Los límites del reformismo: el ascenso y la caída de la democracia cristiana en El Salvador y Guatemala

AutorPhilip J. Williams - Guillermina Seri
Cargo del AutorProfesor de ciencia política y estudios latinoamericanos en la Universidad de Florida - Doctorando en ciencia política en la Universidad de Florida
Páginas398-433
398
X. LOS LÍMITES DEL REFORMISMO: EL ASCENSO
Y LA CAÍDA DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA
EN EL SALVADOR Y GUATEMALA
PHILIP J. WILLIAMS
y GUILLERMINA SERI
DESPUÉS de la década de 1930, en toda Latinoamérica aparecieron movi-
mientos políticos inspirados en el cristianismo (Lynch, 1993, p. 47). En dife ren-
tes países latinoamericanos grupos de estudiantes y profesores universita rios
de clase media crearon grupos de estudio inspirados por el pensamiento
social católico. Muchos partidos democratacristianos en Latinoamérica re-
montan sus orígenes a esos grupos. Las encíclicas papales Rerum Novarum,1
Quadragesimo Anno, Mater et Magistra y Pacem in Terris, así como el pensa-
miento de intelectuales como Gabriel Marcel, y especialmente de Jacques
Maritain, inspiraron esos primeros grupos. Al igual que en todo el mundo,
los democratacristianos se presentaron a sí mismos como una “tercera vía”
política alternativa, ubicada entre el comunismo y el liberalismo. Se conside-
raba que la armonía entre las clases, a diferencia de la lucha de clases, era
la única forma viable de alcanzar una auténtica justicia social.2 Inspirados
por el pensamiento neotomista, los democratacristianos hicieron hincapié
en la necesidad de reforzar las estructuras sociales que mediaban entre los in-
dividuos y el Estado. No obstante, en la práctica los democratacristianos
apoyaban la intervención del Estado en el campo socioeconómico para llevar
1 Los fundamentos teóricos del pensamiento social católico pueden rastrearse desde la en-
cíclica Rerum Novarum del papa León XIII en 1891, que reconoció el derecho de los trabaja-
dores a organizarse y el papel legítimo que desempeña el Estado para mejorar las condiciones
de la clase trabajadora.
2 La doctrina social católica se presenta a sí misma como una alternativa al materialismo
tanto del comunismo como del capitalismo. El núcleo del argumento es que estos dos últimos
dan preferencia a los valores materiales sobre los espirituales y humanitarios. Por el contrario,
el pensamiento social católico favorece un orden político en que la injusticia y la desigualdad
social pueden ser erradicadas, pero que a la vez respeta el derecho a la propiedad privada.
“Los democratacristianos parecían ofrecer una sociedad en que los trabajadores y los capita-
listas podían coexistir sin luchas y con respeto mutuo. Creían que era posible de manera simi-
lar yuxtaponer la propiedad privada y la responsabilidad social” (Lynch, 1993, p. ix).
LA DEMOCRACIA CRISTIANA EN EL SALVADOR Y GUATEMALA 399
a cabo reformas que favorecieran a las clases más débiles. La utopía demo-
cratacristiana consistía en la constitución pací ca de una sociedad sin cla-
ses, en la que “todos serían burgueses en vez de ser todos proletarios” (Lynch,
1991, p. 75). Esa ambigüedad ideológica generó críticas por parte de los
conservadores, que acusaron a los democratacristianos de ser “lobos comu-
nistas disfrazados de ovejas cristianas” (Lynch, 1991, p. 78). Su posición cen-
trista no era tan fácil de sostener en Latinoamérica como lo fue en Europa,
en vista de las grandes desigualdades en la distribución de la tierra y de la
riqueza. Además, dentro del movimiento democratacristiano, algunos gru-
pos interpretaron el pensamiento social cristiano como una respuesta acti-
va contra la injusticia social, en tanto que otros lo consideraban una forma de
contrarrestar la intranquilidad social y la difusión del comunismo.
El movimiento democratacristiano intentó proyectar su in uencia políti-
ca e ideológica en todo el mundo por medio de la Internacional Demócrata
Cristiana (IDC).3 El instrumento regional para apoyar su expansión en Lati-
noamérica fue la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA),
creada en 1947 en Uruguay.4 Se establecieron formalmente partidos políticos
democratacristianos en la región después de los últimos años de la década
de 1940. Desde entonces, su desempeño electoral ha variado considerable-
mente. Aunque los democratacristianos hicieron progresos continuos en
Europa occidental, en Latinoamérica su trayectoria resultaría mucho me-
nos predecible.5 Después del triunfo electoral de Eduardo Frei en Chile y de
Rafael Caldera cuatro años más tarde en Venezuela, los partidos democra-
tacristianos parecieron convertirse en una prometedora fuerza política
nueva. No obstante, los únicos países latinoamericanos en los que la demo-
cracia cristiana se convirtió en un participante de consideración en la polí-
tica fueron Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México y
Venezuela. Aun así, el papel que desempeñó en cada uno de estos países
di rió considerablemente. En tanto que en Chile el Partido Demócrata Cris-
3 La Internacional Demócrata Cristiana tenía 76 miembros a  nales de 1996. La organiza-
ción está representada actualmente en las Naciones Unidas. Muchos de sus miembros son parti-
dos políticos de países en los cuales la democracia se ha establecido recientemente.
4 Fundada en Montevideo, Uruguay, en 1947, la ODCA se expandió durante los años cincuenta.
El pensamiento de Jacques Maritain in uyó en su fundación. La ODCA creció hasta llegar a
contar entre sus miembros a 34 partidos políticos de 26 países diferentes.
5 “En vista de que aceptan las principales premisas de sus oponentes a la vez que se siguen
presentando como ‘moderados’, los latinoamericanos perciben a los democratacristianos simple-
mente como sombras menos comprometidas y menos consistentes que sus rivales socialdemó-
cratas. Esto explica en gran medida la desalentadora historia del movimiento desde sus días
gloriosos de los años sesenta” (Lynch, 1993, p. 48).
400 LOS PARTIDOS DEMOCRATACRISTIANOS EN DECADENCIA
tiano se estableció como una de las principales fuerzas políticas, con una
fuerte base de apoyo hasta hoy día, en Centroamérica la democracia cristia-
na siguió una trayectoria diferente.
Antes de los años ochenta había partidos democratacristianos activos
en Honduras, Nicaragua y Panamá; sin embargo, nunca lograron un apoyo
electoral considerable, como ocurrió en El Salvador y Guatemala. El único
otro partido democratacristiano de Centroamérica que se convirtió en una
importante fuerza electoral fue el Partido de Unidad Social Cristiana (PUSC)
en Costa Rica. Su líder, Rafael Calderón Fournier, ganó la presidencia en
1990. No obstante, el partido es de origen reciente y no comparte los oríge-
nes ideológicos o la trayectoria histórica de los partidos democratacristia-
nos de otras partes de la región. El PUSC fue fundado en 1983 por una alianza
de partidos derechistas (entre ellos el pequeño Partido Demócrata Cristiano)
que se oponían al dominio electoral del Partido de Liberación Nacional (PLN).
Durante las décadas de 1960 y 1970, los democratacristianos de El Sal-
vador y Guatemala obtuvieron apoyo popular en oposición a los gobiernos
militares. A pesar de los fraudes electorales e incluso de la anulación de elec-
ciones, tanto el Partido Demócrata Cristiano (PDC) de El Salvador como el
de Guatemala lograron elegir presidentes a sus líderes a mediados de los años
ochenta. Para sus patrocinadores estadunidenses, los gobiernos democra-
tacristianos en El Salvador y Guatemala representaban alternativas prome-
tedoras ante la creciente espiral de la violencia política, de la que se culpaba
a la extrema derecha y a la extrema izquierda. No obstante, a pesar de sus
impresionantes éxitos electorales en esos años, el cambio total de sus fortu-
nas electorales durante la década de 1990 hizo surgir serias dudas sobre la
perdurabilidad de los partidos democratacristianos en la región. De hecho,
hoy en día es posible argumentar que la democracia cristiana en El Salvador
y Guatemala ya no es una fuerza signi cativa en la política nacional.
¿Cómo se puede explicar la casi desaparición de la democracia cristiana
en El Salvador y Guatemala? Edward Lynch, prominente estudioso de la de-
mocracia cristiana en Latinoamérica, atribuye la caída de los partidos demo-
cratacristianos en la región a que traicionaron el pensamiento social cris-
tiano. Según Lynch (1993), el pensamiento social católico, aunque crítico
del capitalismo irrestricto, en sus bases fundamentales es esencialmente
antiestatista. No obstante, cuando los partidos democratacristianos llega-
ron al gobierno adoptaron políticas populistas estatistas para mantenerse
en el poder. Sin embargo, a medida que los electores latinoamericanos em-
pezaban a preocuparse cada vez más por la creciente intervención del Estado

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