Estamos mal educados, señores

AutorMelchor Ocampo
Páginas85-101
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or urbanidad y por gratitud a las personas que me han dis-
tinguido encargándome de contribuir a una festividad como
ésta, tengo hoy que decir algo en público, a fin de que cons -
te siquiera mi buena voluntad de hacer lo que me sea posible.
Creo también un deber mío propagar mis convicciones.
Pero… ¿qué diré?
Venir a explicar ahora que la independencia de México
entraba en los designios de Dios, y que, puesto que los héroes
que nos la procuraron fueron elegidos y merecieron tal califi ca -
ción de héroes, debemos honrarlos y reverenciarlos, sería trabajo
que vuelve inútil el hecho mismo de esta reunión. En efecto, si
no se tuviese la debida gratitud por el gran bien reci bido, no
estaríamos hoy reunidos aquí, y latiendo nuestros corazones
por el recuerdo de sus sacrificios.
ESTAMOS MAL EDUCADOS,
SEÑORES1
P
1Título del Editor. Don Ángel Pola señala que “el título original de esta
pieza literaria es como sigue: «Discurso pronunciado en la Alameda de la
H. C. de Veracruz, la tarde del 16 de septiembre de 1858, por el C. Mel-
chor Ocampo, ministro de Gobernación. Mandado a imprimir por la junta
patriótica de la misma ciudad»”, en Melchor Ocampo. Escritos Políticos, t. II,
México, INEHRM, 1987, p. 23.
No es pues a nuestra historia ni a nuestra tradición a lo que
debo ocurrir, porque vivos están en nuestros pechos la gloria
y los esfuerzos de nuestros héroes, así como el reconocimien -
to del beneficio inmenso que nos hicieron.
Podría, acaso, dividiendo en tres puntos clásicos lo que
hubiera de decir, y puesto que de independencia se trata,
mostrar por amplificaciones lo que en 1821 se entendió por
la palabra y por las no menos respetables de religión y unión,2
como el trabajo de los hombres que se llamaron de segunda
época fue la primera transacción de nuestra política, el primer
ardid con que la interesada astucia de los vencidos estafó, si
así puedo decirlo, el triunfo a la ignorancia y al magnánimo
candor de los vencedores, volviéndolo estéril. Independencia,
bello ideal de todos los corazones generosos de entonces,
medio precioso sin el cual todo adelanto era imposible, pero
que, en realidad de las circunstancias, no era sino para que
los españoles no recibiesen ya de España ni corrección, ni di-
rección, ni superiores. Religión, para que el clero se hiciese due -
ño y señor de sí mismo, entregándose más impunemente a
toda especie de abusos, hasta llegar el caso increíble de que uno
de los príncipes (resabio del régimen monárquico) de la iglesia
mexicana (ya hay iglesia mexicana) se atreviese a decir oficial-
mente y dirigiéndose al gobierno supremo de la República,
¡que el clero era independiente del poder civil y que con el
clero tenía que tratarse como de potencia a potencia…! Unión,
para que la abyecta humildad de los antes conquistados per-
donara el vilipendio y opresión de tres siglos y no extrañase
2Se refiere a los principios de Religión, Independencia y Unión, las Tres Ga -
rantías que promovía el Ejército Trigarante, que sustentaría al gobierno
de Agustín de Iturbide.
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ESCRITOS POLÍTICOS

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