El liberalismo social de 1857 en la Constitución de 1917

AutorPatricia Galeana
Cargo del AutorDirectora General del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM)
Páginas15-30

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Nicola Mateucci define al liberalismo como un fenómeno histórico, cuya conceptualización se presta a equívocos debido a que los políticos liberales han fluctuado entre izquierda y derecha a lo largo de la historia, según se adapte la ideología liberal a la realidad política de los diferentes países.1El liberalismo es una ideología que tiene más de dos siglos de vigencia.

La libertad ha sido centro de reflexiones filosóficas desde la antigüedad clásica. En Inglaterra, en 1215, los nobles reclamaron al rey el respeto de sus derechos y pusieron coto a su poder con la Carta Magna. El liberalismo de John Locke en el siglo xvii culminó en la revolución gloriosa de 1688.

El liberalismo inglés de Locke y David Hume se desarrollaría en Estados Unidos, dando origen a la primera constitución de la época contemporánea. En ella se creó la institución presidencial y el régimen federal. Establecieron un sistema de pesos y contrapesos que ha evitado la concentración del poder, por lo que en este país no ha habido dictaduras.

La era de las luces del siglo xviii francés iluminó a todo occidente. Las ideas de la Ilustración alimentaron al liberalismo español y directamente al hispanoamericano. Los ideales de libertad de Voltaire, de división de poderes de Montesquieu y de soberanía popular de Juan Jacobo Rousseau llegaron también a Nueva España.

A lo largo de los años, ha habido diferentes etapas del liberalismo y también diversos liberalismos. Ha habido asimismo, un liberalismo social, que además de las garantías para las libertades individuales, ha buscado también los derechos de los grupos sociales. Los liberales socialistas coincidieron en la inoperancia del socialismo utópico, sin la intervención del Estado. No se encerraron en un individualismo egoísta, ni esta-

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ban de acuerdo con la dictadura del proletariado marxista. Iban más allá de un Estado defensor de la propiedad privada, querían un Estado benefactor, un Estado social.

Nicola Tranfaglia señala que en la Europa de la primera mitad del siglo xix se empezó a hablar del socialismo liberal o liberalismo socialista. Fue, probablemente, el filósofo inglés John Stuart Mill el primero en destacar las propuestas del socialismo pre marxista europeo como parte del liberalismo. Ésta corriente de pensamiento plan-teó la división equitativa de la producción entre todos los miembros de la sociedad, la eliminación de los privilegios de nacimiento y la gradual sustitución del “egoísmo del individuo” a un “espíritu comunitario”. Fue hasta la segunda mitad del siglo xix y principios del xx cuando el liberalismo social se definió como ideología, despertando el interés de las minorías intelectuales europeas.2Los liberales mexicanos tuvieron tanto la influencia del liberalismo español, como directamente del francés, y también del inglés a través de Estados Unidos. Se desarrolló asimismo un liberalismo espontáneo de resistencia a la opresión, como en todos los pueblos de la tierra. Y también hubo liberalismo social. Veamos.

Bajo la influencia del liberalismo surgió el movimiento autonomista de las élites criollas y también la lucha libertaria y social de los grupos marginados en la guerra insurgente. Después los liberales buscaron la independencia del Estado respecto de la Iglesia católica a través de una reforma política y económica para cambiar las estructuras coloniales subsistentes. Al inicio del siglo xx fueron también liberales, tanto los precursores de la revolución, como Madero y Carranza. Desde el Círculo Ponciano Arriaga, que dio origen al Partido Liberal, con el programa más radical de reformas políticas, económicas y sociales de la Revolución; al movimiento antirreeleccionista, el constitucionalista, y los propios constituyentes, abrevaron en la ideología liberal.

En el proceso de adaptación del liberalismo a la cultura mexicana del siglo xix podemos distinguir seis etapas, que tienen más continuidades que rupturas en su evolución, hasta llegar al liberalismo ortodoxo.3En los siglos xix y xx, el liberalismo en México fue revolucionario en el inicio y conservador en el final de cada centuria.

La primera manifestación del liberalismo mexicano fue la lucha insurgente contra el absolutismo español. Esta etapa fue encabezada por Miguel Hidalgo, quien identificó a la libertad con la independencia, abolió la esclavitud, suprimió los tributos y ordenó regresar sus tierras a los naturales. Quiso convocar a un congreso nacional para establecer un régimen republicano y creó el primer gobierno insurgente en Guadalajara. El de Hidalgo fue un liberalismo heterodoxo, no planteó la principal de todas las libertades: la de pensamiento.

La Iglesia había acumulado un gran poder político y económico gracias a su papel hegemónico en los trescientos años de Virreinato. Como resultado de la Independencia, la institución eclesiástica cobró mayor fuerza que en la Colonia, ya que se independizó del Patronato Regio. La Santa Sede argumentó que el Patronato era una concesión otor-

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gada por el pontificado a los reyes españoles, para la evangelización de los habitantes de las tierras conquistadas. Mientras que el gobierno mexicano lo consideró un derecho de un Estado soberano, sobre todas las instituciones establecidas en su territorio.

El punto de conflicto entre Estado e Iglesia giró en torno a la soberanía. La Iglesia católica no aceptó la soberanía del Estado. Esta resistencia constituyó un fuerte obs- táculo para la consolidación del Estado-Nación mexicano.4Debido al Patronato Regio se había dado una mezcla entre los asuntos políticos y religiosos, los civiles y los eclesiásticos. En el proceso de construcción del Estado mexicano, ante la falta de una conciencia nacional, durante muchos años la religión fue el lazo de unión entre los mexicanos. Paradójicamente, la escisión de los grupos políticos se dio en torno a la Iglesia, que luchaba por mantener su hegemonía política e ideológica; sus fueros y propiedades.

El poder político, económico, social y cultural de la Iglesia era tal, que constituía una especie de Estado supranacional dentro de otro en proceso de formación.

La segunda etapa del liberalismo corresponde a la primera reforma de 1833-1834 de Valentín Gómez Farías, quien puso en práctica el programa del Partido del Progreso5ideado por José María Luis Mora.

El programa perseguía los siguientes principios:

  1. libertad absoluta de opiniones y supresión de las leyes represivas de la prensa;
    2. abolición de los privilegios del clero y de la milicia;
    3. supresión de las instituciones monásticas y de todas las leyes que atribuían al clero el conocimiento de negocios civiles, como el contrato del matrimonio;

  2. reconocimiento, clasificación y consolidación de la deuda pública;
    5. medidas para aumentar el número de pequeños propietarios, fomentando la circulación de la riqueza y facilitando medidas de subsistencia a las clases indigentes sin perjuicio del derecho de los particulares;

  3. mejorar el estado moral de las clases populares, con la destrucción del monopolio del clero en la educación pública, por la difusión de los medios de aprender y de inculcar los deberes sociales a través de la formación de museos, conservatorios de arte y por la creación de establecimientos de enseñanza para la literatura clásica, las ciencias y la moral;

  4. abolición de la pena capital para todos los delitos políticos y aquellos que no tuviesen el carácter de un asesinato premeditado,

  5. garantizar la integridad del territorio con la creación de colonias con el idioma, usos y costumbres mexicanas.

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Dicho programa fue promovido por Francisco García Salinas, quien convocó a un certamen para proponer soluciones a los problemas nacionales,6donde Mora presentó su proyecto para secularizar los bienes del clero y solucionar el problema de la ban- carrota nacional.

Gómez Farías y Mora consideraron que el Estado no podía ser soberano si la Iglesia no acataba la autoridad civil. Iniciaron el proceso de secularización, con la desamortización de las propiedades eclesiásticas; intervención del Estado en la educación para acabar con el monopolio del clero en la enseñanza; y ejercieron de facto el Patronato.

Al grito de “religión y fueros”, el clero y el Ejército echaron por tierra la reforma liberal. El caudillo militar sin ideología, Antonio López de Santa Anna, retomó el poder y derogó la reforma.

La tercera etapa del liberalismo mexicano la constituye el segundo movimiento de Reforma en un largo proceso que va de 1855 a 1860. En este proceso se promulgó la Constitución de 1857 y estalló la guerra civil de tres años, seguida de la intervención extranjera más larga que ha sufrido nuestro país. En el momento más cruento de la contienda se dieron las Leyes de Reforma para liquidar al Estado confesional y establecer un Estado laico.

La Reforma se fue dando paulatinamente, primero se decretaron leyes moderadas, que se conocen por el nombre de sus autores: la Ley Juárez, la Ley Lerdo, Iglesias y Lafragua. La primera limitó las facultades de los tribunales eclesiásticos y militares, para ventilar delitos del orden común, sin desaparecerlos. La segunda, secularizó los bienes del clero como hiciera la Reforma de 33. La tercera suprimió la coacción civil para el pago de obvenciones parroquiales. Y la cuarta estableció el registro civil donde no hubiera parroquias.

Estas leyes se incorporarían con modificaciones a la Constitución de 1857. Los liberales de la segunda reforma emprendieron la difícil tarea de transformar a la sociedad mexicana a través de una nueva Constitución, para consolidar al Estado nacional, entendido como la culminación del Estado de Derecho.

En el Constituyente del 57 estuvieron representadas todas las tendencias políticas: conservadores y moderados, liberales y puros, que eran los más radicales.

En materia económica tanto liberales como conservadores coincidieron en la defensa de la propiedad privada y consideraron improductiva la propiedad comunal. Los...

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