La Ley Federal de Protección al Consumidor a la Luz de las Nuevas Orientaciones del Derecho

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DOCTRINA

"LA LEY FEDERAL DE PROTECCION AL CONSUMIDOR A LA LUZ DE LAS NUEVAS ORIENTACIONES DEL DERECHO".
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Trabajo que presenta, como socio activo, el licenciado Benjamín Flores Barroeta, en la sesión académica recepcional de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística el día 4 de junio de 1976.
Sabido es que el derecho es el instrumento regulador de los intereses en presencia, en la realidad social. Su formación resulta, en primer término, de los datos que significan los fenómenos que tienen lugar en la sociedad, y que vienen a ser lo que la filosofía jurídica llama las fuentes reales. Se ve así oportuno iniciar el estudio que nos proponemos, con el análisis de la realidad social de que se ocupa la Ley Federal de Protección al Consumidor. El término mismo de consumidor que usa la ley, para determinar el sujeto de su protección, precisa ser ubicado en la connotación social y económica, y en todo caso cultural, que el giro tiene en nuestra actual forma de pensamiento, sin que sea suficiente la definición que de él hace esta ley, al decir que "por consumidor se entiende a quien contrata, para su utilización, la adquisición, uso o disfrute de bienes o la prestación de un servicio". No basta este entendimiento formal, porque la contratación de que aquí se habla podría encontrar bien su lugar de regulación en los textos comunes establecidos; sencillamente estaríamos dentro del esquema de las obligaciones de dar o de hacer de que se ha ocupado el derecho desde antiguo. Por otra parte, la expresión consumidor no denota, de primera intención, nada especial que sea distinto en el lenguaje ordinario y aun en el jurídico, a quien en general compra, adquiere o usa. "Siempre se ha comprado, poseído, disfrutado, gastado y, sin embargo, no se consumía",(1) en el sentido en que este término, y los de consumo y consumidor se manejan actualmente, pues con ellos se hace referencia ahora a todo un complejo social, económico y cultural, que se aleja de las alusiones que cabía hacer antes a la persona del comprador, del adquirente o del usuario.
(1) BAUDRILLARD Jean, El Sistema de los Objetos, Siglo Veintiuno Editores, S. A. México, 1969, p. 223. Dicho complejo se engloba en lo que se llama sociedad de consumo o civilización de consumo, expresiones que a partir de nociones iniciales de la economía han llegado a connotar toda una forma de vida colectiva con manifestaciones económicas, sociales, culturales, psicológicas y hasta políticas y que se conecta con fenómenos vigentes de tiempo atrás, como la industrialización, la producción en serie, la masificación, la cosificación, la publicidad y los medios masivos de comunicación, como los más relevantes. No es ésta la ocasión, ni poseo los especiales conocimientos que se requieren, para exponer a fondo y con amplitud el tema de la sociedad de consumo. La materia es propia de los economistas, principalmente, y aun de otros expertos como sociólogos, psicólogos y filósofos. Mi propósito se reduce, a efectos del tema central que me preocupa, como jurista, a destacar algunos de los más relevantes aspectos de esta cuestión, que no por conocidos de sobra deben dejar de indicarse, pues ellos nos informarán de la realidad de cuya regulación legal se trata, por cuanto a la trascendencia que en derecho tienen. A la pregunta ¿qué es una "sociedad de consumo"?, podemos contestar con la lectura de estas ideas: esta expresión -como antes decía evolucionada desde ser una noción abstracta de la economía- ha llegado a tener uso en el actual lenguaje diario, inclusive con alcance peyorativo. "El hombre de nuestro tiempo, sobre todo en las sociedades industriales occidentales, pero no exclusivamente en ellas, se considera impulsado al consumo de productos -y, más sutilmente, de personas, de ideas, de modos de vida- por encima de su voluntad, mediante unos medios de presión que reconoce y ve, intercambiando para ello un exceso de trabajo que de otra manera podría ahorrarse... (pero que) no le impide continuar actuando como se espera de él dentro de la sociedad de consumo... Consumir es distraer, extinguir; es, al mismo tiempo utilizar mercancías y servicios en razón directa de las necesidades humanas... En cierto momento histórico, el consumo se expone como necesidad absoluta del género humano... es preciso que se produzcan bienes de consumo y que el salario del trabajador sea suficiente para consumir... En las sociedades occidentales y, de modo más inverosímil, en el llamado Tercer Mundo, el consumo ha pasado a ser una necesidad, a constituirse en tiranía; cuando en la actualidad se habla de sociedad de consumo, o de civilizaciones de consumo, se hace en ese sentido peyorativo de las organizaciones que fuerzan al individuo a consumir más allá de sus necesidades y, para mantenerse en la definición, se dice que crean necesidades de consumo por medios artificiales. La cuestión tiene un aspecto económico-social y otro psicológico. Es de suponer que un individuo con sus necesidades cubiertas suficientemente tendería a limitar su trabajo, lo cual provocaría la limitación de las ventas de mercancías, y con ello se resentirían los beneficios de la industria y el comercio. La incitación al consumo tiende, pues, a evitar este estado de cosas, siendo una de sus armas principales la publicidad y otra la conversión de las mercancías estables en perecederas".(2)
(2) Biblioteca Salvat de Grandes Temas, La Sociedad de Consumo, Salvat Editores, S. A., pp. 19 y ss. En esta misma obra, en general, varios de los temas de que aquí se habla en cuanto a la sociedad de consumo. La lectura de las anteriores ideas, con el auxilio de otras más que iremos recordando, nos permite apuntar los rasgos más visibles de esta realidad. Desde luego se advierte que este fenómeno es propio de nuestra época, del proceso de masificación que ha venido teniendo lugar, como suele señalarse, a partir de la abundancia de objetos que implica la producción en serie y que conduce a la necesidad de promover una también abundante población consumidora; de modo que producción y consumo, productores y consumidores, son términos que se implican inseparablemente en este tipo de sociedad. Aunque es de advertirse que si bien esta forma económica y social ocurre en su expresión más acabada en las colectividades desarrolladas, se da también en las que se encuentran en vía de desarrollo, con mediana, baja y aún nula producción, por causas que van de la mera imitación extralógica al impacto desbordante en ellas de la alta producción de las sociedades elevadamente industrializadas; de donde cabe observar que el fenómeno no es de ninguna manera ajeno a este país, que no sólo lo vive ya en razón de su creciente desarrollo, sino que lo sufre por causa de expansiones extrañas, cuando no ciertos grupos lo importan por mero mimetismo. Segundo signo que se ve es el que podríamos considerar que constituye los elementos personales de la relación producción-consumo. De un lado la clase productora, fabricante, industrial, comerciante, de ordinario en términos de grandes volúmenes técnicos y económicos, que le dan una situación de total preponderancia para imponer lo que es conveniente a la economía de la producción; esta clase productora cuenta con formas intensas de organización del trabajo y de la productividad, que se manejan despersonalizadamente por todo el complejo que implica la tecnocracia, sin más propósito que la orientación de la investigación, de la publicidad y de la organización de mercados, y sin más pretensión que la creación de beneficios para la empresa. De otra parte está la clase consumidora que viene a ser la población toda, integrada por el conjunto de individuos, hombres, mujeres, niños, jóvenes o viejos, que componen, según expresión usual a partir de Le Bon y Ortega y Gasset, la "masa", esto es la pura cantidad, acumulación o conglomerado de individuos sin trabazón interna y sin forma externa; implica la homogeneidad de sus partes componentes o, cuando menos, la insignificancia de las diferencias que pudieran existir; son las gentes que oyen en la radio, o ven en la televisión, en distintas partes del país y aun del mundo, los mismos eventos, escuchan y ven los mismos mensajes, anuncios o "comerciales", leen los mismos periódicos o revistas, o "comics", como compran, usan, verdaderamente consumen cuantos objetos se lanzan al mercado, siempre sustituyéndolos por los que como nuevos y de moda, o con nuevas e insustanciales cualidades siguen produciéndose. Se pueden señalar como caracteres propios de esta clase consumidora masiva: la uniformidad ya dicha, desde luego; su carencia de estructura propia; la manipulación que de ella se hace desde fuera; la falta de responsabilidad que fuera de imputársele, lo que resulta de que, como antes se dice, es dirigida desde fuera, y de su condicionamiento por los medios, también masivos,...

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