Una lección para Cibeles

AutorAndrés Henestrosa
Páginas165-166
Una lección para Cibeles
Cibeles: Cuando seas grande y vayas a la escuela secundaria, tu maestro de
lengua y literatura, al explicarte la formación de nuestro idioma, te dirá sus
diversas fuentes, entre las que mencionará las lenguas indias de América. En-
tonces podrá servirte esta primera lección que ahora te doy. América dio a
España cosas nuevas y junto con ellas sus nombres, es decir, palabras nuevas.
Y España incorporó esas dicciones al caudal de su lenguaje. Cuando esas cosas
nuevas tenían par o semejante en España, el conquistador las nombraba con la
palabra que ya conocía. Te pondré un solo ejemplo: al calpulli de los aztecas, le
llamó uva. Pero cuando eso no ocurría, se veía orillado a usar de la voz indíge-
na; pero como no la oía bien ni sabía cómo escribirla, cuando la voz llegaba al
papel, representaba ya dos modificaciones: una de oído y otra de transcripción,
en lo cual el español no hacía otra cosa que ajustarse a las leyes fonéticas de su
idioma materno. Cuando Hernán Cortés escribió las Cartas de Relación a su rey
y señor, eso hizo. Y en sus escritos encontramos las primeras palabras indias
que nombraban aquellas cosas desconocidas, aunque no todas, porque como
él mismo dice “no las pongo por no saber su nombre”.
De todas las lenguas indias de América, fue el idioma náhuatl el que más
palabras incorporó al español. Y esto no por un mero azar o casualidad, sino
porque los aztecas que hablaban ese idioma eran los más desarrollados cul-
turalmente en este hemisferio, pues sólo un pueblo del sur, los incas, tenían
un desarrollo parecido. Y no por azar fueron ellos quienes dieron a la lengua
castellana, un caudal también muy rico de voces nuevas.
Fue una especie de trueque o cambio lo que se estableció entre indios
y españoles. Por cada cosa que ellos nos daban, nosotros les dábamos otra, y
junto con ella la palabra que la nombraba. Si nos dieron la naranja, les dimos
el chicozapote, un fruto que según ha dicho Vasconcelos es el más rico de
todos; si nos dieron las gallinas, les dimos el guajolote; si nos dieron las sillas y
taburetes, les dimos los butaques y los equipales, éste un mueble que parece
que tiene puesto un suéter, y que como dijo alguna vez Néstor Heras tiene un
poco de arlequín; y así sucesivamente.
Una cosa muy curiosa puedes notar en este intercambio de palabras que se
hicieron mutuamente conquistadores y conquistados: cada uno acomodó a su
lengua las dicciones ajenas de acuerdo con ciertas reglas y sus respectivas ex-
AÑO 1953
ALACE NA DE MINUCI AS 165

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