Juan José de la Garza

AutorE. M. de los Ríos
Páginas715-719
˜ 715 ˜
L ic. Juan JosÈ de la Garza
1826-1893
CORRÍA EL año de 1854. La revolución iniciada
en Ayutla el 19 de Marzo del citado año iba
tomando cuerpo y había ya cundido al Es-
tado de Michoacán. La ley de conspiradores
expedida por Santa-Anna, había empezado
a tener su aplicación, y toda la buena socie-
dad de Morelia se había en vano interesado
por la suerte del honrado ciudadano José M.
Ramos, inhumanamente sacrificado por la
Dictadura.
El 13 de Julio de ese año en Ciudad Vic-
toria, capital del Departamento de Tamauli-
pas, se pronunciaba por el Plan de Ayutla el
Lic. Don Juan José de la Garza. El gobierno
de Santa-Anna envió inmediatamente fuer-
zas numerosas contra él, las cuales pusieron
sitio a la ciudad y ésta tuvo que ser abando-
nada a los pocos días por los pronunciados,
después de haberse defendido valerosamen-
te contra triple número de hombres.
Quedó, sin embargo, desde entonces
encendida la chispa de la revolución en Ta-
maulipas y en actitud de comunicarse a los
Departamentos limítrofes, como sucedió
poco después con Nuevo León.
Sufrió mucho Ciudad Victoria en aquel
sitio, pues las órdenes que llevaba el jefe go-
biernista sitiador eran terribles, nada menos
que de entrar en la población a sangre y fue-
go. Palmo a palmo la defendieron los patrio-
tas que mandaba Garza, y palmo a palmo
fueron entrando en ella los sitiadores, para
lo cual emplearon el incendio y la destruc-
ción de los edificios; calles enteras queda-
ron reducidas a escombros y desaparecieron
muchas fortunas. Después de tomada la
ciudad, D. Juan J. de la Garza con los restos
de su gente se fue al Norte de Tamaulipas y
allí mantuvo el fuego de la revolución, con-
tribuyendo más tarde personalmente a su
triunfo en aquella parte de la República.
Con motivo del sitio referido corrió por
entonces una especie que revela bien a las
claras los sentimientos de que estaban ani-
mados los hombres del gobierno dictatorial.
Ponderaban un día los ministros ante su
jefe el General Santa-Anna, el crimen de la
ciudad rebelde que tan fácilmente se había
sometido a las torpes exigencias de un gru-
po de facciosos; en tono hiperbólico añadían

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