por la transición democrática y la moder-
nización económica se hacen rutina, mostrando sus límites, salen a luz las ten-
siones entre política y cultura. Entre ellas sobresale el cuestionamiento de las
ideas que nos hacemos de la política.1
Actualmente se encuentran en entredicho dos premisas tácitas del debate
sobre la democracia en América Latina. Primero: la identi cación de la polí-
tica con una política democrática. De cara al autoritarismo y su negación de la
autodeterminación colectiva, la reivindicación de la política presuponía una
política democrática. Cuando resurge la actividad política, empero, su carácter
democrático se desdibuja. En América Latina —como en otras regiones— gana
fuerza, incluso en el poder gubernamental, una suerte de “antipolítica” que, sin
cuestionar de forma abierta la democracia, altera profundamente su ejercicio.2
Tales fenómenos representan más que una simple “desviación”; señalan un pro-
ceso más general de rede nición y restructuración. Quiero decir: asistimos
no sólo a cambios políticos, sino a un cambio de la política. Ello implica re-
considerar otro supuesto. Segundo: la concepción de la democracia como un
destino unívoco,  jado de una vez para siempre. Al enfocar el proceso políti-
co como una “transición hacia la democracia”, se presupone tácitamente que
ésta representa la meta  nal. Situando los retos y obstáculos en los procesos
de transición y consolidación de la democracia, damos por sentado nuestro
punto de llegada. Sin embargo, en la medida en que el proceso avanza, cuan-
do creemos alcanzar  nalmente la democracia, ésta parece desplazarse cual
Fata Morgana. Extraña situación: tenemos una democracia realmente exis-
tente en el momento mismo en que su sentido se evapora.
* En R. Winocur (coord.), Culturas políticas a  n de siglo, México, Facultad Latinoamerica-
na de Ciencias Sociales–Juan Pablos Editor, 1997, pp. 15-35.
1 El artículo desarrolla la ponencia que presenté en la conferencia Politics of Antipolitics, or-
ganizada por el Vienna Dialogue on Democracy (Viena, 7 a 10 de julio de 1994).
2 Sobre la novedosa “política antipolítica”, representada por  guras como Collor, Fujimori,
Menem, pero también Berlusconi o Ross Perot, puede consultarse A. Schedler (ed.), The End of
Politics? Explorations in Modern Antipolitics, Londres, The Macmillan Press, 1997.
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Tomo como punto de partida esta paradoja: la democracia en América
Latina muestra una extraordinaria vitalidad, sobre todo si tenemos en cuen-
ta las di cultades que se desprenden de la reconversión económica y del las-
tre ancestral de las desigualdades sociales, a la vez que reina por doquier un
difuso malestar. Por un lado, las democracias latinoamericanas cumplen los
requisitos mínimos que de nen un régimen democrático, como la elección
libre y periódica del gobierno, una competencia abierta e informada entre
diferentes opciones, la vigencia de la voluntad mayoritaria y el respeto por
los derechos de las minorías;3 por otro, desórdenes de diverso tipo parecen
amenazar de manera recurrente (de modo real o aparente) la estabilidad del
orden democrático, lo cual fomenta la preocupación por sus “fallas estructu-
rales”.4 Abundan los estudios que evalúan el impacto que tienen el desempe-
ño económico, el diseño institucional, el acuerdo entre élites, el papel de los
militares o el régimen presidencialista sobre el buen funcionamiento de nues-
tras democracias, sin llegar a conclusiones generalizables. En cambio, pocas
indagaciones han hecho hincapié en las dinámicas internas de la política.
Me pregunto entonces si el análisis de la cuestión democrática no debería pres-
tar mayor atención a las formas de hacer política. Ahora bien, los modos en
que la hacemos tienen que ver con las formas en que la pensamos.
Mi re exión se apoya en la siguiente presunción: estimo que las grandes
transformaciones en curso —desde el colapso del comunismo hasta la globa-
lización del mercado— están conformando un nuevo contexto de la acción
política. En América Latina, el régimen democrático es instaurado al mismo
tiempo en que caen los regímenes comunistas y entra en crisis el Estado de
bienestar, en que la sociedad de mercado logra un alcance global y se des-
arrollan nuevas formas de sociabilidad; es decir, tiene lugar en un momen-
to histórico especí co y no puede ser escindido de tal constelación. Pero al
cambiar el campo en que está inserta la democracia, también cambia la polí-
tica democrática. A la par con el proceso de restructuración que observamos
en el ámbito mundial y de cada país, tiene lugar una transformación de la pro-
pia política. La política ya no es lo que fue.5 En consecuencia, la imagen ha-
bitual que nos hacíamos de la política ya no es adecuada a las nuevas condi-
ciones y, a la inversa, nos falta una nueva concepción de la política, capaz de
dar cuenta de los cambios en marcha. A mi entender, el malestar reinante da
expresión a esta situación. Es la manifestación de la disonancia entre los cri-
terios familiares que servían de “medida” para juzgar la política y la expe-
3 Para una “de nición mínima” de la democracia, véanse, entre otros, N. Bobbio, N. Matteucci
y G. Pasquino (eds.), Diccionario de política, México, Siglo XXI Editores, 1984-1988.
4 F. Agüero y J. Stark (eds.), Fault Lines of Democracy in Post-Transition Latin America, Miami,
North-South Center Press, 1998.
5 Ofrezco un bosquejo tentativo de los cambios en “Por qué la política ya no es lo que fue”,
Nexos (México) 216, diciembre de 1995, y anteriormente en “Los nuevos per les de la política”,
Nueva Sociedad (Caracas) 130, marzo-abril de 1994.

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