El juicio por jurados

AutorIgnacio L. Vallarta
Páginas77-96
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on temor voy a hablar sobre la fracción cuarta del artícu-
lo 24 que está a discusión, porque sobre mi insuficiencia
y sobre la gravedad que esta materia tiene de suyo, me rodean
hoy circunstancias que hacen de sobremanera difícil mi posi-
ción. Voy a hablar contra el jurado, contra esa institución que
en el sentir de sus defensores “es la inspiración espontánea de
aquéllos que no se han cegado por la ignorancia, que no han
sido comprimidos por el terror, ni que se han envilecido por la
esclavitud”; contra esa institución que se considera como una
emancipación legítima y necesaria de la “soberanía del pue-
blo”, que asegura el fallo de la conciencia pública; que solidi-
fica las garantías individuales, que destierra lo arbitrario, lo
tiránico de la administración de justicia, y que encarna, en fin,
en los pueblos el reinado de la democracia. Hablar contra tal
institución rodeada de semejantes atractivos, es imprudencia;
y hablar un abogado cuyas palabras, por esto solo, se verán te -
ñidas con el colorido de la parcialidad, es temeraria osadía. Tal
vez se me llame hasta retrógrado, a mí que amo como el que
EL JUICIO POR JURADOS1
C
1Intervención de Vallarta en el Congreso Constituyente, 19 de agosto de
1856.
más la democracia; pero a mi deber siempre sacrifico con-
sideraciones de interés y de amor propio, y mi conciencia
nunca enmudece aun cuando yo tuviera que sufrir por mis
opiniones. Voy, pues, a hablar con toda la independencia
de quien sólo cuida del exacto cumplimiento de su deber, tal
como en su conciencia lo mira; y ni el temor de calificacio nes
que Dios sabe no merezco, ni consideración de ningu na es-
pecie, desfigurarán en mis labios la creencia que acá tengo
en mi cabeza.
Pero mi insignificante persona no puede ser objeto que
ocupe por más tiempo la atención del Congreso. Entro ya de
lleno en la discusión.
La comisión de Constitución, pesarosa de que en nuestra
desgraciada patria toda idea de reforma no haya hasta hoy
sido más que la promesa mentida con que los revolucionarios
de profesión engañan al pueblo mexicano, inscribiéndola en su
bandera, y deseosa en extremo de hacer hoy la felicidad na-
cional, ha emprendido su marcha por el camino de la reforma
verdadera, y en su proyecto ha presentado algunas que por su
importancia serán potentes a constituirnos. La comisión ha ido
a buscar a los países cultos el secreto de su progreso, y cre-
yendo haberlo encontrado en determinadas instituciones, hoy
nos presenta esas ideas para que vuestra soberanía las eleve a
la categoría de leyes. Tal vez este fue el motivo de que la comi -
sión pensara que el jurado a la vez que era esencial a la de-
mocracia, coadyuvaría eficazmente a las otras mejoras que
propone para que la República Mexicana se elevara a la altura
en que vemos a los Estados Unidos del Norte.
¿Ha acertado la comisión en este propósito? ¿Anda por el
buen camino, o extraviada por desgracia en vereda peligrosa,
no tocará sino en el precipicio? Esta es la cuestión, cuestión
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LA V I C T O R I A R E P U B L I C A N A

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